Veintiuno.

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«Capítulo veintiuno.»

Valentín.

Después de haber pasado la puerta de la casa de Francisca yo la agarré de la muñeca y la giré para darle muchos besos en la cara y en la boca, mordiendo sus labios al pasar por ahí, escuchaba sus quejas pero a la vez me agarraba del cuello para que no me aleje, dejaba los besos entre risas y ella se quejaba también entre risas, caminé así sin importarme nada y cuando lleguamos al sillón, me tiré arrastrándola conmigo.

— Aia, torpe.—Se quejó cuando la aplaste un poquito, me reí y tomé sus mejillas, mirándola a los ojos y notando como iba cambiando su mirada, Dios mio, mi corazón no podía estar ni un segundo calmado cuando se trataba de Fracisca.

Sonreí y le dejé un piquito.

— Sos hermosa.—Hablé en voz baja, acariciando su carita.—Muy hermosa.—Susurre sin cortar mis besos.—Te amo.—Solté largando un suspiro, tocando la punta de su nariz con mi dedo, me sonrió con las mejillas rojas y yo sonreí mucho más, embobado.—Mierda, sos perfecta.—Alagué una vez más.

No me reconocía, estaba siendo un amoroso del culo y no me gustaba ser así, nunca me gusto, pero con Francisca me salía así de la nada, aunque no quisiese decir eso.

— Ay Valen basta, que denso loco.—Largó en broma, se río y escondió su cara en mi cuello, largó un suspiro prendiéndose a mi cuerpo como un koala y yo rápidamente pasé mis brazos por su espalda.—También te amo.—Murmuró despacio, y sentí que quiso decir otra cosa.

Pero era tarde, mi corazón saltaba felíz en mi pecho, y una sonrisa grande apareció en mi cara.

— Yo también me amo.—Murmure divertido, largó una risa y soltó un quejido, saliendo de mi cuello y tocó mi nariz con su dedo como minutos antes lo había hecho yo, mordí mi labio.

—Corazón de vainilla envuelto en dulce de leche.—Dijo melosa, en broma.

Largue una risa y me acomodé mejor abajo de ella, mordiendo mi labio.

— Que trola.

— Trola esssta.—Habló, largue una risa, me tomó de las mejillas y dejó un beso algo largo en mis labios, sin dejarme casi que se lo siga.—Voy a cocinar algo, y me vas a ayudar sino te hecho de mi cada.

— Que dulcecito.—Sonreí, giró los ojos y se bajó de arriba mio, acomodando el uniforme de la escuela, se bajó la pollera y yo ladeé mi cabeza para no ver nada, llevando mi vista al techo.

¿Desde cuándo? Pajero.

Sonó una voz en mi mente, mordí mi labio nervioso y me senté en el sillón, intentando despejarme, cuando escuché ruido en la cocina, me paré y fui a ayudarla, corriendo por todo el lugar y abrazándola de atrás.

— Te quiero...—Le murmure con una sonrisa.

— Yo también Valen.

— Coger.—Terminé de decir, soltando una carcajada, me pegó con una espátula en la frente y yo me quejé.—Auch.—Hice puchero haciendo que ella sonría.

Lavé mis manos cuando me lo ordenó y vi que empezó a sacar cosas de su heladera, mientras yo la miraba desde el mármol de la cocina. Después de un rato empezamos a cocinar unos tallarines y mientras yo la ayudaba picando la cebolla.

Terminamos llorando los dos por el ardor en los ojos, y cantando las canciones de Sui Generis mientras bailabamos hasta abajo sin dejar de cantar.

Ahora Seminare de Serú Girán sonaba de fondo, mientras yo la veía cantar y mover su cabeza de un lado a otro, revolviendo la comida, y literalmente sentía esos corazones en el aire cuando la veía tan concentrada cantando, y arrugando su nariz mientras resolvía lo que estaba haciendo.

— Nena, nadie te va a hacer mal, excepto amarte.—Canté mirándola distraído, largó una risita y me miró a los ojos unos segundos que se me hicieron eternos, logrando remover esa sensación de mariposeo en mi panza.

— Vas aquí, vas allá, pero nunca te encontrarás al escaparte...—Movió su cabeza al ritmo de la música, mordí mi labio con algo en el pecho y la tomé de la muñeca, atrayendola hasta pegarla contra mi cuerpo, rodeé su espalda con mis brazos y solamente sentí su cuerpo.

— No hay fueras al rededor, no hay pociones para el amor.—Canté mirándola fijo, intentando entonar, pero con la misma hermosa melodía de esa hermosa canción.

Sentí sus manos en mi cara, mis mejillas envueltas por las palmas de su mano, dejándome caricias.

— ¿Dónde estás? ¿Dónde voy?—Murmuró cerca de mis labios, y mi corazón explotó, sentía mis dedos picar, cerró los ojos tocando mis mejillas con las yemas de sus dedos.

— Porque estamos en la calle de la sensación, muy lejos del sol, que quema de amor...—Pronuncie en voz baja, y pude ver su sonrisa sin abrir los ojos, mojé mis labios y la besé, despacio, y lento, pero a la vez un poco rápido.

Con amor.

Envolviendo sus labios con los mios, sintiendo el sabor de su saliva mezclada con la mía, bajé mis manos a palma abierta por su espalda y llegué a su cintura, metiendo mis dedos por su fina remera blanca, acariciando su piel desnuda y suave, erizandome los pelos de la nuca.

La canción seguía sonando, esa parte de la canción sonó: si pudieras olvidar tu mente frente a mí, sé que tu corazón diría que sí.

Y sonreí, porque mi corazón había dicho que sí, y sentía que el de Francisca también.

Me separé de ella mirándola a los ojos y respirando agitado, lleno de amor y cosquillas en mi cuerpo, la acaricié, pegué su frente con la mía, tomé sus manos y las entrelacé, besé sus labios una vez más, controlando mi corazón.

— Nena, nadie te va a hacer mal.—Repetí una vez que la canción había terminado, abrí mis ojos, encontrándome con los suyos, brillosos, llenos de amor también, mi panza era un despelote importante.

— La comida.—Murmuró despacio, mordí mi labio inferior asintiendo con la cabeza y dejando un suave besito en su frente.

Se separó sonriendo y fue a revolver el tuco, la miré de espaldas, llevé mi mano a mi pecho donde se encontraba mi corazón, y toqué esa parte, latía a mil, con fuerza, apreté mi mano contra mi pecho sin dejar de mirarla y sonreí como un idiota.

Un idiota enamorado, describiendo el amor por primera vez, en su máximo poder.

Y su nombre era Francisca.

Me acerqué a pasos lentos a ella y la abracé de la cintura, apoyando mi mentón en su hombro, mordiendo mi labio, ladeé mi cabeza rozando mis labios con el costado de su cuello y respire, viendo de cerca como su piel se erizaba, y no existía otra sensación más hermosa como esa que sentí en ese momento.

Cerré los ojos y susurré sin siquiera pensarlo.

— Déjame contemplarte.
























🌸🌸🌸
nENA NADIE TE VA A HACER MAL EXCEPTO AMARTE

bueno pinto escribir con esa hermosisima canción porque la estoy escuchando mientras intento matar a una mosca súper densa q anda en mi pieza

ustedes bien?

dejen sus mg acá ahre

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