Atada sobre la mesa...

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Allí estaba él, con aquella mirada puesta en mi cuerpo semidesnudo, solo cubierto por mi encaje negro. Ver como se mordía el labio, intentando contenerse, me excitó. Me tenté a no obedecer su orden de no meterme en su mente, pero debía esperar, por mucho que me tentara saber qué era lo que pensaba hacer, sobre todo con aquella cuerda...

-Ven. -me suplicó alzando una mano entre ambos.

Me mordí el labio, muerta por la excitación. Sentir aquel cosquilleo en mi mano, me ruborizó aún más. Me acercó posesivo hacia él.

-Voy a atarte, ¿te parece bien? -me ofreció con aquella voz ronca.

Solté un leve gemido, por aquella pregunta.

Que haga lo que quiera conmigo...

La voz no entraba en mi mente, solo su mirada lujuriosa.

-Me lo tomo como un sí, amor. -me dijo con una media sonrisa.

Su mano me acaricio la mejilla, propinando leves cosquilleos, provocándome más. Con suavidad, me inclinó hacía un lado, apartando el pelo con la otra, haciéndose paso hacia mi cuello. Sentir el primer beso, hizo que un rubor me recorriera el cuerpo, pero sentir el leve mordisco, fue peor, y gemí por ello.

Su lengua hizo pequeños movimientos sobre mi piel, provocando leves cosquilleos recorrer mi cuerpo. Excitándome con cada uno de ellos. Su siguiente mordisco fue hacia mi clavícula, volví a gemir en respuesta. Él gruño al igual, consumido por el placer. Su cuerpo se tensó, lo que me hizo saber que se estaba conteniendo tanto como yo. Estaba deseoso, estaba lleno de placer, de lujuria, sentía aquellas llamas creciendo en su interior, sentir mi piel, sentir mi placer, como se ruborizaba mi cuerpo ante su tacto, mi calor, eran también explosivos para él.

-Túmbate... -me susurro en el oído con aquella voz entrecortada, ronca, muerta de placer.

Alcé la mirada para ver aquellos ojos que estaban más que dilatados por el placer.

Asentí en respuesta, él soltó un suspiro. Lo que me confirmó que se estaba más que conteniendo.

Que intriga...

Quería saber qué era lo que su mente había planeado, tal que no quería que lo viera hasta que no ocurriera. Pero ahora lo importante era tumbarme... ¿Dónde?

- ¿Do-Dónde me tumbo? -habló con voz grave.

-Sobre la mesa. -me indico con la mirada, con aquella cuerda entre sus manos.

- ¿Esta? -dije provocativa.

Él asintió preso por el placer.

-Y quítate el sostén... -dijo entre cortado.

Verle así, dominante, excitado, provocador, sin la camisa, eran puntos débiles ahora para mí. Pero él conocía los que eran reales, algo me decía que los utilizaría en su favor. Me deslice con lentitud hacia atrás, hacia la mesa.

-No, de espaldas. Por favor. -me susurro entrecortado.

Solté un gemido de sorpresa por aquella propuesta, me mordí el labio conteniendo no lanzarme contra su piel. Con lentitud, y aposta, me incliné hacia un lado, volviendo mi cuerpo de espaldas a él.

Soltó un gemido por mis movimientos, sobre todo con aquella pose que le mostraba. Se acercó dominante a mí, su mano se apoyó en mi cintura con cuidado y me inclino para que le mirara.

-Voy a atarte las manos, pero debes tumbarte amor. -me dijo con suplica.

Estaba a punto de quebrar, de mandar todo a tomar viento. Pero mi intriga suplicaba que no lo hiciera, quería saborear que era aquello que en su mente jugaba.

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