La última semana de vacaciones moriría luego de aquel último mensaje, así como moriría, también, el intercambio de palabras entre uno y otro muchacho. Caleb había decidido pasar esa última semana en casa de unos primos, fuera de la ciudad y Jeremy, por su parte, compartiría el mismo tiempo con Diana con tal de sacarse de la cabeza, sin miramientos, la imagen del pelinegro, cosa que fue un completo fracaso.
El sol de aquel recién nacido primer día de clases, de aquel tan atravesado miércoles, sacó de sus camas a cuanta joven alma quiso para dibujarles un sendero de ida y vuelta hacia los confines de aquella edificación que, con honor y renombre, contaba ya con más de cincuenta años de funcionamiento.
Para Caleb, volver a verse entre aquellas paredes significaba lapidarse entre dos nombres que mantendrían, de él, una distancia prudente, la misma que, en todo caso, sabía que ignoraría en más de una ocasión. Y Nathaniel también le vendría a la cabeza, suspiraría por ello y seguiría adelante, hacia la izquierda, por el corredor que transitan los de último año, hasta las escaleras, al final del pasillo.
Lento pero seguro, con uniforme nuevo y la misma miradita huidiza del primer día, el príncipe atravesaría la puerta principal, cruzaría el amplio lobby que comunica las dos alas del edificio con el patio principal, se toparía con más de una sonrisa, con más de una mirada, con más de una reverencia, y a respondería a todas ellas con el rostro enrojecido, con la sonrisa brillante y una leve inclinación de cabeza.
El príncipe, luciendo el beige de los mayores, pertenecía ahora a otra escala, más selecta, reforzando todavía más aquella popularidad ganada desde el día primero.
Y los rumores no tardarían en bailotear por los pasillos, muy a pesar de la temprana hora. La hazaña del vals entre los brazos de Caleb todavía era un asunto muy vigente, en realidad era el asunto en boga.
Y las chicas de años inferiores, inclusive, las recién llegadas del primer año, ya hablaban de él, del hermoso chico apodado príncipe –por razones y motivos tan evidentes como su presencia cuando la notas–, aquel que venció muy épicamente a Ender y sus siempre humillantes retos, previos siempre a la llegada de las clases.
'El Príncipe Norton', 'El dulce Jeremy' y pare de contar con las maneras de nombrarlo, de hacerlo brillar aún más de lo que ya brillaba mientras él, en su propio mundo, se hacía el ciego y el sordo ante toda aquella atención sin fin.
Caleb ya lo había recibido, desde antes de su llegada, en sus pensamientos. Ya lo había imaginado luciendo el nuevo color, aquel tono que, muy a diferencia del acostumbrado azul celeste, lo haría resaltar demasiado, más de lo que, naturalmente, él mismo resaltaba del resto.
Y sonreía al verlo pasar de largo, todo en su imaginación, hasta posarse, una vez más, en la ya acostumbrada banca, bajo el viejo y frondoso árbol, a la espera del trío de lunáticos.
Ahí se quedaría en silencio, con un libro entre las delicadas manos y la atención en absoluto aferrada a las palabras que, impresas sobre el papel, lo hacían sonreír de tanto en tanto, de página a página. Así lo imaginó por un rato hasta que, en efecto, la realidad superó toda ficción.
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Sensible e insensato -Privilegio- ©
Teen FictionProyecto-Sunflower (2019) -LIBRO III- Las vacaciones han terminado y un nuevo año escolar los ha llevado de vuelta al lugar del primer encuentro. Después del primer beso, Caleb se armará de un valor muy torpe para enfrentarse a Diana e ir en busca d...