Esa mañana, como cada lunes y miércoles, la joven se levantó más temprano de lo usual, se enfundó sus botas y sus guantes y se marchó al instituto. Necesitaba despejarse un poco. Con todo el descubrimiento de que la muerte de Jason había sido un asesinato, los recuerdos de la muerte de su madre habían vuelto a atormentarla en sueños.
El conserje la dejó entrar y, en el gimnasio que usaba el equipo de lucha se dedicó a entrenar sus movimientos de boxeo. La ayudaba a no pensar, a no sentir. Con las manos desnudas contra el cuero del saco, con las punzadas en los nudillos y la adrenalina en las venas, casi se olvidaba del dolor de su pecho.
—¿Mack? —oyó como a lo lejos.
Pero su mente estaba absorta en otra cosa. En su cabeza, los recuerdos del auto dando vueltas por los aires, de su madre cubierta de sangre, el olor a humo y gasolina en el aire. Golpeó más fuerte mientras las lagrimas traicioneras caían por su rostro sin que se percatase.
—Mack, basta —pidió la voz de Archie a su espalda—. Vas a hacerte daño.
Pero Mackenzie no escuchaba, golpeaba una y otra vez el saco de boxeo, descargando toda su ira contra él.
—¡Mack! —la llamó Archie una vez más, pero al ver que esta seguía sin inmutarse se acercó y la tomó por la cintura, alejándola del saco de boxeo—. ¡Detente!
—¡Suéltame! —le gritó, tratando de resistirse.
Pataleó y se removió entre los brazos del pelirrojo pero fue inútil. No iba a soltarla, la agarraba con fuerza contra su pecho, rodeándola con los brazos y manteniendo los de ella atrapados entre estos, impidiéndole soltarse.
—¡Déjame en paz! —le gritó mientras sus pataleos inútiles se hacían cada vez más débiles. Hacía rato que lloraba y su voz se quebraba cuando trataba de decir algo—. Déjame sola... No...
Pero Archie no la soltó, no hasta que hubo comprobado que la morena se tranquilizaba del todo, que no iba a golpearlo o a echar a correr en cuanto la soltase. Porque era capaz de golpearlo, de eso estaba seguro.
Cuando la soltó, Mackenzie se dejó caer en un banco del gimnasio, y sin mirar al pelirrojo tomó una botella de agua fría y se la bebió de un trago.
—¿Puedo saber qué demonios hacías? —preguntó Archie negándose a marcharse sin una explicación.
—¿De qué hablas? —dijo la morena distraídamente, pero bajando la mirada en un innegable gesto de vergüenza.
—¿De qué hablo?—Archie se acercó y se sentó a su lado, obligándola a encararlo. Con delicadeza le tomó la mano y observó sus nudillos amoratados y llenos de cicatrices que habían empezado a abrirse—. Mira tus manos, Mack. ¿Por qué te haces esto?
Pero Mackenzie no respondió, en cambio se puso en pie y se dirigió al vestuario de chicas. Archie, sin impórtale, la siguió. No pensaba hacer como si nada y dejarla en ese estado. Había llegado esa mañana temprano para ponerse a entrenar y se había encontrado con aquello, no podía simplemente ignorarlo.
—Mack, háblame —insistió el pelirrojo mientras veía como la muchacha sacaba un botiquín y lo colocaba sobre un banco—. ¿Desde cuándo te haces daño?
—No... No me hago daño.
—Oh, vamos, eres perfectamente consciente de que te lastimas y aún así lo haces. Puede que no te estés cortando, pero esto—levantó su mano para que se mirase los nudillos reventados—, esto es hacerse daño.
—Bueno, en vez de tratar de darme lecciones igual deberías meterte en tus asuntos —se defendió observándolo por fin, con una mirada cargada de recelo—. ¿Crees que no nos hemos dado cuenta de que te has enfrascado en tus entrenamientos para el equipo solo para evitar pensar en lo que pasó con Grundy? Cada uno tiene lo suyo.
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Lost Stars. Archie Andrews ☾
Fanfiction"Todos somos estrellas perdidas tratando de brillar en la oscuridad" Riverdale. Esa pequeña ciudad aparentemente inocente y segura, donde todos se conocían y todo parecía perfecto. Esa ciudad llena de secretos, llena de sombras, mentiras y farsas bi...