sechzehn.

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Las notas en escala FA del piano resonaban por el lugar. El rizado se encontraba totalmente concentrado solo en la música.

Con cada movimiento que daba podía sentir la calma en su interior, en cada paso su cuerpo perdía la tensión que tenía acumulada.

El tiempo pasa y no lo nota, se encuentra tan ensimismado que las horas dentro de ese lugar se sintieron como escasos minutos.

Las últimas notas de la quinta sinfonía de Beethoven sonaba  en el lugar, al terminar amargos soltó un suspiro y miro su reflejo en el espejo. La silueta reflejada se veía totalmente tranquila, en paz.

La música lo transporta a un  mundo donde los problemas no existen y solo hay tranquilidad.

Luego de unos minutos, el rizado se acerca hacia el lugar donde dejó su celular y mira la hora. Abre los ojos sorprendido al notar que había estado seis horas bailando sin cansarse ni un poco.
Apaga la música y lo guarda en el bolsillo de su uniforme con intensiones de salir del lugar en búsqueda de nueva información sobre su pequeño compañero.

El camino por los pasillos de la prision es interminable. Apresura sus pasos en dirección a su celda  y una vez allí abre la puerta

Una nueva sensación recorre su cuerpo al ver el interior. Una sensación que recuerda haber sentido solo una vez en su infancia al ver a su padre atravesar la puerta de su casa

Parado en el centro del cuarto se encontraba Joaquin, que al escuchar el sonido de la puerta no dudó un segundo en girar para observar a Marcos.

-hola.- susurró el menor.

-Joaco.- el rizado respondió adentrándose al lugar, cerrando la puerta. 

El abrazo que le dio dejó totalmente sorprendido  a Joaquín, quien no se esperaba ese recibimiento.
Al sentir los fuertes brazos a su alrededor no dudo en pasar sus brazos por el cuello  del más alto, cerrando los ojos mientras inhala el perfume de su compañero

-¿Estas bien? - preguntó el rizado.

-ahora lo estoy.

El rizado se separó del menor y tomó su rostro entre sus manos

-¿Qué te sucedió en el rostro? ¿Que te hicieron?

-Nada, no te preocupes. Estoy bien

-Joaquin.- el semblante de Marcos había cambiado por uno más serio

-Los guardias me dieron la lección.-Dijo haciendo gesto de comillas en la última palabra

-malditos.- susurró  en respuesta

-lo bueno es que ya estoy libre. Gracias por haberme alimentado estos días

-ya deja de agradecer.- dijo con una sonrisa en su rostro

-Lo siento, es que no tenias que hacerlo, aun así lo hiciste.

-claro.- respondió y al notar la cercanía en la que se encontraban dio un paso hacia atrás, aclarando su garganta.

-¿Estabas ejercitándose?

-no, estaba por ahí. ¿Tienes hambre?- desvío el sentido de la conversación.

-no, ¿Y tú?

-no... respondió simplemente

-oye.- Pronunciaron ambos al mismo tiempo.

-dime.- se paresuro a decir joaquin

-iba a preguntarte si necesitabas tomar un baño. Puedo hacer que abran las duchas

mi pequeño prisionero  | EmiliacoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora