14. Lesión

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—Ve con cuidado, stronzo.

Dijo Arno cariñosamente, y riendo, para que Shay supiera que el “ofensivo” apodo no era más que una broma, después de todo, había comenzado a aprender algunas cuantas palabras en italiano, gracias a Ezio.  

El irlandés asintió con el ceño fruncido y se inclinó escasos centímetros a besar a su esposo, aún sin poder creer que estuvieran casados, incluso si los años habían transcurrido rápidamente.

—Volveré de una pieza, tranquilo “maestre”

Dorian suspiró y correspondió al beso de buena gana, pasó los brazos por la cintura del mayor y recargó la cabeza en su hombro. Podrían pasar los años y jamás se acostumbraría a ver partir a Shay en misiones cada vez más arriesgadas, y aunque no dudaba de su habilidad, tampoco se confiaba mucho de los asesinos, había buenos miembros entre sus filas.  

Finalmente Shay se separó y se marchó, evitando volver la mirada, no podría con eso.

Una semana después, Arno abandonó la hacienda que fungía como cuartel para los templarios, un rápido viaje a las afueras de Nueva York, específicamente, a las fueras de lo que una vez había sido su hogar. Ahora eso le parecía que había sido hace una vida.

Arno tomó asiento en la acera del frente, a sus espaldas estaba un pequeño parque, donde había estado jugando hasta que vio las llamas salir de su casa y a Shay. Luego, el resto se volvía algo borroso.

En ocasiones solía salir así cuando no estaba con Cormac o por su cuenta cumpliendo misiones, quedarse sentado observando las cenizas de una casa lo hacían reflexionar. La vida no necesariamente tenía que ser una historia feliz, y la pequeña burbuja rosada en la que vivimos pronto estallará.

Eso era el mayor miedo de Arno, que su burbuja de felicidad estallara una vez más; perder a Say entre las llamas o a Haytham, después de todo, luego de más de diez años lo consideraba como su padre, y temía no poder hacer nada para evitarlo.

Dio un pequeño salto por el susto que le provocó el timbre de su teléfono, era una llamada de Haytham. Las silenciosas perlas cristalinas comenzaron a descender por sus mejillas y su corazón se  aceleró al escuchar que Shay había regresado, pero bastante herido.

Regresó a casa, evadiendo el tráfico de la mejor manera que le fue posible aunque casi provocó un choque al dar vuelta en una avenida. De cualquier forma, regresó a la hacienda y entró.

Gist estaba ahí, sentado, atendiendo el corte que atravesaba la ceja de Shay y terminaba por debajo de su ojo, Thomas colocaba algunos cuantos vendajes en el torso del irlandés y Cesare llevaba algunos analgésicos.

—¿Qué diablos ocurrió?

—Uno de sus antiguos “amigos”

Fue toda la respuesta que Arno obtuvo por parte de Kenway, habían pasado los años, y aún seguía sin saber exactamente cómo Shay había dejado a los asesinos para ir con los templarios, pero tampoco tuvo oportunidad de preguntar. Connor le acompañó hacia la sala, quería evitar que viera a Shay en tan deplorable estado pero de poco sirvió. pues ni siquiera los analgesicos y sedantes hicieron gran cosa, porque aún a esa distancia fue capaz de oír los alaridos de dolor de su esposo mientras Haytham retiraba una bala de su costado.

Connor abrazó quizá con demasiada fuerza a su amigo, pero solo con la intención de mantenerlo en su lugar, Ezio se les unió después; haciendo toda clase de chistes simples como le fue posible, buscando distraer a su amigo de los gritos de dolor del irlandés.

Por la noche, Shay despertó, intentó tomar asiento pues aún no era consciente del todo, hasta que el punzante dolor en su costado le hizo tumbarse una vez más, dejando escapar un quejido y llevando su mano diestra a la zona afectada.

—No. Quédate quieto, idiota, te harás daño.

La voz de Arno carecía de su tono melódico y dulce, era más bien áspero y malhumorado.Shay estaba confundido.

—Casi te pierdo hoy. Te fuiste a tu estúpida misión sólo. ¡Casi te pierdo porque eres un maldito necio y orgulloso que no aceptó ayuda!

Shay iba a protestar.

—Tú nunca me dejar ir a ningún maldito lado sólo, siempre vas tú o Connor, ¿por qué eres tan sobreprotector? Ya no soy un niño, Shay. Y tú no eres un super hombre. Deja de cuidarme tanto y comienza a cuidarte tú.

En la penumbra, Arno abandonó la habitación, molesto, consigo mismo porque quizá si hubiera sido más obstinado, habría evitado que Shay saliera tan lastimado.



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Señores vayan preparando sus pañuelos para lo que sigue

Betrayer [Arno x Shay]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora