6. Una cita

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Luego de la incómoda interrupción por parte del maestro Kenway, Shay y Arno apenas y hablan tenido tiempo de estar a solas y poder terminar el asunto de su reencuentro. Al menos, Haytham pareció no tomarle demasiada importancia al asunto de que casi se besaban; de hecho, solo advirtió a ambos, que no permitieran que el sentimentalismo y esas cosas, nublaran su juicio o les distrajeran de sus tareas.

Aunque otra cosa muy distinta fueron sus actos, pues prácticamente toda la semana, estuvo enviando a Shay a completar tareas que le demoraban bastante; y aunque podía decirse que, el maestro Kenway estaba celoso, no había nada más alejado de la verdad que eso. Realmente, su único conflicto, era que tenía a Arno en el mismo estima que a Connor; para él, ambos eran sus hijos, así que lo único que no le hacía gracia era imaginar a Shay y a Arno de otra manera que no fuese como hermanos, después de todo, recordaba a ambos mucho más pequeños de lo que eran en la actualidad.

De cualquier manera, el fin de semana ambos lo tuvieron libre, o al menos el viernes por la noche; aquello, Shay lo debía agradecer a la intervención de Charles Lee en el asunto, y que, por alguna razón este siempre lograba doblegar la rígida voluntad de Haytham.

La mañana del viernes, Arno encontró una nota, cuidadosamente doblada, que había sido deslizada por su puerta; tras desdoblar el papel, sonrió como un auténtico idiota al reconocer la poco agraciada letra del irlandés; y a las seis de la tarde, como indicaba la nota, se encontraba bastante alegre, aguardando por el mayor, mientras observaba una vez más “El Padrino” en compañía de Connor y Cesare.

Cuando escucharon las pisadas de Shay, quien descendía de los dormitorios a la sala. los chicos detuvieron el largometraje y rápidamente revisaron el aspecto de Arno; arreglaron bien el cuello de su camisa y las solapas de su chaqueta azul, además, Cesare le hizo el favor de quitarle la pajarita con la que, en su opinión, se veía bastante ridículo.

—Arney ¿estás listo? —Preguntó Shay sonriendo, lo único que logró observar era como los tres chicos intentaban acomodarse en el sofá y actuar lo más natural posible.

—Oh, lleva meses estándolo… —Cesare dijo en su ya característico tono burlón, ganándose una mirada desaprobatoria de Connor, además de un ligero codazo en las costillas.

Una vez fuera, Arno sujetó con cierto nerviosismo la mano de Shay, el mayor sonrió al notar como el francés estaba frío y tembloroso, buscando relajarlo se plantó frente a él, y sujetando delicadamente su mentón, se inclinó a presionar un casto beso contra sus labios. El primer beso; Arno jamás imaginó que se sentiría de aquella manera; aún si sólo había sido un casto roce, bastó para hacerle experimentar numerosas sensaciones. La sonrisa que puso, indicó a Cormac, que aquello había sido buena idea.

Lo cierto, es que lo único que salió bien en la cita, fue ese primer beso; aquel que dejó a Arno aún más eufórico que cuando el maestro Kenway le felicitaba al final del entrenamiento, y a Shay sintiendo un extraño revoltijo en el estómago.

—¿A dónde iremos? —Preguntó Arno finalmente, luego de haber pasado algunas cuantas calles más allá del centro de la ciudad. Shay mantuvo la mirada clavada al frente, pero curvó los labios en media sonrisa.

—Bueno, es nuestra primer cita, aquí no nos detendremos, eso te lo aseguro. Al menos no esta noche —Replicó Cormac, notando que Arno estaba mirando con cierto nerviosismo el hotel junto al que pasaban; aquello extrañamente relajó al francés; después de todo, su experiencia relacionadose románticamente con alguien era nula, casi contrario a Cormac; sabía bien que en algunas de sus misiones había tenido alguno que otro encuentro con Gist, aunque nada romántico, aquello era más bien por satisfacer necesidades más que otra cosa.

—Es aquí.

Finalizó luego de un par de calles más; Arno parecía bastante emocionado al ver que se trataba de un restaurante de estilo francés, con una pinta modesta y sumamente acogedora.

—Es encantador, Shay… ¿desde cuando tenías planeado esto? —Preguntó Dorian al entrar al restaurante; dejándose guiar por el mayor hasta una de las mesas, a la zona más apartada dentro del local; tomó asiento frente al irlandés y sujetó sus manos; afortunadamente el nerviosismo y los temblores habían disminuido notablemente.

La explicación de Shay se vio interrumpida por el mesero que se acercó a entregar las cartas con el menú; pero luego de ello, tuvieron bastante tiempo para hablar con comodidad. Durante la cena intercambiaron algunas anécdotas que no habían tenido oportunidad de contar, también hubo algunas sutiles y ocasionalmente accidentales caricias y bastantes halagos. Al terminar, Shay estaba dispuesto a volver a casa con Arno, pero el menor insistió con ir al parque y pasar un rato junto; petición que no fue capaz de rechazar.

Shay no recordaba haber subido a un columpio con anterioridad; el tiempo que pasó en la hacienda Davenport bajo la tutela de Aquiles, no fue precisamente una época en la que pudiera darse los lujos de vivir como un niño normal; todo se limitaba a entrenar para enfrentarse a los templarios, aún si después se convirtió en uno de ellos; pero, en ese momento, estando junto a Arno sobre el curioso juego, experimentaba una sensación de felicidad que no se compraba a ninguna experiencia previa.

Betrayer [Arno x Shay]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora