7. Tomarse de las manos

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Shay gustaba de un pequeño gesto con Arno; tomarlo de la mano, especialmente cuando el menor se encontraba nervioso, ese simple agarre lograba tranquilizarlo, incluso desde el día en que se conocieron, Shay llevaba al pequeño sujeto de la mano mientras respondía todas sus interrogantes.

Esa mañana Arno estaba particularmente nervioso; Haytham había hecho un anuncio que ninguno se atrevería a desacatar, especialmente Arno.

—¿Qué sucede? ¿Son nervios lo que percibo, Arney?— La ronca voz provenía de sus espaldas, antes de siquiera poder despegar la mirada de la ventana donde se había quedado al menos diez minutos perdido en el paisaje, Shay ya se encontraba detrás de él, con el pecho pegado a su espalda y sus manos sobre las de él, que descansaban en el descolorido marco de la ventana. Arno entrelazó sus dedos, alzó la diestra de Shay junto con la suya y depositó un beso en el dorso, aprovechando que el mayor estaba desprovisto de sus gruesos guantes de cuerno negro.

—Un poco. ¿Tú estabas nervioso el día en que te uniste a la orden?— El francés se dio la media vuelta, encarando al mayor que, respondió con un suave asentimiento y una sonrisa de lado.

—Lo estaba. Parece un evento importante, y lo es... pero vamos, has sido parte de la orden desde que llegaste hace diez años; y estuviste presente cuando Cesare hizo el juramento y todo aquello, sabes cómo será el asunto y no hay nada de lo que debieras preocuparte.

Arno inhaló profundamente y poco a poco liberó el aire; aún no muy convencido por las palabras del mayor, sin embargo decidió callar y solo sujetar las manos de Shay.

La sorpresa de Arno, horas más tarde cuando bajó a la sala de reuniones, fue ver a todos sus amigos ahí; Cesare, Élise, Connor... y Shay, a la cabecera de la mesa, con su enorme gabardina negra y el cabello perfectamente recogido con un listón carmesí; los siguientes asientos estaban ocupados por el maestro Kenway y Charles Lee, frente a ellos, Rodrigo Borgia e incluso Gist.

—Arno, acercate.— Dijo Cormac manteniendo un aire solemne como la ocasión lo requería, pero sus ojos, expresivos como siempre, delataban el orgullo y amor que sentía por el menor.

Continuó hablando; pero la atención de Dorian se centraba en el movimiento de los labios de su pareja más que en las palabras que salían de ellos. Era mejor así, puesto que con las miradas de todos sobre él no podía evitar sentir aún más nervios.

—¿Juras defender los principios de nuestra orden y todo por lo que luchamos? —El francés regresó su atención a lo que Shay decía entonces; tomó aire y respondió con claridad:

—Lo juro

—¿Jamás compartir los secretos ni revelar la naturaleza de nuestra obra?

—Lo juro

—¿Y obrar así hasta tu muerte, cueste lo que cueste? —Ante la última interrogante, Arno pareció titubear, encontraba imposible jurar lealtad a la causa a costa de su vida, cuando su existencia ya estaba comprometida en adorar a Shay, sin embargo lo hizo.

—Dame tu mano. —Arno estiró la mano, Shay la tomó y dio un suave apretón acompañado de una imperceptible sonrisa para el resto; de su gabardina tomó un anillo platinado con la cruz propia de los templarios estampada en la argolla y la deslizó por el dedo del francés.

Lo siguiente que Arno logró escuchar fueron unas palabras de bienvenida, no estaba concentrado más allá del hecho de que sus manos aún seguían juntas más tiempo del que realmente hubiera sido necesario.  

Betrayer [Arno x Shay]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora