En la portería...

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Nada más pasar la portería, sentí como sus manos me pegaban a su cuerpo, provocando un revuelto en mí. La sorpresa del gesto fue más que obvia, dado que no me esperaba aquel gesto viniendo de él. Pero ahí estaba, su mano rodeando mi cintura, aprisionándome entre sus brazos, besando mi cuello en el mismo instante que la puerta se cerró. La duda de ser descubiertos, paso por mi mente, pero aquellas caricias, acompañadas de sus suaves besos, no me dejo otra idea, que el querer seguir el juego. Pero luego se aproximó la idea de que debía de irme a casa, o llegaría tarde... Pero, ¿qué importaba ahora? Ya llegaba tarde de todas formas.

Mordí su cuello, provocando que sus manos se revolvieran aún más mientras apretaba mis nalgas en sus manos, levantando mi vestido. Luego cogí entre mis dientes su pendiente y tirando un poco, para después morder el lóbulo de su oreja. Este me propino ahora un leve mordisco en mi cuello, haciéndome soltar un suspiro. Pero de nuevo, la idea de que debía volver a casa, rondo por mi mente.

- Para, tengo que irme... -dije como pude. Este siguió provocándome, hasta incluso levantar una de mis piernas y pegarla a su cadera, mientras hacía círculos en aquel punto sensible, a través de la tela del tanga. – Oye... -susurré excitada.

Sí, lo estaba. Y como siguiera así, no sabría si podría parar.

- He de irme... -me separé de él lo justo para colocarme de nuevo la falda del vestido.

- ¿De verdad? ¿De verdad tienes que irte? –dijo levantándose de su apoyo en la pared.

Me quede muda mirando como su cuerpo se movía, rodeándome, sin dejar de mirarme.

- ¿O de verdad quieres que siga? – me susurro al oído mientras sus manos me rodearon las caderas y me volvía a pegar a su cuerpo.

Mis piernas temblaron, por lo que me apoye en la media pared de la escalera. Él en cambio, aprovechó aquel gesto para apoyarme en aquello.

- Dime... ¿Paro? –me susurró mientras me mordía el hombro, mientras una de sus manos me agarraba y masajeaba un pecho, mientras que, con la otra, volvía a torturarme con aquel movimiento en ese punto exacto.

No quería que parase, pero el ángel no me paraba de repetir que llegaría muy tarde... Pero el demonio me recordaba lo bien que me lo podía pasar con él... Por lo que no dude en seguirle el juego. Mis caderas se alzaron lo suficiente para poder restregarme en su miembro, ya que, con la diferencia de altura, debía casi de ponerme de puntillas. El siguió acariciando, mordiendo, besando. Pero yo en cambio solo podía usar mis caderas, siempre y cuando él me lo permitiera, ya que, por la postura, me era difícil. Él tenía el poder, quería tenerlo, pero a mí tambien me gusta ese poder. Pero sus juegos me hacían callar es voz, y desear ser la mejor sumisa de sus caricias.

Cuando sus dedos apartaron la tela, y tocaron piel, no pude evitar soltar un leve gemido.

- Dime, entonces. ¿Quieres que pare? –volvió a decir con aquella voz ronca contra mi oído.

Y por dios, claro que no quería que parara. Negué con la cabeza en señal de respuesta, pero eso solo hizo que su cuerpo me pegara más a la pared, haciéndome imposible moverme.

- Dilo, no lo guardes en tu mente. Dime que es lo que quieres. –dijo restregándose ahora él.

Podía notar a través de su pantalón el gran bulto que se le había formado por la excitación.

- No pares... -dije entrecortada.

- Y no pararé a menos que tú me lo pidas... Pero –dijo con una voz suave, baja y lenta. –Necesito saber qué es lo que quieres, nena. Para poder darte lo que tu mente quiere. –me decía con roces suaves, un mordisco en mi hombro me sorprendió, para luego seguirle la caricia de su lengua en mi piel. –Necesito saberlo, nena. –me susurro más cerca aun de mi oreja, para después morder mi lóbulo.

- Hazme tuya... -dije entonces, no podía con tal excitación que me provocaban sus caricias, sus besos, sus mordidas, su piel a través de la tela.

- De acuerdo. –dijo riendo, en mi oído. - Pero no aquí, no donde pueda ver cualquiera lo que es mío. –dijo con su voz ronca, apresándome con sus manos, introduciendo dos de sus dedos en mi interior, haciendo que tuviera que reprimir un gemido.

- No hay nadie... -dije consciente de que no le había renegado por el adjetivo posesivo, pero luego se lo recriminaría.

Estaba presa de la excitación que sus dedos me provocaban, sus labios, sus palabras. Era su presa apoyada en la pared.

- Pero puede venir alguien, y no me gustaría que ese alguien viera como te hago mía. –decía mientras entraba y salía de mí lentamente. –Pero, al menos a esa persona le dejaría más que claro que eres mía. –dijo mordiendo de nuevo mi cuello, mientras su mano entraba y salía con mayor velocidad.

Mordí mi labio inferior, comprimiendo el gemido que sus actos me provocaban. Esto es lo que él quería, que me rindiera ante él.

- Para... -le susurre con la poca voz que me quedaba.

La excitación me empezaba a robar la voz, y odiaba no poder contratacar desde esta postura.

- ¿O qué? –me retó.

Aquello fue mi señal, debía ser mala. Empecé a hacer fuerza en la cadera, para conseguir mayor espacio entre él y la pared, cuando su cuerpo se hecho hacia atrás, suficiente para que pudiera acomodarme contra su pelvis, mis caderas empezaron a hacer movimientos circulares.

- ¡oh! Veo que la gatita quiere jugar. –dijo ronco.

Su mano siguió moviéndose dentro de mí, justo en un punto de mi interior, que me revolucionaba las hormonas, pero no debía rebajarme, no ahora. Quería que el tambien "sufriera", preso de la excitación.

Seguí con el movimiento de mis caderas, haciendo giros y levantándolas para frotarme mejor. Este soltó un gruñido por lo que provocaba con mi trasero.

- Para. –dijo como una orden. Su voz se volvió aún más grave que antes.

Me encantaba saber eso, saber que yo tambien puedo provocarle con mis actos, sin siquiera necesitar tocarle. Por lo que ahora debería de atacar yo.

- ¿O qué? –dije con una sonrisa.

Sentí como la mano de mi pecho me apreso el cuerpo y me estampo contra su pecho.

- O no pararé. –dijo con tono enfadado.

Pero no estaba enfadado realmente, estaba excitado. Demasiado. Y me encantaba saber eso.


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