PARTE 14.

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Su padre la dejó salir pronto del trabajo en la tienda (si es que se le podía llamar trabajo, no le pagaban). Con solo decirle que tenía que hacer un trabajo para clases bastó. Si hubiera sabido que era tan fácil.

De todos modos, la última semana había estado pasando las tardes ayudando en la tienda y, a pesar de lo que hubiera podido parecer en un principio, la experiencia estaba siendo bastante entretenida. Apenas hablaba con Chris en el instituto, no porque no le agradase sino porque había empezado a tomarse en serio las clases y a ponerse al día y apenas pasaba tiempo con nadie. En la tienda, en cambio, se relacionaban bastante. Sí, era un pesado, siempre diciéndole cómo hacer las cosas o corrigiendo sus fallos, solo porque sabía que le irritaba; pero era, al fin y al cabo, un buen chico. Se pasaban las tardes en la tienda trabajando, pero cuando su padre salía y no entraban clientes se sentaban en los pasillos y, apoyados en las estanterías, escuchaban canciones. Él le enseñaba sus grupos favoritos y ella los suyos.

Se habían conocido bastante en pocos días. Chris se había mudado a Riverdale un par de años atrás, era un friky de la informática y trabajaba en la tienda para poder conseguir dinero para las piezas de los ordenadores que él mismo montaba. Aún así, la morena no podía evitar pensar que había algo más detrás de todo aquello, porque su padre lo tratada de un modo especial, como si se preocupase por él cada vez que se iba a casa después de que cerraran a tienda.

Mackenzie llegó a casa de Archie pasadas las seis de la tarde. La puerta estaba abierta. El padre de Archie debía estar por ahí, siempre, desde que eran pequeños, se dejaba la puerta abierta cuando andaba arreglando cosas por la casa. No era que les preocupase que entraran robarles, era un barrio, y en general un pueblo, muy seguro. Al no verlo dudó si llamar o no, pero Vegas, el perro de Archie, salió a saludarla. Se acercó a ella corriendo, agitando la cola con alegría, como si la recordara de cuando solo era un cachorro.

—Hey, Vegas —lo saludó rascándole las orejas. Era tan adorable—. ¿Sabes dónde está Archie?

Y como si hubiera entendido su pregunta el perro ladro, reconociendo el nombre de su dueño, y llevó la vista hacia las escaleras. Mackenzie subió, guiada por el sonido de los acorde de guitarra del pelirrojo.

Arriba, había dejado la puerta de su cuarto entre abierta. Estaba sentado en el suelo, usando su cama de respaldo, con un montón de hojas tiradas en el suelo y tocando la guitarra.

A pesar de la puerta entre abierta, Mack tocó, llamando la atención del muchacho.

—Mack —dijo sorprendido y con una ligera expresión de desconcierto.

—Hola, compañero. Me parece que tenemos un trabajo de historia que hacer —indicó con una sonrisa, ignorando el recuerdo de todo lo ocurrido esa mañana: que la hubiese visto totalmente rota y vulnerable, que luego la hubiese visto tímida y sonrojada.

—Oh —dijo y su rostro de iluminó con comprensión—, olvidé llamarte. En realidad... no creo que hoy pueda adelantar nada —continuó algo avergonzado—. Valerie me consiguió una cita con un productor. Fui a verlo esta tarde pero quiere que tenga todas mis canciones en partituras para mañana. Notación musical, nada de acordes. Jamás lo había hecho. Voy a tardar toda la noche. Siento haberte hecho venir hasta aquí.

—No hay problema —asintió la muchacha—. Aunque, ya que estoy aquí, ¿me enseñas algo de tu música?

Archie asintió sonriente y le hizo un hueco en el suelo para que se sentara.

Mackenzie cerró los ojos mientras Archie tocaba suavemente las notas en la guitarra y empezaba a cantar.

Al cabo de unos segundos alargó la mano para coger un trozo de papel y un lápiz y garabateo algo que el muchacho no pudo ver.

Lost Stars. Archie Andrews ☾Donde viven las historias. Descúbrelo ahora