sechsundzwanzig.

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hay conversaciones que simplemente se adentran a nuestra cabeza y no podemos dejar de pensar en ello, miles de recuerdos reviven en nuestra memoria. Como aquella conversación que tuvo con su madre cuando era pequeño. Aquella en la cual le dijo que él tenía el poder de decidir sobre todos y todos.

En su momento, no le creyó, incluso su mamá Mary escuchó aquella conversación y le repitió las palabras que le dijo hace unos minutos
"No siempre podrás decidir las cosas, Emilio. Nunca sabrás lo que pasará"

Y a decir a verdad, el consejo de su madre biológica apestaba. El decirle a su hijo de apenas 10 años que tenía el poder sobre todos y todo, no era lo ideal.

Recordaba cada pleito en su colegio, recordaba como todos le temían, él sólo quería tener amigos, solo quería ser como los demás. No quería tener el poder de decidir sobre ellos.

-Emilio, cariño. Yo sé que tu mami te ha dicho que podrías hacer lo que quisieras. Pero nunca esta bien lastimar a los demás, ¿Si? Yo que tu eres un niño muy bueno.- Decía Mary, acariciando las mejillas húmedas de Emilio.

-La maestra dijo que soy una mala influencia, escuche como le decía a otra maestra que no sabía que hacer conmigo. Ma, yo nunca hice nada malo; yo no fui quien golpeó a ese niño.  Lo juro, mami Mary, tienes que creerme. Yo no lo hice.

-te creo, bebé. Sé que eres un niño muy bueno, tranquilo.-luego de pronunciar esas palabras lo abrazó y besó su coronilla.

Tal y como había hecho momentos atrás.

Todos aquellos recuerdos se reproducían en su mente.

El tiempo pasó, ya no era aquel niño, pero internamente lo era, seguía reviviendo las mismas experiencias una y otra vez.

En el camino hacia su celda, pensó en cómo se sentía, pensó en cada cosa que le ocurrió, en cada sentimiento y no pudo saberlo. No pudo saber cómo se sentía realmente.

Se sentía feliz de tener a una mujer como Mary, quien lo ayudaba con sus abrazos y sus palabras, se sentía feliz por tener a su pequeño esperando por él en la celda; se sentía feliz por tener un amigo incondicional como Diego.
Pero no todo es de color rosa, y odiaba como se sentía; furioso, enojado, triste, encerrado.

Sentía  un dolor en su cabeza, claramente por sus pensamientos, no le hacía bien pensar tanto.

Al llegar a la celda, allí se encontraba Joaquín recostado en su cama. Al verlo inmediatamente se incorporó

-¿Te encuentras bien?- el menor preguntó. Emilio pudo notar que el enojo que Joaquin sentía antes de dejar la celda, ya había desaparecido.

-Si, estoy bien

-Em... olvide decirte, pero cuando dormias Diego vino a verte, dijo que necesitaba hablarte sobre algo importante.-Informó

-claro, iré a verlo.

-cuidate.- pidió Joaquín, causándoles una sonrisa al mayor. Emilio se acercó a Joaquín y besó su frente para luego dirigirse hacia la puerta.

-regreso pronto, bonito.- dijo antes de cerrar la puerta detrás de si.

Al llegar a la celda de Diego,  la cual se encontraba a pocos metros de la suya, golpeó la puerta.

-Marcos, que sorpresa. Nunca golpeas.-un sorprendido Diego abrió la puerta con una sonrisa burlona.

mi pequeño prisionero  | EmiliacoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora