He llegado demasiado pronto, la verdad. 40 minutos antes de que empiecen las clases, pero por suerte, tengo asientos fuera, en el pasillo en el que me encuentro, para poder acomodarme y leer según guste.
Empiezo la lectura de uno de los cuantos libros tengo descargados, me hundo en la lectura, silenciando el ruido proveniente del resto de clase, pero exactamente 5 minutos después, soy sorprendida por él. Por mi profesor.
- Hola. –saluda con su hermosa sonrisa.
- Hola. –digo apresurada, nerviosa y sorprendida.
- Has llegado pronto. –me sonríe mientras se acerca a la puerta y abre el pestillo.
- Normalmente llego dos horas antes, pero me quedo abajo para comer, pero hoy decidí subir. –le respondo algo nerviosa.
El abre la puerta y se adentra en la clase.
- ¿Quieres pasar? –me pregunta con esa sonrisa.
Él es un hombre de cuarenta como mucho, de pelo rapado moreno, de ojos verdes oscuros, alto, bien cuidado –se remarca bajo su camisa-, de vestimenta sencilla pero elegante, vaqueros ceñidos, camisa blanca y zapatos negros. Es guapo, su mandíbula esta es cuadrada, acentuada con una barba que no se afeitara desde hace dos días, pero que le hace ver más joven.
Pero esto no es lo que me atañe. Razono su pregunta, y sinceramente, me es indiferente estar sentada aquí fuera que ahí dentro.
- Vale. –digo sin más.
Cojo mis cosas y me acerco a su posición. Él me deja pasar, y una vez dentro prende las luces, he de admitir que doy un pequeño brinco por la sorpresa. Una vez él entra del todo, cierra la puerta. Las persianas están bajadas, ya que nadie ha entrado hasta ahora. Normalmente, él las levanta cuando se acerca la hora de entrar. Un pequeño escalofrió recorre mi espalda, pero decido no hacerle caso. Simplemente, voy al final de la clase y me siento en mi sitio que ocupo normalmente.
- ¿Qué tal? –le escucho decir de repente, sorprendiéndome de nuevo. Dejo las cosas en mi sitio y me giro sobre mí para mirarle.
- Bien, todo bien. ¿Y usted? –respondo nerviosa, enrollando el comienzo de mi sudadera.
- Bien. –responde con una sonrisa.
Mi mente fantasea y me muestra una idea, una retórica idea. Quito esos pensamientos de mí y decido sentarme entonces. Vuelvo a sacar mi móvil y sigo con la lectura, pero no puedo seguirla realmente. De reojo observo sus movimientos. Como saca el portátil de su mochila, lo abre lo coloca en el centro, lo acomoda a su gusto. Se quita la chaqueta, la coloca en la percha, resta, asegurándose que no se caerá la deja. La bufanda la rodea, la abraza en su lugar, ambas colgadas...
¿Estoy teniendo una fantasía enserio?
Él se da cuenta que le miro y sonríe, avergonzada agacho la mirada y miro el suelo. Pero no puedo contenerme mucho tiempo, mi curiosidad se muere por segui viendo cada uno de sus movimientos.
Como arrastra la silla hacia atrás, como se sienta, recto y erguido, como de un simple empujón de sus caderas, se acerca a la mesa. Ese movimiento, que se repite lentamente en mi mente, como se curvan, como se elevan, parecido a una embestida, pero no con la intención de hacerla, directa y decidida, perfecta para colocarse en su lugar. Sus dedos empiezan a teclear en el teclado del ordenador con gran agilidad, libres, corrientes y siguiendo unos compas. Pulsando, borrando, meciendo sus manos por el teclado a su gusto, al igual que sus dedos, mostrando gran habilidad con ellos. Soy cómplice de como su lengua sale por un segundo y se relame los labios, y ese gesto tambien queda gravado en mi mente.
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Relatos eróticos
Romansa¿Qué hay que describir? Su título lo deja bien claro, esto son relatos.