Llegamos al mirador, era de noche, algo de frío hace, pero no nos impide salir del coche a fumar. Pero pronto jugamos, nos provocamos y nos besamos. No aguantamos más las ganas.
Empieza con pequeños círculos sobre mis labios, humedeciendo mi intimidad, haciéndome soltar un gemido ahogado. Él se ríe, sabe como ha de provocarme, como hacer que caiga en su tentación, como ha de actuar, como ha de jugar conmigo. A él le encanta saberlo, pero sobre todo hacerlo. Hacer conmigo lo que se le antoje. Excitarme, provocarme de un amanera única. Una manera que hace que simplemente le desee. Mis caderas se menean sobre su sexo. Su mano libre me recoge el cuello y me hace apoyarme en su hombro, mientras sigo con el movimiento de mis nalgas sobre su sexo. Él gruñe, le encanta sentirme, me lo hace saber. Recibo como respuesta dos de sus dedos en mi interior, haciendo que suelte un leve gemido.
Él sonríe en mi oído, le encanta sentirme, le encanta escucharme, le encanta saber que soy presa de él en estos momentos, que solo le deseo a él, que deseo que me haga suya en este mismo instante. Sus dedos se clavan en mi interior, mientras me aprieta contra él, haciendo que mis movimientos sean más cercanos, más excitantes. Le siento, siento lo que provoco en él, me encanta sentir como se pone duro bajo mis nalgas. Me excito sabiendo que le provoco, que lo que me hace le provoca, que mis movimientos le encantan...
Muerdo mi labio, mientras dejo que coja velocidad, mientras siento como me embiste con mayor fuerza y velocidad.
- Dios... -gimo.
Esto provoca que él gruña, me aprieta un pecho. Me encanta, quiero que no pare. Quiero que me conozca, quiero que sienta en sus dedos lo que soy, quiero que me sienta cuando se introduzca en mí. Quiero que siente como me corro por lo que me hace, por como em provoca, por como me muerde la oreja, o me lame el cuello, por como entra y sale de mi interior, como me pellizca los pezones. No puedo, no puedo contenerme más, por lo que me libero de las llamas de agua que me provoca. Al sentirme, sus manos se quedan quietas, es más, sale de mí y se pone recto. Se hace a un lado y me mira, perplejo al ver su mano, toda mojada por lo que soy.
- Me encantas... -me gruñe antes de volver a besarme, aprisionándome contra el coche.
Mi pecho se apoya en el capo del coche, siento sus manos apretando mis caderas, como se restriega contra mí. Lo siento más aún cuando baja mis pantalones, me hace sentir su piel contra la mía. Sentir el comienzo de su miembro, amenazándome con entrar cuando a él guste. Le gruño por ello, quiero se introduzca en mí, quiero sentir su piel dentro de mí. Él se ríe de nuevo, antes de gruñirme embistiéndome.
Penetra de una sola embestida en mi interior, provocando un gemido mutuo, uniendo nuestros cuerpos. Vuelve a atacarme con otra embestida, mis manos se aferran como pueden en el coche, mientras las embestidas prosiguen. Profundas, duras y firmes. Perfectas, apasionadas. Me pongo de puntillas, favoreciendo su entrada, juntando mis rodillas para que la sensación mutua sea mayor. Con la siguiente embestida, tan profunda, hace que ambos gimamos.
Siento su mano enrollarse en mi coleta, tirando de ella hacía él. Me apoyo contra mis manos, doblando mi espalda, alzando con ello mi pecho y caderas. Él prosigue sus embestidas, pero está vez, a un ritmo mayor. Siento como entra y sale de mí, como me tiemblan las piernas por el placer, como siento la humedad en mí, como provoca ese calor en mi vientre. Saboreo el placer que me embriagan sus embestidas. Siento como el gruñe contra mi piel, tira un poco más de mi pelo, junto con sus embestidas se hacen mayor repetidas. Ambos gemimos, estamos a punto de placer, de liberar, de proclamar el placer, de gritar la unión de nuestra piel. Siento como se corre en mi interior, la sensación de calor es inconfundible, tal que me excita, me excita saber que mi piel provoca eso, saber que mis gemidos le hacen perder el control, sentir sus manos apoderándose de mi pecho o pelo, sentir como entra y sale, sentir como mis paredes se enredan sobre su miembro.
La mezcla que forman, hace que no sea capaz de no liberarme de las llamas que han crecido en mi cuerpo, soltando tal llamarada, que escucho su gemido de sorpresa al sentirme. Siento como su respiración se vuelve entre cortada, como sus manos dejan de aferrarme, como sale de mí al completo ayudando a que me libere de las llamas al completo.
- Joder, H. –me gruñe.
- Ya te lo dije... -le digo con ronquera, mientras me giro para quedar frente a frente.
Se muerde el labio antes de hacer su siguiente movimiento, siento sus manos en mis nalgas, las aprieta, mientras me eleva sobre sus caderas. Enredo mis piernas en sus caderas, una vez asegurado mi apoyo, me baja, introduciéndose nuevamente en mí. Gimo al sentirle, pero callo los gemidos besando su cuello, mordiéndole, lamiéndole. Sus manos mueven mis caderas, me levanta y baja a su placer, a su gusto, introduciéndose al completo en mí. Me encanta, le muerdo por ello y él gime en respuesta.
- Espera... -me susurra entrecortado. Siento como se mueve con pisadas cortas, mientras me abraza con un brazo.
Abre la puerta del coche y con cuidado de que no me golpee con el techo, se cuela en la parte de atrás del coche. Una vez tengo apoyadas mis rodillas sobre la tela puedo moverme ahora yo a mi gusto. Alzo mis caderas, lentamente, para bajar al mismo ritmo. Suelta un suspiro y me ataca a los pechos. Sus labios me enredan el pezón, su lengua lo acaricia con pequeños círculos. Cuando su lengua ataca con movimientos más rápidos, ataco de igual modo con mis caderas, moviéndome con mayor velocidad. Me llevo un mordiscón en consecuencia, tal que me provoca. Me irgo sobre su miembro, chocando con el asiento de adelante. Sus manos me aferran de nuevo las caderas, y me mueven sobre él, favoreciendo su entrada y salida.
- No es justo... -me quejo.
Él se ríe y me mira desafiante.
- ¿Por qué? –me provoca con su voz ronca.
- Porque quiero ser yo quien me mueva. – le ataco, volviendo a pegarme a él.
Agarro sus manos y las levanto sobre su cabeza. Las aprieto mientras me muevo sobre él, a toda la velocidad de que me permite el cuerpo. Él gime en consecuencia, y me encanta saber eso. Saber que le encanta, saber que poseo el total control de su cuerpo, saber que solo yo le hago lo que le hago, saber que soy la única ahora capaz de darle lo que más desea, placer, hacer que se corra de nuevo en mí.
- H... -gime mi nombre.
- Lo sé, cariño. –le gruño en respuesta. – Quiero sentir como lo haces, quiero sentirte de nuevo. Me vas a complacer, ¿cierto? –le digo traviesa, con mi voz ronca.
Él asiente varias veces, mientras echa la cabeza hacia atrás. Ataco su cuello, dándole un pequeño mordisco. Quiero escucharle decirlo, quiero escucharle gemir mi nombre, quiero saber que le encanta lo que le hago.
- Dilo. –digo dando un brinco seco, haciendo que entre en mí al completo, tan profundo que ambos gemimos.
- Me encanta... -gime.
Repito el movimiento, sacándole lentamente, para volver a introducirle de un solo bajón.
- ¿Qué te encanta? –le espeto, para después besar su cuello.
- Lo que haces, me encanta H... -gimotea mientras aparta su cabeza, para favorecerme los besos.
- ¿Vas a correrte para mí? –le gruño.
Él vuelve a asentir varias veces y por ello le muerdo.
- Dilo... -gruño.
- Me voy a correr... Joder.... –gime con la poca voz que en él queda.
Sus manos aprietan las mías, mientras escucho sus gemidos, mientras siento como tiembla mientras se corre de nuevo en mí. Siento como me llena, como me embriaga con su calor, como me aferro sobre él, para exprimir cada gota de él.
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Relatos eróticos
Romansa¿Qué hay que describir? Su título lo deja bien claro, esto son relatos.