Él levanto la cabeza al oírme y nos fundimos en un beso. Gruñimos con el deseo de quitar cualquier prenda que nos impidiera unir nuestras pieles, sin darme cuenta, el cuello de su camisa crujió, pero antes de llegar a romperla paré. Él se rio por mi cara, se la quitó y volvió a besarme con pasión. Después de ella, la siguió mi camisa, mis zapatillas y las suyas, mis calcetines y los suyos, volvimos a besarnos, cada segundo que nos separábamos para coger aire, más bien parecía que nos faltábamos el uno al otro. Luchando por coger aire o por seguir besándonos.
Desabroche con mis manos, ahora menos temblorosa, el lazo que sujetaba su pantalón; él empezó una pelea, que finalice yo, con el enganche de mi sujetador. Pasé a través de su pecho, mis manos, él daba roncos gemidos al sentir cada caricia. Tumbada había sido más fácil llegar a morderle el hombro, así que me rendí y mordí el comienzo de su pectoral. Mis manos siguieron el camino de su abdomen hasta llegar a su cintura. Deslice las manos por el interior de sus pantalones, aquello nos hizo frenar en seco nuestros besos, haciendo que el tiempo se congelara, el cuerpo de Z al suelo creciera, mis manos se quedaran sin fuerzas... Los empujes y con un simple empujón hacia abajo, sus pantalones se deslizaron, dejándole en calzoncillos. Él me miro con pasión y excitación, notaba su cuerpo revolucionarse. Sobre todo, cuando empecé a desabrochar mis pantalones. Su cuerpo se puso firme, mirando con determinación cada movimiento que hacía, memorizando cada paso que daba. Me quite mis pantalones, junto con mis bragas. Quedando completamente desnuda ante él.
Le mire, sus ojos echaban chispa de estación, sus ojos brillaban con aquellas tonalidades lila. De su mandíbula se contrajo un musculo, y escuche como tragaba saliva. No me entro nada de vergüenza, todo lo contrario, aquello me encantaba.
Mi mano se posó sobre su miembro, rodeándolo con los dedos, la imagen de él en aquellas duchas, volvió a mí, pero no provenía de mí, sino de Z. Aquello me sorprendió. Le acompañaron otras pocas imágenes... En diferentes sitios. Pero algo siempre estaba presente, mi imagen, lo que sentía al tocarme...
-Z... -gemí.
Él me beso callándome para no ser escuchados. Segui el movimiento que usaba él... arriba y abajo, lento, suave, con mis dedos rodeando su miembro. Mis manos parecían encoger cada vez que me movía, mi humedad crecía.
-X... -suplicaba en mi cuello.
Arquee a espalda al sentir un mordisco en mi hombro. Me quede tiesa, literalmente, mi mano dejo de mecerse. Fue la mano de Z quien me impulso a seguir movimiento. Pero me guio más rápido, pero igual de suave. Si le apretaba mucho, le haría mucho daño.
Solté un gemido ahogado cuando él oculto un gemido en mi piel. Una de sus manos se deslizo hasta una de mis nalgas, cogiéndola y aprontándola en él.
-Dios... -gimió por lo bajo.
Segui con los movimientos, me encantaba ver como se retorcía, como se contenía. La mano que había agarrado con ansias mi nalga, se posó detrás de mi pelo y la sobrante bajo a mis labios... Y volvió a tocar aquel punto.
-Ah... -iba a gemir, pero la mano que se escondía en mi pelo tiro hacia él y me tapo con un beso.
Ambos gemimos entre los labios del otro, a causa del placer que resultaba aquella escena. Pero no podíamos más... queríamos sentirnos más, más cerca... antes de soltar el mar de llamas.
Su mano dejo de realizar circulo y volvió a mi trasero. La mano que se escondía en mi nuca, me ofreció soltarle y así lo hice, se unió con la otra en mi trasero y pasando por debajo de mis muslos, me alzo. Yo a conciencia le rodee con las piernas la cintura y mientras me colocaba en él, facilito nuestra unión.
-Sshh...- me siseo antes de que pudiera soltar un gemido.
Mordí con ansias mi labio inferior, mientras echaba la cabeza hacia atrás. Sentirle así, sentirle dentro... sentirnos unido... Dios... Solo de pensarlo era capaz de correrme ahora mismo.
Pero no quería, quería que esto no acabara nunca, o al menos por ahora. Nos quedamos un momento quieto, reteniendo el mar de fuego, para que nos diera tiempo a disfrutar de aquello, aquella posición de nuestros cuerpos unidos.
-Z... -suplique sin poder contenerme más.
Z me meció las caderas hacia arriba y luego me empujó hacia abajo, con toques suaves, lentos, manteniéndome pegada a él para no caer.
-Asi... Sigue... -gimió echando la cabeza hacia atrás antes de volver a besarme para callar nuestros gemidos.
Los que nos provocábamos el uno al otro mientras mis caderas se alzaban lentas y suaves para caer de nuevo y volver a introducirse. Necesitaba morder algo, su lengua, su labio, su piel... cualquier cosa que me ayudara a contener mis gemidos.
Era tan profundo, que cada vez que bajaba sentía aquel cosquilleo intensificado. Ese punto interior que tambien encendía a Z al sentirlo.
-Dios... Te quiero... - me susurro, y sin darme tiempo a que decir sus manos volvieron a controlarme las caderas.
Los movimientos ahora eran rápidos, directos. El cosquilleo se intensificaba un segundo para luego aumentar las llamas el resto de segundos. Era tal el acto, que no pudimos seguir más. Se dejó caer en la cama, antes de que ambos nos mordiéramos para callar el gemido que había provocado la postura en ambos. Tiré tanto de su pelo, que por un momento pensé que le estaba haciendo daño, pero no. Le excitaba que lo hiciera, que le clavara las uñas en la espalda, que mordiera con firmeza cualquier parte que alcanzara para ahogar ahí mi gemido.
A mí me excitaba ver como se contenía, como gemía con mi tacto, como me susurraba mi nombre... como aferraba mis nalgas.
Eran tantos estímulos, que no entendía como podíamos aguantar lo que aguantábamos. A pesar de ser algo tímidos e inexpertos nuestros movimientos, eran tan intensos que... no nos daba tiempo a perfeccionarlos. Supongo que con el tiempo podremos aguantar más, exigirnos más placer el uno del otro.
Pero ahora, mi cuerpo rebosaba en el colchón, y su cuerpo se mantenía firme. No se había dejado caer después de que ambos liberáramos las llamas, le temblaban los brazos, pero seguía ahí. Pero no me miraba, miraba al infinito, a un lugar lejano
- ¿Z...? -dije al sentir como se agobiaba.
Sus ojos entonces me miraron. No era miedo, ni duda, era puro placer.
-Que susto... -afirme, mis brazos le pegaron a mi cuerpo.
Él se acomodó en mi pecho.
-Perdona... pero es que esto ha sido...- decía con voz entrecortada.
-Lo se... -admití.
Yo tampoco encontraba palabra más clara que describiera lo que había pasado como: placer.

ESTÁS LEYENDO
Relatos eróticos
Storie d'amore¿Qué hay que describir? Su título lo deja bien claro, esto son relatos.