Hasta que la muerte nos separe

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Contemplo las llamas que envuelven mi diario. He decidido quemarlo porque todo lo que he escrito en él ha quedado en el pasado y no volveré a escribir más esa historia tan triste de Elsa Arendelle, porque aquella niña se ha consumido dentro del calor del fuego envuelta en sus lamentables palabras.

El libro se consume por completo frente a mis ojos en la chimenea de la habitación, una inversión innecesaria de Tadashi. Respiro el aroma de la libertad y sonrió victoriosa incluso antes de llevar a cabo mi plan.

Un cigarro se mantiene en mis labios encendido por las llamas de mi diario. Disfruto al máximo la sensación adictiva del tabaco. Cuando era joven negaba una y otra vez que sería capaz de hacerle daño a mis pulmones de esa forma, pero ya no me importa, porque esa joven quedó en el olvido. La Elsa que decidió fumar por primera vez es una mujer fuerte y valiente que no volverá a llorar nunca... Nunca.

Me aparto de la chimenea y camino hacia mi guardarropa. De allí saco un sencillo vestido blanco, de tiras y que me llegaba hasta las rodillas. El vestido que utilicé el día de nuestra noche de bodas, una belleza, que reservé solo para este día. Significa pureza e inocencia, me quedará genial.

Lo deslizo sobre mi cuerpo sintiendo su suavidad, era vaporoso y me hacía ver como una princesa, bueno... Eso veía en el espejo. Decidí arreglarme un poco con algo de maquillaje y dejé caer mi cabello rubio sobre mi espalda, tenía que verme fresca y tranquila para él.

Sujeté con mi mano sana el arma de fuego y le apunté a la Elsa del espejo. Ella tenía que desaparecer porque era una ilusa y una mujer muy débil. Sin embargo, no podía llamar la atención de los empleados de la casa o arruinarían mi show, así que dejé vivir a esa chica, por el momento.

Me asomé por la ventana, observando cómo las gotas de agua caían desde el cielo. Ya era de noche y la tormenta aún no cesaba, cada vez era más salvaje hasta el punto de arruinar el servicio eléctrico en la mansión. Todo estaba demasiado oscuro, un punto a mi favor.

La luz de un par de farolas iluminó mi rostro. Era Tadashi que acababa de llegar en su auto último modelo. Tuvo que cubrirse con su paraguas del agua al salir del auto para no arruinar su perfecto peinado.

Lo esperé pacientemente, sentada sobre una silla con el arma tras mi espalda. Cuando escuché la puerta abriéndose mi corazón comenzó a golpear mi pecho con fuerza. El momento había llegado y no podía estar más nerviosa. Relami mi labio inferior en espera de mi amado esposo.

Él se me quedó viendo desde el marco de la puerta.

—¿Y ese vestido? —preguntó acercándose a mí.

Apreté el arma a mi espalda. Sonreí para disimular. Él se detuvo a escasos metros de mí.

—Lo escogí para esta noche tan especial —pestañeo, seductura.

Me levanté de mi lugar, manteniendo el revólver a mi espalda. Caminé hasta la puerta y le puse seguro, con cuidado de que él no se diera cuenta de mis intenciones. Regresé a su lado con una sonrisa lobuna pintada en mis labios.

La luz de los rayos que caían a la tierra se metió por la ventana, iluminando nuestros cuerpos. Decidí dejar abierta la ventana para recibir el frío de la noche.

—¿Qué tiene de especial esta noche? —dijo Tad, deteniendo su mirada en el despedazado Olaf.

—Que será la última para ti —revelé.

Otro trueno resonó a nuestro alrededor.

Tadashi giró como un resorte para mirarme a los ojos, solo que se detuvo en el arma que yo sostenía en lo alto y que apuntaba a su cabeza. Retrocedió por primera vez asustado y eso me causó tanta fascinación, que llenaba el vacío que habían dejado sus crueles palabras en mi corazón.

Presa De Mis Sentimientos [Jelsa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora