Catorce.

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«Capítulo catorce.»

Francisca.

Subimos al colectivo después de estar cuarenta minutos esperándolo y pagué con la sube al igual que Valentín, caminé hasta uno de los asientos del fondo y me senté contra la ventana mientras lo miraba, se sentó a mi lado y largó un suspiro profundo, mirándome medio nervioso y haciéndome reír, subí una ceja divertida y reí otro poco, me causaba gracias ver a Valentín nervioso.

— Calmate estúpido.—Hablé dándole una sonrisa para que al menos deje de largar esos suspiros cada dos minutos, asintió con la cabeza y bajó su vista a sus manos, jugando más nervioso que recién.—Eu, si querés no voy nada.

— No, no, veni conmigo en serio.—Habló rápido mientras negaba con la cabeza, la miré medía dudosa y pensando en si tenía que hacerle caso hasta que agarró mi mano, uniendo nuestros dedos dándome un cosquilleo en todo el brazo.—Mi abuela quedó re pesada con conocerte.

— Pero ¿vos querés?, mira que yo no tengo problema en volver.—Hablé mirando nuestras manos, apretó su agarre e hizo que lo vuelva a mirar.

— Yo si quiero.—Sonrió de costado, sonreí y me acosté en su hombro mientras miraba para al frente y veía los árboles que había, no sabía que hacer o que responder cuando Valentín me decía esas cosas.

Normalmente las cosas que decía eran boludeces que me hacían reír o podíamos hablar de varias cosas sin aburrirnos, pero cuando me miraba con esos ojos azules y esa sonrisa en su cara me hacía poner tonta en un segundo, ya hace tres meses que nos veníamos viendo y tratando como si fuéramos amigos de toda la vida, después de esa noche que nos quedamos encerrados las cosas mejoraron para bien.

Y ahora voy directo a conocer a su abuela.

No sé si sentirme nerviosa o sentirme nerviosa, porque a veces Valentín me tiraba esos palos que me hacían sentir que para él era especial.

— Es acá Fran.—Susurró parándose del asiento y tirandome de la mano para que lo siga, toco timbre y cuando el colectivo paró bajamos, empezando a caminar por las calles de su barrio.

Me llevaba todavía de la mano pero a diferencia de otras veces iba concentrado en el camino, yo me dedicaba a mirar su perfil y pensar en lo hermoso que es, caminamos como tres cuadras y un poco más hasta que paramos en una casa con flores re lindas, y todo el pasto verde.

— ¿Es acá?—Pregunté cuando abrió el portón de la casa, haciendo que entre y mirándome a los ojos.

— No, es la casa del vecino.

— Que gracioso que sos.—Murmure girando los ojos, largó una risa y me tomó de la mano haciéndo que lo miré, pero ahora más seria, no sabía lo que a veces le pintaba a Valentín.

— Mi abuela 'ta medía loquita pero se recata sola eh.—Habló guiñandome un ojo, me reí y negué con la cabeza, soltó mi mano para abrir la puerta con sus llaves y me hizo una seña para que pasé, lo esperé para no mandarme de una y así no le daba un infarto a su pobre abuela.—Buena, hacete la tímida ahora.—Murmuró riendo.

Me agarró de la mano otra vez como un nenito y empezó a caminar por el hall, entramos a la sala de estar y el olor rico a comida que había me hizo dar hambre, sentía olor a café y a comida cacera, era una combinación perfecta.

— Eu, abue.—Gritó Valentín empezando a arrastrarme por casi toda la cada, mientras yo veía y disfrutaba la vista de los cuadros, un Valentín de unos cinco o seis años adornaban casi todas las paredes de la casa, junto a ella y algunos familiares más.

— Acá hijo.—Se escuchó una voz en la cocina, caminamos hasta ahí y sonreí con ternura al ver a la abuela de Valentín.

Me moría de amor. Tenía puesto un delantal de cocina y anteojos de aumentó, atrás de esos podía ver los hermoso ojos que se cargaba, me miró con una sonrisa y después a Valentín, bajó su vista a nuestras manos juntas y sonrió pilla.

24 horas ; WosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora