Admitirlo resultaba un poco vergonzoso, e incluso podría clasificarse como extraño para algunos, pero sentía cierta satisfacción de ver sus lagrimas caer, le encantaba, era una pequeña manía, deliciosa, no es que le gustara verla llorar, sin embargo lucía adorable cuando lo hacía, con sus mejillas sonrojadas, los ojos levemente hinchados y sus manos aferrándose a las sabanas en una clara evidencia de su sufrimiento.
Ella era su pequeña niña, que no crecía, que aun se emocionaba con regalos tan simples como una carta, la saboreaba en su lengua todos los días, ese sabor tan dulce, y podía mirarla fijamente por horas. Adoraba escuchar su voz incluso si era la misma anécdota una y otra vez. L sabía que Misa nunca dejaría de amar a Light o lo que fuese que sintiese por él pero el no se sentía mal de ser su pañuelo de lagrimas.
-Ojalá pudiese ser tan perfecto como el príncipe de la Bella- Soltó un sonoro suspiro soñador dando un pestañeo.
-Creer en esa clase de historias es infantil- Dijo L para hacerla enojar.
-¡Oh vamos! A estas alturas se que todo es infantil para ti, así que agradezco que aun así aceptes ver estas películas conmigo.
Porque en su corazón había un hueco, tocarla es como espinarse, una sensación que nunca se irá, y como masoquista quería más. Ella lo mantiene vivo, una sonrisa es la suficiente energía para el día, la semana, probablemente era la única persona de la que toleraba sus lloriqueo sin hartarse porque resultaban encantadores. Todo que el es un hombre, un hombre que se ha enamorado de la novia de su "mejor amigo", que tan desgraciado necesita ser para que esto fuese de mal en peor.
-Sal conmigo.
-¿A dónde?- Ella lo miro curiosa.
-Me refiero a que seas mi novia.
-Creo que sabes mi respuesta, amo a Light.
Era mejor incluso cada día, o por lo menos eso pensaba, porque el sabía o creía que mientras mas la lastimará Light y el estuviese ahí para consolarla, se daría cuenta de sus sentimientos. Siempre estaría detrás de ella, solo un paso atrás, cuando la miraba se sentía herido. Cuando llegué el momento el se irá, probablemente no podría sostenerla otra vez, no podía deshacerse de ella, si tan solo su mirada fuese alguna vez viendo mas allá de a un simple amigo todo sería mejor, con esa mirada furtiva, porque si ella fuera su pequeña niña haría todo lo que estuviese en sus manos por hacerla feliz, probandola como una droga constante, siempre teniéndola en su mente, todo acerca de su belleza y fragilidad. Sería capaz de irse lejos, dejar todo y empezar de cero si ella así lo quisiese, cortarse el cabello, comer saludable, vestirse más atractivo, hacer ejercicio, es loco lo que haces por amor pero el sabía cuanto le importaban esos pequeños detalles a Misa, porque su corazón seguía con la pureza de un ser inocente y sin embargo era algo a lo que nunca podría acceder ni por todo el dinero del mundo. ¿ No se saldría de su cabeza?
- Te debes ir, ya es de noche y se vería mal que te quedases en mi habitación.
-Hay cámaras, no tendrían porque pensar mal, somos amigos.
-¡L! Ante todo soy una dama respetable, así que adiós- Ella sonrío radiante porque sabía que Light no tardaría en llegar- Mañana toca karaoke, ensaya.
Lo jalo hasta la puerta cerrándole básicamente la puerta en la cara, aún así se permitió sonreír, porque sabía que mañana sería otro día en el que podría estar cerca de ella, siendo parte de su día y causándole sonrisas incluso si su corazón jamás será suyo. Lo único que quería ahora, es que cuando llegase Light la hiciese llorar, ocurriría lo de siempre, Light se iría molesto dejándola llorando sola y el entraría a consolarla con abrazos y palabras de cariño, el único momento en el que ella las aceptaba juntos con un abrazo y tal vez un beso en la frente.
-Ve y llora Misa, nadie lo hace como tú.