achtundzwanzig.

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Las yemas de sus dedos logran sentir la suavidad de la piel de aquel hombre que provoca tanta felicidad dentro de él.

La suave brisa de su respiración junto al rostro de su pequeño logra mover aquellas tupidas pestañas que decoran sus párpados.

Joaquin sintió suaves caricias en su mejilla y abandonó sus sueños para volver al mundo real, donde su compañero de celda se encontraba abrazandolo, acariciando su rostro. Poco a poco abrió sus ojos, encontrándose con la dulce mirada de Emilio,  lo que le provocó una sonrisa inmediata.

—Buenos días, pequeño — pronunció Emilio dejando un beso sobre su frente.

—Hola — con una sonrisa, Joaquin escondió su rostro en el cuello del mayor.

Ambos acostumbran disfrutar de la presencia del otro al dormir. La sensación de comodidad al dormir abrazados, con la cabeza apoyada en el pecho del otro; es lo las reconfortante que podrían encontrar al dormir.

—¿Sabes?, eres bonito cuando duermes —  hablo Emilio  mientras acariciaba los pequeños rizos que apenas estaban apareciendo en la cabeza del menor—. Bueno, siempre lo eres; pero al dormir lo eres aún más.

—Oh, ya basta. ¿Cuándo despertaste? —rió.

—Hace mas de media hora.

—¿Estuviste todo el tiempo mirándome?

—No, estaba haciendo algo. Pero quise despertarte.

—¿Qué hora es? Tengo hambre, hay que ir a desayunar — Joaquín dijo mientras se separaba de los beazos de Emilio, incorporandose en la cama.

Emilio detuvo las intenciones de Joaquin, y lo abrazo por la espalda, ya sentados sobre la cama.

—Usted, señor Joaquin Bondoni, hoy tiene una cita. ¿Desea pasar un día entero junto a su servidor?

—¿U-Una cita?

—Si. Estuve pensando y realmente quiero olvidar todo, ser sólo tú y yo. Organicé todo para este día estar juntos, lejos de toda las personas que vemos a diario. Aunque, si no quieres, lo entenderí...

—Claro que quiero — interrumpió —. Quiero pasar todo este día contigo, Emilio.

Era una mañana especial. Ambos dentro de su celda se encontraban sonriendo dentro de su burbuja; en ese momento no importan los problemas legales que afrontan día a día, no importa el sufrimiento de los días anteriores. Tampoco importa lo que pasará.

Solo importan ellos.

—¿Quieres? —  Joaquin le ofreció a Emilio  una tostada con mantequilla. Ambos se encontraban sentados sobre una manta con almohadones que emilio había acomodado en el suelo de su celda

—Si, gracias.

— Recuendame darle las gracias a Mary por este desayuno. Es increible.

—De hecho, no fue Mary. Conseguí esto gracias a mi padre.

—Oh...

—Joaco, ¿Has hablado con tu familia? —preguntó luego de varios minutos en silencio.

—Si, hace pocos días vinieron a visitarme.

—Puedes usar el telefono que te he dado para llamarlas. ¿Sabes?

—No... de todas formas no lo tengo.

—¿Cómo que no? ¿Donde está?

—Allí — señalo hacia  su cama.

—¿En mi cama?

mi pequeño prisionero  | EmiliacoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora