3. Celos

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Cuando Haytham conoció a su hijo en persona, fue un momento particularmente incómodo para todos, especialmente, por el hecho de que todos tenían al maestro Kenway en el concepto de un hombre mesurado y racional, así que la imagen de una figura paterna y él, resultaban algo difícil de asociar; a menos claro, que se tratase de Arno. Con el francés solía ser bastante complaciente. El joven Kenway pronto entabló amistad cercana con Arno, quien, para ese entonces, ya contaba con catorce años y una cicatriz que atravesaba su rostro, dándole un aspecto ligeramente amenazador; y si bien Connor tenía más bien un aspecto adorable, su altura lograba ser intimidante.

Shay fue el último en enterarse de la llegada del nuevo miembro de la orden; pues cuando Connor llegó, él se encontraba en París completando algunas cuantas misiones, que se extendieron más de lo que le hubiera gustado. Notó la presencia del joven Kenway en el momento en que salió al jardín de entrenamiento y el sonido no cesó. Regularmente, Arno dejaba sus labores para correr y saludarlo, incluso si se llevaba después un regaño por parte del maestro Kenway. Esta vez oía los jadeos y respiración entrecortadas no de una, sino de dos personas. Entonces, alzó la vista solo para observar a Arno rendido en el suelo, forcejeando con un chico aparentemente de su misma edad, quien sin ningún esfuerzo lo mantenía sometido.

-¿Celos de no ser el centro de atención de Dorian esta vez?

La voz detrás de él le provocó un pequeño sobresalto, del que rápido se recuperó y se apresuró a negar un par de veces; incluso con el rostro cubierto por el ala del sombrero, se podía adivinar la sonrisa de Christopher.

-No es eso, Gist. No necesito ser el centro de atención de Arno, pero creo que no es mucho pedir que el mocoso se acerque y salude luego de más de seis meses sin verlo. Además, me debe un abrazo...

Intentó sonar objetivo y distante, a lo que su amigo sencillamente se echó a reír sin poder evitarlo; dio un par de palmadas al hombro del irlandés con la diestra.

-Cierto, tu abrazo de cumpleaños... creo que eso tendrá que aguardar hasta que...

Un sonido seco interrumpió a Gist; ambos hombre llevaron la vista de regreso a la arena; Shay sonrió con orgullo al ver que Arno había conseguido derribar al piso al otro chico.

-Terminen el entrenamiento.

Puntualizó, señalando al francés, quien estaba rodeado por una capa de sudor y polvo, aunque a la distancia a la que se encontraban era algo difícil de notar.

Aunque a Shay le hubiese gustado quedarse y observar el resto del combate, su presencia fue requerida por Haytham; al menos eso informó un alegre Thomas, quien atravesaba el pasillo con una botella en mano, como era propio de él; Cormac se vio obligado a ir al despacho del maestro Kenway, eso sí, con una incómoda sensación en el pecho tras haber sido totalmente ignorado por Dorian.

Una hora más tarde ya se encontraba en el comedor, bastante ajeno a lo que sucedía en su entorno, la reunión con Haytham había resultado aún mejor de lo que podía esperar, pero, entre los informes y las instrucciones del maestro, no tuvo oportunidad de preguntar quién era el chico nuevo; el pensamiento estuvo dando vueltas por su cabeza, ignorando por completo a Cesare, quien le invitaba a unirse a una partida de billar con Élise y Lucrecia.

-¿Shay?

Aún sin verlo, reconocía esa voz. O al menos lo intentaba, pues el dulce timbre de voz de Arno había cambiado a algo más duro. El chico se acercó un poco más y finalmente rodeó el cuello del mayor con sus brazos, aunque sintió a Shay ponerse tenso bajo su tacto.

-Arney... al fin te desocupaste...

El tono del irlandés resultaba distante, aún así, el ánimo de Dorian no decreció, de hecho, sonrió de lado y se plantó frente a él.

-Lo siento, estaba ocupado con Connor... es el hijo del maestro Kenway.

Rápidamente presentó al moreno que se encontraba a un par de pasos, distraído con una de las pinturas que adornaban la pared. Cormac palideció sutilmente, la noticia lo tomó por sorpresa, pero, no por tratarse del hijo del maestro Kenway disminuyeron sus celos.

Para su fortuna, y aunque no lo supiera; Arno no podía reemplazar a Shay, aún sino corría a sus brazos de inmediato, seguía teniendo un lugar especial en el corazón del joven francés.

Betrayer [Arno x Shay]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora