«Es momento de recuperar tanto tiempo perdido, tanto olvido a la fuerza»
Gabriel.
Marlon se habría inquietado bastante luego de presenciar aquel inesperado acto por parte de su hermano. Jeremy, en todo caso, permaneció bastante apagado el resto del día, como si aquel beso le hubiese apretado un botón que le suspendería toda actividad cerebral y motora dejándolo cual zombi: lento, retraído, distraído y sin habla.
Todavía no salía de su asombro, también, pues estaba bastante seguro que aquella no era Diana, no podía ser Diana porque era un muchacho, estaba seguro que era un muchacho, pero se le parecía demasiado y darle tanta vuelta al asunto le causó una jaqueca terrible.
Aquella misma noche, en medio de un silencio turbio y miradas juiciosas, Marlon y Jeremy compartieron la mesa, como lo hacen a diario, listos para cenar otro manjar a cargo del servicio de delivery.
Jeremy permaneció con la vista fija sobre su platillo y no dijo nada durante un rato. Marlon no le apartó los ojos en ningún momento mientras buscaba la manera de preguntarle sobre el asunto que estaba volviéndolo loco. La cosa parecía sencilla, pero al tratarse de su hermano, sabe, nada es sencillo.
–Entonces ¿me explicas lo de...?
–No –interrumpió Jeremy de golpe con tono frío, pesado, seco.
–¿Él y tú...?
–No.
–¿Y Diana...?
–No, Mickey, no. No preguntes.
–¿Eres...?
–Joder contigo, Mickey. Joder.
Jeremy: 1. Marlon: 0.
El contador ya empezaba a fregarle desde el inicio, como era costumbre. A pesar de ser él quien había criado a su hermano, nunca había logrado separar el Marlon-hermano del Marlon-padre, así como si el segundo no existiese, porque Jeremy siempre supo valerse por sí mismo, supo defenderse de todo, de todos, de cuanto se le cruzara en el camino, muy a pesar de su apariencia dócil y, para algunos, casi afeminada.
Marlon siempre quiso ser el protector, la figura ejemplar, pero resultó ser el verdadero niño de los dos, a pesar de la diferencia de edades.
El incidente, el muchacho, el beso, su presencia, todo aquello lo estaba volviendo loco porque, con temor, empezaba a pensar en su hermano como uno de esos "desviados". Su temor, el verdadero, no era, en lo más mínimo, tener un hermano gay.
Su mejor amigo era gay, uno muy puto –o así pensaba él–, y eso no le molestaba en lo absoluto.
Su temor era, en todo caso, lo que representa el ser gay: las voces, las miradas, los dedos que señalan, los puños que hieren, las patadas que torturan, las palabras que sugieren muertes prematuras. Aquel era su verdadero temor, aquel era su complejo de hermano haciendo de las suyas buscando la manera de ser escudo humano para su hermano.
Pero él sabe valerse por sí mismo.
–¿Por qué se parece tanto a Diana? –pregunta entonces. Es cuando Jeremy, finalmente, lo mira.
–Son primos.
–¿Primos? ¡Ah, bribón! ¡En esas te quería ver! –suelta Marlon con una risotada burlona intentando calmarse a sí mismo y no mostrarse ni preocupado ni nervioso.
–No, Marlon. Ya te dije que no, detente.
Aunque lo dijo enserio, muy enserio, su mirada brillante y su rostro enrojecido representaban una imagen muy distinta, muy distante a lo que el tono serio de su voz buscaba representar.
La ilusión se había desmoronado ahí, ante sus ojos, y supo entonces que sí había algo, algo que todavía no tenía nombre, ni forma, y que, de a poco, el mismo Jeremy resolvería su asunto, ese que, para él como hermano mayor, solo representa una preocupación egocéntrica.
Cosas del corazón, a fin de cuentas, y esas cosas son, en muchachos de su edad, siempre complicadas, siempre absurdas, a veces tontas en verdad, pero siempre son algo. Él lo recuerda bien.
Recuerda también algunas de las tantas locuras que hizo cuando todavía era, en su propia noción de ser, demasiado pendejo, demasiado ingenuo, loco, aventurero sin más y absurdamente limpio en términos de malicia.
Y se vio en su hermano, de cierta manera, a pesar del enorme contraste de ambos, de la completa ausencia de parecido alguno por ser de padres distintos. Y no pudo hacer otra cosa más que guardar silencio, terminar de cenar, verlo subir las escaleras, guardarse para sí mismo aquellas preocupaciones de hermano-padre que era, a fin de cuentas, de hermano-hermano.
Subiendo las escaleras, en el pasillo, a la derecha, oculto tras la puerta que lo escuda de la curiosidad de su hermano, Jeremy yace recostado boca abajo sobre su cama con la mente todavía ida, con las palabras todavía enclaustradas, así como él, mientras intenta presionar un botón de borrado de emergencia, un reinicio cerebral, un olvidar y ser olvidado mientras las secuelas de aquel beso, lento beso, le insisten, de nombre y apellido, desde la distancia que lo separa de aquel pelinegro, egocéntrico aventurero de valentía y estupidez sobrenaturales.
–No vuelvas a hacer eso –le escribiría luego de pensarlo mil y un veces. Se arrepentiría otras mil más después de recibir repuesta.
–No te prometo nada –diría aquel otro. Y lo leería con esa voz suya, de manipulador, de carterista, de embaucador profesional.
No podía con el peso de sus propios labios ni con el sentir de aquella piel ajena, todavía latente sobre la suya, como si lo besasen todavía, como si no se hubiese apartado nunca, como si estuviese ahí, con él, sobre la cama, frente a frente, él entre los brazos del pelinegro de mirada profunda, y sus labios fundidos, no en otro beso, sino en el mismo, sin pausa, sin miramientos.
Y sucumbe ante la presión, porque es demasiado lo que ronda entre sus pensamientos, entre sus palabras mudas, entre sus deseos contraproducentes: grita, grita con fuerza porque no comprende lo que ha hecho, porque no sabe lo que hará luego, porque no logra hacerse entender que un nombre no es más que eso y no todo lo que se ha gestado a partir de su curioso descuido.
Se presagia un nuevo inicio luego de un inesperado final.
Se presagia un descalabro total de sus acciones y espera, de algunamanera posible, corregir sus pisadas sobre la arena, borrarlas antes que eloleaje las consuma y así salvaguardar su propia vida de un desenlace funesto y mortal.
Diana sigue siendo una ficha peligrosa y él, en medio de los primos, tiene que tentar contra su suerte para darle equilibrio a una balanza muy maliciosamente puesta entre sus manos.
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Sensible e insensato -Privilegio- ©
Teen FictionProyecto-Sunflower (2019) -LIBRO III- Las vacaciones han terminado y un nuevo año escolar los ha llevado de vuelta al lugar del primer encuentro. Después del primer beso, Caleb se armará de un valor muy torpe para enfrentarse a Diana e ir en busca d...