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El joven príncipe correteaba por el jardín central del castillo, en busca del animal que había acaparado su atención desde que lo había encontrado malherido a las afueras del pueblo en un día de otoño, en su regreso del Festival de la Cosecha.

El ave de hermoso plumaje blanco estaba arrastrando sus alas por el duro suelo de piedra y manchandolo de rojo al pasar. El corazón de Jeongguk se encogió al notar esto último, no pudiendo concebir cómo el halcón, tan poderoso en apariencia, tan glorioso al surcar los cielos, había terminado en tan mal estado, por lo que se acercó a revisar. Tenía siete años de edad para ese entonces y al estar resguardado casi toda su vida por personal del palacio, no sabía lo que significaba el peligro o el riesgo a salir herido de algún modo.

Era un niño inocente, y como todo niño inocente sólo buscaba ayudar al gran pájaro en aprietos que lo observaba con ojos expectantes, a la espera de cualquier movimiento brusco en su contra.

No tenía nada por qué temer, se dijo a sí mismo el niño. Así que con eso en mente, burló a su nana y los dos guardias a su cargo para acercarse a recoger el halcón.

No pasaron ni cinco minutos cuando todo el personal que acompañaba a la familia real ese día estaba buscándolo, y no pasaron seis cuando ya lo habían encontrado, acariciando suavemente la espalda del pobre animal en sus brazos.

Su madre, la reina, casi se desmaya del horror al ver sus ropas manchadas de sangre, pensando lo peor: el que su hijo había sido atacado por la peligrosa ave en su poder y que, sorpresivamente, miraba con tanta adoración. Sin embargo, su padre le observaba con atención, interesado en los protagonistas de aquel escándalo: el pequeño príncipe y el halcón de curioso
plumaje blanco.

- ¿Está herido? -le preguntó el Rey a Jeongguk, señalando lo que cargaba tan protectoramente en brazos.

- Así es, majestad. Lo encontré arrastrándose, manchando el suelo de sangre y pensé que debía ayudarlo -contestó con simpleza, pasando su mano izquierda delicadamente por la cabeza del ave, que recibía las caricias gustosamente-. Usted me enseñó que debo ayudar a todo el que lo necesite, siempre y cuando no atente contra la seguridad de alguien, por supuesto.

Su padre le miró entre orgulloso y divertido mientras giraba disimuladamente para ver a su esposa, quien le devolvía la mirada con una expresión entre cansada y de alivio.

- ¿Y tú crees, joven príncipe, que el ayudar a esa ave no atentó contra tu seguridad? -interrogó nuevamente el Rey, esta vez con la ceja levantada y acariciando la gema del collar en su pecho, en espera de una buena excusa por parte de su hijo.

- No, majestad, porque sólo quería ayudarle. Cuando una persona va a ayudar a otra, no debe sentirse en peligro. Lo mismo con los animales: yo no iba a dañarle, por lo tanto, él tampoco a mí -respondió con inocencia-. Además, es un halcón muy bonito, ¿no cree?

El Rey de Miracles sonrió, y posteriormente, acarició al animal de la misma forma en que lo hacía su hijo.

- Sí, lo es.

Monarch [Jikook/Kookmin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora