CAPÍTULO VEINTISÉIS

623 84 121
                                    



Abrí los ojos despacio complacida por la sensación con la que amanecí. Quizás fue la noche en la que más horas dormí en la última semana y en la que más energía gasté. Miré al lado donde yacía el cuerpo de Juan. Observé su desnudez deleitándome en cada rincón que dejaba visible la sábana que nos cubría. Era atractivo y deseable a no poder más. Cerré los ojos y aspirando su aroma, recordé la noche que habíamos compartido. Tenía un poder especial sobre mí, me hacía sentirme la mujer más deseada del mundo. 

Dejé que durmiera. Supuse que si mi cuerpo se resistía a emprender el día, el de él, con el esfuerzo que gastó, mucho más. Sentí el rubor teñir mis mejillas al hacer memoria de algunos de los episodios vividos la noche anterior. Sin que pudiera evitarlo, agaché la cabeza como cual avestruz, para esconder la vergüenza que despertaba en mí, mi propia actitud. 

Me dirigía a la cocina para preparar el desayuno. Abrí varios muebles para situarme y descubrí que la despensa por fin estaba llena. Preparé algunas cosas y las dejé en la encimera a la espera de que Juan se despertara. Con el fin de darle tiempo, me senté en el sillón con un libro al que no pude atender por la secuencia de imágenes que me invadían una y otra vez. Pasados varios minutos, oí unos pasos y miré hacia atrás.  

_Buenos días, cenicienta. _Busqué sus ojos y vi que expresaban algo distinto a días anteriores. 

_Buenos días, Juan. _contesté algo alterada al percatarme de los pensamientos que acababa de romper. 

_¿Llevas mucho tiempo despierta?

_Dos horas. _dije bajando la mirada. Juan llegó hasta mí por detrás del sofá y puso una mano en mi mentón para elevarme la cara y besarme desde arriba.

_Me encanta encontrarte en mi sofá por las mañanas. _Su voz sonó sugerente y me sentí de nuevo extasiada. 

_Gracias, a mí me encanta levantarme a tu lado. _confesé.

_Podríamos repetirlo todos los días. _Acarició el perfil de mi cara con la punta de los dedos y volvió a besarme de forma muy delicada sobre los labios. 

_El tiempo lo dirá. _pronuncié rozando sus labios. 

_No quiero esperar al tiempo. _Suspiró y respiró de forma acelerada varias veces. 

_El tiempo es el que marca las cosas. _Quise poner un poco de distancia, estaba empezando a sentirme algo cohibida. 

_Tengo prisa. _Acortó el minúsculo espacio que había impuesto yo y susurró en mi oído_. Quiero proponerte una cosa. 

_¿Qué cosa? _Se alejó, rodeó el sofá y se sentó a mi lado. Me puse alerta. Aquel tono era distinto a otros que usaba y que sabía donde encajarlos con normalidad.

_Sé que pensarás que estoy loco, a veces yo también lo pienso, pero tengo la necesidad de decirte lo que quiero a sabiendas que me rechazarás. _Guardó silencio de pronto y se movió en el sitio inquieto sin saber que hacer con las manos. Yo, tampoco me pronuncié, esperé expectante a que continuara intentando no divagar sobre lo que me quería proponer_. Hay una cosa que sé de mí desde que te conozco.

_¿De ti? _pregunté intentando encauzar la conversación. 

_Sí, de mí mismo. _contestó posando sus ojos desafiantes en los míos. 

_¿Qué es?

_Que debo seguir mis corazonadas al pie de la letra, porque no se equivocan. _dijo sin titubear. 

_No sé si quiero saber cuál es tu corazonada. 

_¿Por qué? ¡No eres tú la que dices que hay que expresarse, que es mejor equivocarse y pedir disculpas a no tener la oportunidad de equivocarse!

"ALGUIEN ME PRESTÓ SUS ALAS"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora