°•Capítulo 5•°

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Narra James

Aparco el coche en aquel mirador abandonado. Me guardo las llaves en el bolsillo y camino hacia aquel acantilado, dejo la botella de alcohol en el suelo y miro hacia la ciudad.
Estaba atardeciendo y hacía un poco de frío. Me había pasado todo el día bebiendo en un bar cerca de la universidad.

No sé cómo me siento, no sé cómo sentirme. Me siento frustrado y con ganas de acabar con todo pero sé que ella me necesita, se que Dan me necesita y se que seguramente mi madre no le hubiese gustado la vida que estoy viviendo.
Peleas, alcohol, drogas, chicas, sexo...
Lo que estaría orgullosa es de haber tomado la decisión de ir a la universidad, se que es difícil pero con Madi podía ver mi futuro totalmente planificado, con Madi todo era más fácil y más sencillo de llevar.
Adoro cuando la hago enfadar o cuando la obligo a hacer cosas las cuales son absurdas pero ella aún así las hace.

Soy una persona fría y siempre he tenido claro que las curserías no eran lo mío, odio cuando una pareja se besa en público, pero siento que cuando conocí a Madi todos esos sentimientos de odio hacia el amor desaparecieron un poco. Recuerdo cuando me abrió la puerta con aquella camiseta larga, llevaba un cojín para taparse sus senos, no tengo palabras para describir lo que sentí. Realmente no estaba borracho, si te digo la verdad solo tomé un poco alcohol pero tenía la necesidad de subir a su habitación y verla de nuevo. Necesitaba que me mirase de nuevo con miradas de odio y miedo, sus defectos poco a poco se volvieron perfectos, aunque sigo odiando que sea tan planificada y tenga esa obsesión por el orden.

Con el tiempo fui dándome cuenta que no podía apartarme de ella, odiaba que Sam me llevase ventaja y aún más cuando conoció a Gabriel.
Mis sentimientos hacia ella eran extraños, apenas se cómo me siento diariamente.
Recuerdo que todo cambió cuando nos metimos en el mar. Su pelo mojado y sus labios fríos me llevaron al maldito inframundo, toqué su delicada cintura y miré sus frágiles ojos miel.

—¡Joder! —Grito tirando la botella por aquel acantilado.

Mis palabras rebotan formando eco y haciéndome sentir insignificante. Necesito que vuelva, necesito que me diga las cosas que hago mal, que se enfade, necesito a Madison aquí y ahora.

Después de pasarme horas en aquel el mirador llego al hospital. Es de noche, son las doce de la noche y seguramente no me dejarán pasar a la habitación.
Puedo ver como en el mostrador no hay nadie y no dudo ni un segundo en pasar hacia los ascensores y subir hasta la segunda planta.
Todo estaba vacío y un silencio inunda todos aquellos blancos y aterradores pasillos.

«Doscientos tres» Dice mi subconsciente mientras camino por el pasillo.

Puedo ver como una enfermera sale de una de las habitaciones y no puedo evitar correr hacia una sala de espera y mirar la máquina dispensadora. Disimulo mientras le doy al cristal y miro todas las chocolatinas y dulces que hay.

—¿Se a quedado atascado? —Me volteo a gran velocidad.
—Emmm —La chica suelta una sonrisa y camina hacia la máquina.
—Tranquilo es normal, muchos clientes se quejan de que se traga el dinero y no suelta nada —Asiento viendo cómo mete una llave y baja un pequeño paquete de chocolatinas.
—Aqui tienes —Suelto una mueca forzada y cojo aquellas chocolatinas.
—¿Y qué haces aquí? —Trago saliva y miro sus ojos azules y su bata blanca.
—Mi hermana a tenido un accidente y... —La chica asiente.
—¿La chica de la doscientos tres? —Trago aún más saliva y asiento.
—Soy la que le trae la medicina —Toco aquella pequeña bolsa y levanto la mirada.
—Bueno gracias —Farfullo caminando de nuevo hacia el pasillo.
—¡Espera! —Sigo caminando.
—¿Quieres que tomemos algún café o algo? —Me paro en seco y me volteo extrañado.
—No —Respondo frío.
—Oh vamos lo necesitas y podrás quedarte —Suelto una carcajada sarcástica.
—¿Me vas a impedir quedarme? Es mi hermana, somos familia —La chica suelta una sonrisa.
—Se que no eres su hermano, Madison solo tiene una hermana —Abro los ojos impresionado y la chica camina hacia el ascensor.
—Se la vida de mis pacientes —Me guiña el ojo.
—¿Descafeinado? —Gruño enfadado y camino tras ella.

No quiero tener una conversación con esta enfermera, no la conozco y todo el mundo sabe que no me gusta hablar ¡Odio esto!
Un silencio incómodo inunda aquel ascensor.

—¿Eres? —Ruedo los ojos.
—James —Gruño.
—Yo soy Anna —Asiento sin darle importancia.

El ascensor se abre y caminamos hacia la cafetería, Anna saluda a las medicas que pasan por su lado las cuales me miran de arriba a abajo.

Una vez hemos llegado a la cafetería nos sentamos en unas sillas de madera al igual que la mesa. Observo a Anna, tiene unos grandes ojos azules y su pelo es oscuro.

—Aqui tienes el tuyo —Dice trayendo dos vasos de una pequeña máquina

Asiento dándole un sorbo a aquel asqueroso café el cual sabe a agua.

—¿Bueno, me vas a seguir mintiendo? —Me encojo de hombros.
—No le cuento nada sobre mí a nadie —La chica rueda los ojos.
—¿Eres su novio? —Ruedo los ojos y miro hacia otro lado.

La chica asiente y mueve su café lentamente observando mis tatuajes.

—¿Que significan las llamas? —Miro mis tatuajes.
—¿Puedes dejar de preguntar? Odio eso —Anna me mira dolida y le da un sorbo a su café.
—No tienen ningún significado —Murmullo enfadado al ver que aparece un cortante silencio.
—¿Y ese? —Señala los dos puntos de mi muñeca.
—Mi madre y mi padre —La chica asiente observando los puntos.
—Me gustan —Escondo mis brazos debajo de la mesa y la observo molesto.
—Se acabó el espectáculo —Anna rueda los ojos y gruñe.
—Eres muy borde James —Suelto una mueca forzada y sarcástica.
—Lo sé —Me limito a contestar.

Ella se termina su café y mira su reloj.

—Solo faltan dos horas para acabar mi turno —No me importa.
—Vale —Digo mirando hacia otro lado.
—¿Quieres que... no sé... quedemos algún día? —Niego.
—No gracias —Me levanto de la mesa y puedo ver como se levanta a la misma vez.
—Y te dejo venir todas las noches —La miro de arriba a abajo y decido caminar hacia el ascensor.

Oigo sus pasos detrás de mí mi me hierve demasiado la sangre. Su voz me desconcentra y siento una tensión demasiado extraña entre nosotros.

—No se puede subir cuando no es hora de visita, pero yo te dejaré —La chica camina hacia mí rápidamente.
—Está bien —Digo mirando sus ojos.
—Pero no te hagas ilusiones —La chica rueda los ojos y ve como entro en el ascensor.
—Oh vamos —Ríe.
—¿Como me iba hacer ilusiones? —Dice entre carcajadas nerviosas.
—Adiós —Le suelto viendo como el ascensor se va cerrando lentamente.

Creo que esto no va a salir muy bien.

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Hola preciosxs!!

Siento no haber subido durante un tiempo pero tengo demasiados problemas y no subiré tan seguido como siempre. No dudéis nunca de que he dejado de escribir porque eso en la vida pasará. Solo necesito un tiempo para solucionar problemas de fuera y volver a este maravilloso mundo el cual me tiene totalmente enamorada.

Os pido perdón y espero que lo entendáis, os quiero demasiado.

¡¡Un beso!!

Peligrosamente Inevitable® ✓ (2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora