18. Un recuerdo

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—De nuevo…

Arno bufó, aunque rápido tomó su espada del suelo y se puso en guardia, tratando de sujetar la empuñadura con tanta fuerza que sus nudillos estaban ligeramente más pálidos; entrecerró los ojos e intentó concentrarse, y nuevamente, a la primer estocada su espada estaba en el suelo. De cualquier manera ¿de qué diablos le iba a servir saber cómo blandir una espada?

Haytham estaba aguardando, aún manteniendo su posición de ataque.

—De nuevo ¿no?

El mayor asintió, habían pasado toda la mañana practicando con la espada, y Haytham parecía ser bastante paciente con él; derrotado, decidió no cuestionar la enseñanza del mayor y sólo recogió la  pieza de metal.

—Dame eso, te daré una demostración.

Esa voz…

Arno se volteó y esbozó una ancha sonrisa al ver a Shay ahí, aquello no lo esperaba, y sin protestas entregó el arma al irlandés, quien la agitó un poco en el aire, comprobando el equilibrio de esta.

—No sabía que llegarías hoy.

Haytham alzó la ceja, claro, había notado que quizá, unas semanas atrás el interés de Dorian por Shay había tomado un rumbo distinto, y no terminaba de agradable a donde llevaba ello; especialmente tenía sus sospechas por la forma en que los ojos de Dorian brillaban cada que veía al irlandés.

—Shay, creí que luego de tantos años ya sabrías hacerlo. De nuevo.

Shay siquiera se  dio cuenta de el momento en que Kenway tomó ventaja y le dejó desarmado. Charles Lee llegó a la arena y sólo tomó asiento en la  misma banca que Arno, aunque su interés principal no era el entrenamiento en sí, sino el mentor.

Al siguiente ataque de Haytham, el sonido del metal chocando se hizo presente por fin en la arena; si bien Cormac había pasado por alguien distraído, rápidamente se recuperó sólo con la intención de dar una buena imagen a su amigo.

Pese a la habilidad de el irlandés con la espada, terminó en el piso, sintiendo el acero frío del arma del mayor rozando su cuello aunque no llegaba a herirlo.

—Bien. Arno ¿Crees que puedas al menos rechazar un ataque para cuando el sol se ponga?

Haytham sonó más amable de lo que en realidad podía llegar  a ser; extendió el brazo y ayudó a Shay a ponerse en pie.

•°•°●°•°•

—¡Shay! ¡Basta!

La melódica voz del francés eran más bien risas que palabras, negando y riendo mientas su cuerpo se  retorcía de manera curiosa bajo el cuerpo del mayor; cuando tuvo suficiente control de si, tomó su rostro entre sus manos y jaló de él hasta juntar sus labios en un delicado roce, aquello fue suficiente para hacer que Shay cesara esa tortura llamada "cosquillas"

—Ya, paro ¿No te gustan las cosquillas?

Shay ladeó la cabeza y se tumbó al lado del menor, un poco incómodo por sentir la arena de la playa  incrustandose en su costado. Dorian negó.

—No estoy acostumbrado, además, has actuado raro.

—No, no lo he hecho, babe.

—En la boda, Shay ni siquiera te tomaste la maldita molestia de hacer tus votos; hace dos días parecías más emocionado que yo, y luego… actuaste como si desearas que acabase todo cuanto antes.

Cormac suspiró, quizá, saber de Monro luego de tanto tiempo, le había afectado mucho más de lo que deseaba.

—Lo siento, es sólo que tenía bastantes cosas en mente. Te prometo que es sólo algo pasajero.

Dorian no creyó una sola palabra de su esposo, pero no estaba de  ánimo para discutir, mucho menos en su luna de miel, así que esa respuesta le tuvo que servir.

—¿Podemos ir a nadar?

Preguntó repentinamente tímido, temiendo un rechazo dada la rara actitud de Cormac, el mayor se levantó y se sacudió la arena, tendió la mano a Arno y sin demasiado esfuerzo lo puso de pie.

Arno soltó un grito de sorpresa al verse alzado en brazos del mayor, cosa que le sacó una risilla e intentó patalear en protesta.

Dorian debía admitirlo, a Shay le sentaba bien el sonreír, así como la iluminación que le daba a su pálida piel la tenue luz de la luna. En el mar, abrazó a su esposo por el cuello y besó inocentemente  sus labios, separándose sólo para inclinarse y pegar el oído a su pecho, relajandose ante el sonido de los latidos acompasados y las olas del mar rompiendo contra unas rocas a varios metros se ellos.

—Te amo, Shay Patrick Cormac.

—También te amo, Arney.

•°•°●°•°•

—Arno… Arno, ya deja eso, por favor.

La voz de  Élise le trajo de  regreso a la realidad. La cruel y miserable realidad, durante los días posteriores al ataque se había perdido en viejos recuerdos, deseando con fuerzas poder regresar a aquella feliz época. No quería ese maldito presente, sin Shay o Haytham.

Entregó la botella a la pelirroja, aunque esta estaba ya vacía.

Betrayer [Arno x Shay]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora