CAPÍTULO DÉCIMO SEXTO

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Tuve tantas ganas de besarlo, que me lancé sin contemplaciones. Me puse de rodillas frente a él, y antes de volver a preguntar si sentía algún dolor, dejé fluir la necesidad que experimenté. Al cabo de unos segundos, noté sus manos indagando debajo de mi ropa. El contacto de ellas en mi piel, me estremeció. Sin separarnos y con gran destreza, consiguió quitarme el vestido sin darme cuenta. Sentí algo de pudor que tardó poco en ser arrebatado por el delirio que me arrollaba. Sus manos se ahuecaron para cubrir cada uno de mis pechos y apretarlos con tacto. Una fuerte sacudida de su cuerpo hizo que abriera los ojos para mirarle. Se había separado de mí unos centímetros y respiraba de forma entrecortada. Fijé mis ojos en los suyos y vi claramente el deseo que delataban, a la vez que se marchitaban por la ausencia de nuestro contacto. 

_ No quiero estropear nada, puedo esperar todo el tiempo que necesites. _aclaró sin apartar la vista de mis ojos y jadeando al pronunciar cada palabra.  

_Te deseo. _confesé, reprimiendo el pudor que sentía y haciendo visible mi necesidad. 

Le devolví el brillo a los ojos con aquellas palabras y sin apartarlos de los míos se acercó de nuevo hasta mi cuerpo alcanzándome con las manos temblorosas y atrayéndome hacia él. Debíamos temblar los dos, porque cuando sentía que los temblores cesaban, algo acompasaba más temblores. Llevó sus dedos despacio por mi espalda hasta toparse con el sostén que desabrochó a la primera. Me envalentoné e introduje las manos por debajo de su camiseta, envolviendo cada músculo que encontraba con las palmas y comprobando lo duro que estaba. 

Dejé de reprimirme de una vez y me liberé. Con mucha prudencia fui poco a poco ganando terreno, estiré de su camiseta sujetándola desde abajo y tirando de ella hasta sacarla por la cabeza. Sin ser consciente de ello, mi cuerpo le mandaba órdenes de forma constante que Juan obedecía con extrema precaución. Volví a comprobar que el lenguaje corporal está por encima del verbal o que en la mayoría de las ocasiones, actúa como mandato. Me bajé de la cama y me posicioné delante de él. Mientras me observaba en silencio se sentó en el borde de la misma con las piernas abiertas. No encontré palabras que expresaran mejor lo que deseaba, que lo que expresaban mis ojos y gestos. Colocó las manos en mis glúteos atrayéndome hacia él. Después apoyó la frente en mi vientre y soltó un suspiro que me erizó la piel por completo. Levantó la vista unos segundos y desafiándome, empezó a recorrer mi estómago con la punta de la lengua. Abrió la boca en varias ocasiones para besarme y succionarme. Alcanzó mis pechos y los recorrió con cautela con la punta de la lengua para acabar mordiéndolos con cuidado y hacerme enloquecer. Contorneé el cuerpo al notar que bajaba mis braguitas. Cuando me tuvo desnuda frente a él, me apartó un poco para poder mirarme. Sentí una sacudida por todo el cuerpo que volvió a estremecerme. Antes de que pudiera taparme con las manos parte del cuerpo desnudo, estiró de mí y me atrapó entre sus piernas. Elevó un poco el cuerpo en la cama apoyando las manos en la misma y llevando mis manos a sus pantalones, los bajó con mi ayuda. No hizo falta doble esfuerzo, los calzoncillos fueron en el pack. Levanté una pierna y la elevé por encima de la suya para sentarme a horcajadas encima de él. Noté como se agitó. De repente habíamos cambiado los papeles. El sereno estaba nervioso, y la nerviosa estaba serena. 

Entramos en combate. Nuestras bocas enloquecieron tanto que no encontraban el equilibrio. Ambos quisimos ganar la batalla y luchamos vorazmente para conseguirlo. Conectamos de forma brutal, y lo demostramos en cada envestida y cada descanso que compartimos antes de volver a atacar. 

_ ¡Te deseo tanto, Ana! _susurró con voz ronca.

_Y yo a ti. _conseguí pronunciar, aun teniendo la garganta seca y sintiendo como las palabras arañaban al salir. 

"ALGUIEN ME PRESTÓ SUS ALAS"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora