CAPÍTULO TREINTA Y UNO

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_Gracias mamá, te quiero mucho. Cuídate.

No me extrañé, hacía tiempo que esperaba algo así. Mi madre me llamó para decirme que Juan estaba en Madrid y que había ido a buscarme. Nunca llegué allí. Un arrebato hizo que cogiera las cosas y que huyera. En principio quise ir a casa porque no supe donde ir, pero no lo hice. Necesité alejarme de todo, en poco tiempo había experimentado tantas cosas que estaba superada; un cambio radical en mi forma de vivir, amigos nuevos con desencuentro incluido, un amor apasionado, una oportunidad como escritora, una familia política que no me aceptaba por ser humilde y un desengaño. Hubiera puesto la mano en el fuego por Juan como se suele decir por cualquier cosa, creí firmemente en su persona, en su ser y en su amor. Me dolió tanto descubrir que me mentía, que no supe encajarlo. Es verdad que fui muy visceral y gasté un fuerte temperamento. Normalmente suelo ser paciente e intento entender las distintas situaciones, esa vez, me fue imposible.

Estaba montada en el tren dirección a Madrid, cuando recibí varios mensajes de un número desconocido. No lo dudé, los abrí. No sé porque intuí quién podía ser. Me dolió ver las imágenes, pero no tanto como la traición de Juan. Cinco jodidas fotos de días diferentes donde salían Juan y Carmen. No vi besos, ni actitudes fuera de lugar. Solo se les veía juntos hablando de forma normal. En dos estaban en la calle, en otras dos en una cafetería y en la última, en la puerta de su casa el día que yo los encontré. En esa, se estaban dando un abrazo, que por cierto yo no vi. Debió ser cuando estaba despanzurrada entre sus macetas. Más tarde recibí un mensaje de texto.

«_Siempre vuelve a mí, nunca será tuyo.»

Una loca del carajo. Pues yo me puse igual que ella, me encendí como una cerilla y ardí por dentro como nunca. Mi estado empeoró según pasaron los minutos y empecé a sentir necesidad de respirar al aire libre. Una sensación de asfixia me golpeó. Pude aguantar en el vagón hasta la parada siguiente, pero cuando la anunciaron... ni me lo pensé, cogí mis cosas y me apeé del tren. Debí ponerme roja como un tomate, porque sentí un fuego en mi interior que me abrasó. También sentí como la gente me miró, pero me dio igual, necesitaba respirar. 

Me senté en un banco de la estación a ver pasar los trenes. Fui inevitable fijarme en las personas. Allí, creé en mi imaginación mil películas distintas con algunos personajes que pasaron. En un momento dado, se acercó una chica hasta mí y me preguntó si sabía a qué hora pasaba el tren dirección Sintra. Como no tenía ni idea, me disculpé y la sonreí.

Sintra, buen destino, pensé. Me levanté, me dirigí a información para preguntar, y cuando volví a contarle a la chica lo que había averiguado, ya tenía un billete comprado. Acabamos sentadas juntas en el mismo vagón y compartiendo asiento. Fuimos todo el camino hablando y me sorprendí de mí misma al contarle el motivo de mi viaje accidental y de mi nuevo destino improvisado. Me fui con ella a un lugar mágico. Avisé a mi familia al cabo de unos días cuando empezaron a llamarme para decirme que Juan lo hacía de forma constante para saber de mí. Aún no les había contado lo sucedido, ni tampoco que había dejado la pensión, pero en esos momentos no tuve más remedio que hacerlo. También les expliqué el motivo de mi silencio. Lo cierto es que justo cuando se fueron de Oporto, todo era maravilloso, conocieron a Juan y a su familia, habían visto cómo vivía, habían comprendido por fin que viviera lejos de ellos, y en ese momento... tuve que contarles que todo había sido un mal sueño. Mi madre al principio perdió los nervios, pero mi hermano me ayudó a calmarla. Consiguió que medio entendiera los motivos que tenía para quedarme en otro sitio que no fuera mi casa. Cuando decidí que quería cambiar de vida, necesité hacerlo de verdad, me ahogaba en Madrid, no era feliz y ellos lo sabían. Hay personas que se dedican toda la vida a ser algo importante, otras a perseguir sueños, otras a trabajar para tener dinero, otras a malgastar su vida, podría seguir enumerando casos, pero no, luego ya solo quedan las personas como yo, las que solo buscamos ser felices, hagamos lo que hagamos.

"ALGUIEN ME PRESTÓ SUS ALAS"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora