achtzehn

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El primero en despertar fue Emilio. Otra vez había logrado dormir plácidamente. Junto a Joaquin.

Joaquín... su pequeño... el beso de la noche anterior aún seguía vivo en sus labios, el recuerdo de los labios dulces presionados contra los suyos le hizo sonreír.

Los rizos del menor le causaba cosquillas en su cuello. No podía dejar de mirarlo.

La belleza de Joaquín lograba atraer toda su atención. Se encontraba cautivado por aquellas mejillas suaves, con vello muy poco creciente y disparejo.
Le parecía totalmente precioso, su pequeña nariz se veía muy delicada, al igual que sus párpados, adornados con aquellas largas y tupidas pestañas.

Adoraba apreciar cada detalle de su rostro.

Incluso sus imperfecciones le parecían bonitas.

Sus dedos acariciaban lentamente sus pómulos y su mandíbula pronunciada cuando un ruido sutil desde la puerta llamó su atención, la cabeza de Diego se adentró al cuarto.

-Oye

-Sh.- lo calló Emilio, mirando a Joaquín quien seguía durmiendo profundamente.

-lo siento, te necesitamos para avanzar con el caso de las drogas, ¿Puedes?

-Dame un minuto

-va, te veo al rato.

Joaquín seguía profundamente dormido cuando Diego cerró la puerta.
Marcos no quiso separarse de él,  se sentía muy cómodo en su compañía; pero realmente necesitaba resolver la situación.

Lentamente deslizó su cuerpo separándose del menor y se puso de pie. Al mirarlo, Joaquín se removió en su cama al sentir el vacío, sin embargo siguió dormido. Estaba muy cansado

***

Joaquín

Desperté  tratando de recordar si había soñado con los labios de Marcos sobre los mios o si realmente había sucedido.

Seguramente eso había sido. Sólo un sueño.
No había descansado en dos largos días, quizás eso influyó en sus pensamientos.

No era posible que Marcos y yo nos hayamos besado... ¿O si?

Marcos... no se encontraba en el cuarto. Nada había cambiado.

Eso confirma mi teoría. Solo había sido un sueño. Un sueño cruel. Mi cabeza había usado mis deseos en mi contra, creando cuna ilusion hermosa y a la vez dolorosa.

Marcos era el mismo. Por las noches dormía conmigo pidiéndome que no haga preguntas y en el día se aleja de mi como si nada hubiera pasado.

Hoy seguia siendo igual, nada había cambiado.

Sentí un vacío en mi interior, el nudo en mi garganta presionaba de tal forma que sentía que me costaba respirar.

Tenía una mínima esperanza de que tal vez sea diferente.

*

Me acerqué a las duchas y estaban repletas, habían largas filas de reclusos esperando su turno.
En el poco tiempo que estuve aquí, pocas veces había visto  una situación así.
Por lo general, los presos sólo se reúnen en el comedor. No en las duchas.

Siguiendo mi camino por el pasillo pude prestarle atención a la relación entre los internos.

Algunos de ellos sólo hablaban entre sí, otros se molian a golpes en el suelo, otros se besaban.

mi pequeño prisionero  | EmiliacoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora