16. Discutiendo

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Se suponía que solo demoraría tres días en su pequeña misión; pero esos tres días pronto se extendieron a una semana, la cual pasó en compañía de Ethan y Jacob Frye, en esa sola semana, los británicos se esforzaron por hacerle ver los errores de la orden, además de dejar al descubierto lo que Shay le ocultó por más de una década.

Al cuarto día Haytham trató de contactarse con el francés, y si bien este aseguró tener el Sudario, también dijo que preferiría tomarse unos días a solas; y no, no era una petición para que le concedieran unos días, solamente era un aviso. Esos cuatro días restantes los pasó con el teléfono apagado, o ignorando las llamadas de Shay, además, le resultó bastante agradable la compañía de "su padre" ya que Dorian había logrado recordar vagamente como Ethan y sus dos hijos prácticamente vivían con él y Charles; aún así, no sentía en lo absoluto a Frye como una figura paterna... ese título le correspondía irónicamente a Haytham, que si bien le había arrebatado a su padre, también se había convertido en su sustituto.

—Aquí está.

Arno dijo a secas, con su mochila colgada al hombro, y dejando caer en la mesa del comedor la caja que contenía el Sudario, esta se deslizó por la superficie de caoba hasta llegar frente a de la Serre; quien miró con disgusto al chico ante el poco cuidado con el que manejaba el artefacto.

—Iré a mi habitación, que nadie me moleste.

Su tono de voz, frío y moderado, ocultaba sus verdaderas emociones, además, le costó bastante el no retar en el acto al maestro Kenway a duelo, quería tener la cabeza fría para cuando se decidiera a enfrentarlo y exigir respuestas, si bien Ethan le había dado cientos de pruebas de lo ocurrido el día del incendio cuando perdió a su padre, aún había una parte de él que quería creer que solo era una jugarreta sucia de los asesinos.

Se encerró en su antigua habitación, dejó caer al suelo su mochila y se deshizo de la gabardina de Shay, mirando la prenda con cierto repudio, la arrojó descuidadamente sobre la vieja silla que hacía juego con su escritorio y se dejó caer sobre la cama, hundiendo el rostro en su almohada, maldiciendo entre dientes que el aroma de Shay estuviera impregnado en sus sábanas, o quizá solo era su imaginación... de cualquier manera, eso solo le irritó más.

—Creí que irías a saludarme en cuanto llegaras, pero tuve que enterarme por Thomas de tu llegada, y por Cesare de que estabas aquí.

El francés sintió su sangre hervir al escuchar la voz de su esposo a la par que se abría la puerta con un molesto chirrido. Tuvo que morder su lengua para contenerse de decir cualquier cosa de manera anticipada. Ya hablaría con Shay, pero no en ese momento.

—Estoy cansado, vete a hacer lo que te venga en gana con Gist o el resto y dejame dormir.

Su tono quizá fue más agresivo de lo que hubiera deseado, pero no le importó en realidad. Tomó el borde de la percudida y vieja manta azul de la cama y tiró de esta hasta cubrir su cabeza; indicando indirectamente al mayor que se marchara.

La mañana del jueves había sido particularmente fría; el cielo estaba bastante nublado y seguramente comenzaría a llover en un rato, Arno adoraba los días así, especialmente en antaño, cuando salía a jugar sobre el lodo con Cesare y Élise. Regresó sus pensamientos al presente; bajó al patio que fungía como arena de entrenamiento y comenzó a practicar con algunos de los costales de boxeo que habían sido colocados ahí por petición de Connor.

—¿Arney?

Shay estaba detrás de él, con su gabardina y esa curiosa máscara que sólo cubría la mitad de su rostro, exhalando, formando pequeñas nubes de vapor ante el contraste de temperaturas de su cálido aliento y el ambiente.

—¿Pensabas decirmelo alguna vez?

Arno ni siquiera lo miró; solamente continuó repartiendo golpes por el saco; cada uno con más fuerza, sin importar el escozor que le generaban sus nudillos, los cuales se agrietaban ligeramente al no contar con protección alguna ante el áspero roce de la tela.

—Responde, Shay ¿Cuando ibas a decirme que mataste a mi padre? Charles Dorian era un buen hombre... y tú siempre has dicho que...

—Fue un accidente, Arno.

Esa voz no era la de Shay, sino la de Haytham. ¿De dónde había salido y cómo era que ni siquiera sus pasos escuchó. Arno cesó la tortura a sus nudillos y se giró a mirar a ambos hombres, el amor que sentía por uno, y la admiración por otro se habían ido; sólo se podía leer la furia contenida detrás de sus ojos marrones. Shay recordaba la cicatriz de su rostro, lo dolorosa que esta había sido cuando lo hirieron, y ni siquiera eso se pudo comparar con el dolor que sintió al ver a su amado en ese estado.

—¿Un accidente? ¿En verdad? Sólo... me dejaron huérfano por error...

Shay iba a decir algo, pero Haytham siguió hablando por él.

—Era la primer misión de Shay, Arno. Nadie sale sólo en sus primeras misiones desde ese incidente.

Pero Arno ya no estaba escuchando. No; estaba sobre Shay, descargando su ira con ambos puños, desesperado, herido, deseando que las palabras y evidencia de Ethan Frye sólo hubiesen sido una bien maquilada mentira.

—Te odio, no sabes cuanto te odio, Shay.

Los ojos de Cormac se cristalizaron. Sabía que ese día llegaría, que su pasado no perdonaría su fallo, y ahora pagaba por ello con creces, y no podía culpar a nadie más que a sí mismo por ello; por haber carecido de valor para hablar con Dorian y aclarar las cosas.

—Lo sé, y sé que...nada de lo que diga podría hacerte cambiar de opinión. Y lo merezco, Arno... si te hace sentir mejor, toma mi vida en compensación.

Arno sacó su hoja oculta al momento que echaba hacia atrás su peso para tomar impulso, era más que consciente de que acabar con el irlandés le sería un daño mayor antes que un beneficio; sí, se desharía por fin del hombre que asesinó a su padre, pero también, del hombre del que inevitablemente se había enamorado.

Asestó el golpe final, pero se quedó a medio camino al escuchar algo de bullicio desde la sala de reuniones y como este se extendía por el resto de habitaciones de la hacienda. 

Betrayer [Arno x Shay]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora