Clásico despacho...

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Debía llevarle los papeles cuanto antes a su despacho, para poder conseguir los datos que me faltaban. Por lo que una vez echo, me ajuste nuevamente la falda mientras me dirigía a la puerta de su despacho. Me coloqué la chaqueta y di dos leves golpes a la puerta y esperé.

- Pasa. –escuche su voz al otro lado.

Obedecí algo nerviosa. Abrí la puerta de su despacho y me deslicé por esta para entrar.

- Cierra por favor. –me pidió antes de dar el segundo paso ya dentro del lugar.

Asentí en modo de respuesta, cerrando detrás de mí.

- ¿Conseguiste los datos que te pedi? –me pregunto ordenando lo que tenía en manos y dejándolo a un lado.

- Sí. –respondí tímida.

Los nervios se me podían notar. Con un gesto, me inZo que me acercara a su mesa, pero aquello fue peor. Aspirar su aroma fue el toque que me faltaba para sentir como me humedecía por dentro. El toque de su mano en mis dedos, me ruborizo un tanto, ya que sentí calor en mis mejillas.

- Perfecto, siéntate por favor. –me ofreció señalando la silla libre frente a su mesa.

Me ajuste la falda para sentarme, mientras admiraba su cuerpo al levantarse de su silla y andar con pasos lentos y pesados hasta colocarse frente a mí, apoyado en su mesa. Cruce mis piernas, una encima de la otra, para acomodarme.

- Veo que has conseguido tambien los datos del Señor Worskyt- dijo mirando entre los papeles.

Asentí levemente, afirmando su teoría. Mi mirada no pudo no pararse en aquel punto, pero los pantalones disimularían cualquier cosa que se hiciera crecer.

- La familia Worskyt son agentes inmobiliarios de siembre, pero poseen barias entidades ligadas a su empresa deZadas a fontanería, construcción y jardinería. –empecé a relatarle todos los datos que había conseguido de nuestros competidores.

Este escucho con atención, mientras me daba leves miradas con una sonrisa ladeada. Pero su atención era completa a los papeles.

- Bien, bien. –dijo volviendo a ordenar los papeles y cerrando la carpeta. – Perfecto, luego le echare una ojeada. –dijo dejándola a un lado, en la mesa.

Su mirada ahora se encontró con la mía, sus ojos verdes me enredaron como el tono de la enredadera que poseen. Me miraba con un aire de brillo, con una sonrisa ladeada y con los brazos cruzados sobre su pecho.

- ¿Cómo estás? –me preguntó algo preocupado.

- Bien, ¿y tú? –dije inclinando la cabeza a un lado, confusa.

- Bien. –dijo soltando un suspiro.

- ¿Qué ocurre? –dije notando como se guardaba algo.

- Nada, mejor no. –dijo con la intención de quitarse de delante de mí.

- Dilo. –le pedí cogiéndole la muñeca y obligándole a volver a colocarse delante de mí.

- Que tengo unas ganas de empotrarte contra la mesa con esa falda. –dijo cabreado.

¿¡QUÉ!?

Creo que acabo de soltar una fuente.

- Espera, espera, espera. –dije soltando su brazo, baje mi pierna y junte mis rodillas, quedando mayormente mirando hacia él.

- No debí decirlo...-dijo ocultando su rostro en su mano. –Perdona, eres mi becaría y no debería pensar cosas como esas...

- ¿Por qué... crees eso? –dije algo tímida, pero con un tono de prudencia. - ¿Por qué crees que no deberías decirlo? Sabes que me puedes contar todo. – dije posando mi brazo a un lado de su pierna, a lo que mi posición me permitía.

Iba con sigilo, la imagen de él, poniéndome contra la mesa, mientras sus embestidas me hacían mirar hacia el ventanal. Creo que estoy un poco cachonda, nótese la ironía. Y el gesto, estaba más que pensado.

- Lo sé, pero ahora tú te sentirás... -empezó a decir.

- No sigas. –le corté. – Porque no es cierto. –le dije con firmeza.

Noté su mano acariciando mi mejilla, mi mirada se alzó hacia la suya. Estaba a la altura de su cintura, creo que es perfecto.

- ¿Y cómo te sientes? –me dijo con un tono más grave.

Me ha leído el pensamiento...

- Que debería hacer algo por calmar la situación. –dije con un tono de picardía.

Me levante, haciendo que él se sorprendiera, me deslice con cuidado dejando espacio entre su cuerpo y el sillón en el que estaba. Me acerque a la puerta y cerre con pestillo. Miré sobre mi hombro, empezó a ajustarse la corbata, nervioso.

Ay cariño, que poco te va a durar en el cuello.

- Y dime... -dije con un tono más suave y ronco, mientras mis pisadas se volvían a dirigir hacia él, pero pesados y lentos, remarcando mis tacones, mientras me retiraba la chaqueta del traje. - ¿Qué es lo que habías pensado? –dije mirándole mordiendo mi labio.

Este entreabrió los labios, mirando con asombro. Vi cómo se relamió los labios secos y me dispuse a hacer un juego. Mi lengua paso justo al momento que la suya, captando la atención de esta. Nuestros labios se encontraron, propagándonos un beso fugaz, húmedo y excitante. Sus manos se posaron en mi espalda, e iban bajando y subiendo, preso de querer tocar cualquier parte. Mis manos desenrollaron su corbata y se la quité de su cuello, la deje a un lado, por si luego me apetecía usarla. Comencé a devorar su cuello, con besos suaves y cortos. Hasta que mi lengua apareció, haciendo caminos hasta el lóbulo de su oreja, que capté con un mordisco. Pero mis besos siguieron bajando, al ritmo que mis manos conseguían desabrochar su camisa.


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