dreiundzwanzig.

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Emilio pasó toda la noche y gran parte del día durmiendo, necesitaba esas horas de descanso para reponer sus energías.

-bonito...- Joaquín susurró en su oído mientras acariciaba sus  rizos

-mhm...-

-Emilio... lamentó hacerte esto, pero necesitas comer algo. Despierta, por favor.- poco a poco, Emilio fue abriendo los ojos.

-hola.- apenas se escuchó su voz adormilada.

-hola, Em. ¿Descansaste bien?

-Si... ¿Cuánto dormí? Siento como si hubiese estado años durmiendo.

-sólo fueron unas horas. Lamento despertarte pero necesitas alimentarte. Te traje sopa y spaguettis. No sabía si tu cuerpo aguantaría la pasta. Por eso la sopa. Tú decides qué comer.- gracias a los nervios, empezó a hablar muy rápido, trabándose con sus palabras.

-oye, Joaco. Está bien, con esto está bien. Gracias.-le regalo una sonrisa y el menor lo miro avergonzado mientras le dejaba la  bandeja con comida y agua sobre las piernas.

-¿Necesitas Algo?

-¿Tú has comido?-

-Aun no.- Lo cierto es que el menor fue al comedor a pedir comida par al y para Emilio. Pero Mary se disculpó y le entregó solo su parte. Le habían prohibido darle de comer a Emilio.

-Come conmigo, entonces.

-No, como crees. Luego iré por mi comida, tienes que alimentarte.

-Ve por ella entonces.- el menor ya no sabía qué decir

-n...no. Luego ire, Emilio.

-Si tu no comes, yo tampoco. Joaquín, sé cómo son las cosas aquí. Si me has traído esta comida, es la tuya. Sé que no te permiten alimentarme. O tú comes conmigo, o no como.

-Está bien.-aceptó de mala gana, tomando el plato de spaguettis que estaba sobre la charola.

Ambos empezaron a comer, Joaquín  comía lento, muy lento y muy poca cantidad; esperando así, que Emilio tome más comida.

-Sé lo que haces  Joaquin. Y ya empiezo a enojarme. Come.

-Necesito cuidarte. Necesito que comas para que estés bien. Dejame hacerlo. Necesito que me dejes cuidarte,  Emilio. Por favor.- pidió con sus ojos cristalizados.

La verdad es que aquellas palabras llegaron hasta lo más profundo del corazón del rizado. No se imaginaba poder conseguir esa preocupación por parte del menor. No entendía cómo  es que alguien tan noble como Joaquin se preocupaba y quería cuidar a alguien como... él.

-Está bien, Joaco. Pero también entiendeme. No puedo intentar ponerme bien, estar en perfecto estado si sé en a cambio tú te perjudicas. No lo puedo aceptar.

-Emilio estuviste en aislamiento muchos días, sin comer, sin beber nada. Yo no. No necesito esta comida, tengo lo suficiente en mi cuerpo, puedo aguantar hasta mañana. Tú lo necesitas, lo necesitas más que yo. Deja de ser tan terco.- ambos se quedaron en silencio, mirándose fijamente.

De repente el rizado comenzó a reír, mientras Joaquín sólo pudo mirarlo confundido.

Emilio comenzó a frotarse su estómago mientras reía a carcajadas.

-¿De qué te ríes?

-de... de...- No pudo hablar, se lo impedía la risa.

-Emilio...- reclamó Joaquín, pero el rizado sólo rió más.- ¡Oye!- exclamó  Joaquin, picando el estómago del mayor.

mi pequeño prisionero  | EmiliacoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora