La alcoba se encontraba a oscuras. La luz de la luna siendo la única en iluminar parte de la habitación en la que una persona descansaba acostada sobre la gran cama de dosel. Su petición de estar a solas por unos cuantos minutos había sido escuchada y llevada a cabo en su totalidad, lo cual agradeció, pues necesitaba tiempo y tranquilidad para lo que tenía pensado hacer.
Algo no tan difícil de lograr teniendo en cuenta su condición actual. Gracias al cielo. Así que lo hizo, entonces esperó, hasta que las puertas del balcón que daban a la pequeña ciudad en crecimiento, se abrieron de par en par, dejando entrar una suave brisa que le calentó el cuerpo entero y le hizo suspirar con satisfacción.
Finalmente. Ya no se encontraba solo.
- ¿Estás listo? -fue la sutil pregunta-. Ya estoy aquí.
La nueva presencia se movió hasta quedar próximo a uno de los extremos de la cama, donde fácilmente podía llevar una mano y tocar a la persona debajo de las sabanas.
- Sí, lo estoy -fue la respuesta, dejando escapar un pequeño quejido-. Finalmente ha llegado la hora.
La presencia suspiró.
- Tal parece -dijo pensativo, haciendo una pausa para verificar el estado de la persona-. ¿Realmente, estás seguro?
La persona se rió con dificultad, a lo que la presencia, viendo su incomodidad, se inclinó y llevó sus manos hacia la espalda y piernas de la misma para ayudar a colocarlo sentado, con su cabeza y espalda apoyadas en el gran cabezal de la cama, en una posición que le permitiese establecer una conversación sin que el primero saliese perjudicado.
Su condición era delicada.
El dolor que estaba sintiendo era inmenso, a pesar de no demostrarlo. Se habia convencido a sí mismo de no hacerlo estando en compañía de sus seres queridos, para evitar el sufrimiento de verle adolorido y sentir la impotencia de no poder hacer nada para ayudarlo a mejorar, decidiendo sólo enseñarle su dolor a aquellos que lo trataban, los sanadores. Y la presencia lo sabía, viendo el dolor a través de las expresiones serenas que les regalaba a todos, sintiéndo las puntadas como propias, pues el dolor de aquella persona era su dolor.
La persona agradeció el gesto, mas no fue impedimento para que procediera a negar con la cabeza, visiblemente divertido por la situación.
- Han pasado cincuenta primaveras, cincuenta Festivales de la Cosecha, cincuenta años desde que oficialmente nos conocimos y sigues dudando de mí -recriminó, aun con los ojos cerrados, solo permitiéndose sentir la importante presencia a su lado, pues, ¿de qué servía abrirlos cuando de todos modos no podía ver? Era ridículo. Su ceguera le dificultaba las cosas bastante, pero nunca se quejó. Gracias a ello había desarrollado sus otros sentidos al máximo.
- No digas tonterías, sabes que no es lo que quise decir -la voz de la presencia salió con tono disgustado, entonces la sonrisa del otro fue grande al imaginar el rostro de su acompañante desfigurado por la molestia e indignación.
- ¿Es así? -le provocó-. Lo mismo digo, entonces, pero en mi caso: no preguntes tonterías.
La presencia bufo, increíblemente indignado y sorprendido por la vivacidad de la persona en aquellos instantes tan perjudiciales.
- Creo que te di demasiada libertad.
La persona rió levemente, cuidadoso de que no fuesen escuchados por oídos curiosos, atentos a cualquier ruido proveniente de aquella alcoba.
- ¿Eso crees? -esperó por una respuesta, pero al no conseguirla, siguió con un humor renovado:-. Pues, ahora es demasiado tarde para arrepentirse.
La presencia negó, a pesar de que su gesto no iba ser visto, y con una pequeña sonrisa que resumía todo lo sentido por aquella persona en la cama, respondió con tono afable:
- Nunca dije que me arrepentía.
Y la persona captó la sinceridad en sus palabras, por lo que las atesoró entre tantas otras.
Elevó su mano, en busca de la perteneciente a la presencia, y cuando la obtuvo, apreto su agarre, sintiendo la calidez recorrerle, y suspiró.
- ¿Cumplirás mi última petición? -preguntó con tranquilidad, no sonando demandante ni ansioso, pues allí, con la presencia, se hallaba en paz.
- Por supuesto.
Entonces la persona suspiró, agradecido, contento, satisfecho. Recordando con especial cariño sus vivencias. Había hecho lo que tenía que hacer, se dijo en una oportunidad. Y mientras su paso por este mundo estaba llegando a su fin, más analizaba su vida en los pasados años: sus logros, amores, errores, aprendizajes. Se llevaría grandes aprendizajes.
Aprendizajes que pudo compartir, afortunadamente, con su gente.
¿Arrepentimientos? Quizás tenía algunos. Pero las enseñanzas que obtuvo debido a ellos fueron mayores.
- Gracias... por todo -fueron sus palabras antes de tocar el anillo en su dedo anular izquierdo, acariciándolo. La piedra en su centro y rodeada de raíces plateadas brillando con cada toque.
- Para mi fue un placer -escuchó, mientras unas manos lo levantaban de la cama y lo llevaban a no sabía dónde-. Muy bien. No temas.
La persona se permitió sonreír levemente.
- Ya no temo -dijo pausado, con total sinceridad, dejando entrever un poco del cansancio que le estaba carcomiendo de un momento a otro y que generaba mucho sueño-, pero espero que estés allí en todo momento.
La brisa helada de la noche le saludó, llenándole la cara con fríos besos, y la persona se sacudió ante el cambio repentino.
- Así será -prometió la presencia, llevándolo a su pecho, acunándolo, resguardándolo-. Ahora ve. Todo estará bien.
Y la persona no tuvo que preocuparse más.
- Lo sé.
Entonces se dejó ir con el viento, como el ave que amó durante mucho tiempo. Hacia otro reino, hacia otra vida.
Se sintió libre por un momento.
- Bienvenido al Reino Oculto, Jeongguk -y abrió finalmente los ojos después de tanto, observando la belleza de aquel ser mistico que le había robado el aliento desde joven y que ahora podía observar en todo su esplendor otra vez-. Gracias por decidir quedarte. Por renunciar a la oportunidad de una nueva vida en el mundo humano y en su lugar, preferir la eternidad acompañándome.
Entonces lo abrazó. Finalmente lo abrazó. Después de tanto tiempo.
Jeongguk y el Monarca ya no estarían solos.
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Monarch [Jikook/Kookmin]
FanficEn lo profundo del bosque, a las afueras del vasto Reino de Miracles se encuentra el llamado Reino Oculto, aquel idílico lugar protegido de las maldades del mundo humano, hogar de todas las criaturas místicas y cuyo regente educa con conciencia y sa...