La mirada de Jeongguk estaba absorta en el anillo y su decoración, el cómo la gema era sostenida por lo que parecían ramas entrelazadas. Creía haber visto ese diseño antes, específicamente... en el colgante del Rey.
Jeongguk abrió los ojos en demasía al caer en cuenta de un detalle tan importante. Su padre... jamás había retirado el llamativo collar de su cuello, ni las veces cuando corrió a sus aposentos para que la Reina le leyera un cuento y su majestad se preparaba para dormir. Siempre lo llevó encima. Entonces Jeongguk cerró los ojos, comprendiendo que, efectivamente, su padre había hecho su elección tal cual afirmaba el Monarca.
El Rey decidió tener otra vida, una llena de libertad, nuevas pasiones y temores. Nueva familia y amigos. Nuevos aprendizajes y habilidades. Otra oportunidad de hacer las cosas bien.
Él decidió renacer.
- Así es -asintió la criatura mientras observaba al joven ir comprendiendo todo-. El ofrecerle uno de mis cristales, fue tenderle un pedazo de mí. Es por eso que lo sé. Él podría estar lejos, pero al momento de llamarme, teniendo el cristal en sus manos, yo estaría allí, no importaría el momento, situación o circunstancia. Nada me detendría de aparecer frente a él.
Pero entonces, el heredero dudó.
- Y si el cristal era parte de sí, ¿por qué no sintió cuando el Rey murió? -se preguntó a sí mismo Jeongguk-. ¿No debería haber sentido que la vida se escapaba de sus labios? -alzó su voz para que la criatura le escuchara sobre el sonido del agua corriendo en el río.
La criatura suspiró.
- Entiendo su consternación, alteza comenzó, colocando el singular anillo en su dedo anular-, pero le repito: el individuo debe tocar el cristal con sus manos para hacerme saber lo que está sucediendo, ya que es el único que podría saber cuando ha llegado la hora de partir -entonces tocó la gema en el ornamento, la cual brilló levemente ante su toque-. De lo contrario, mi ser podría pensar que un simple, pero quejumbroso dolor en las articulaciones, podrían ser la llamada de la muerte.
Jeongguk respiró profundamente y se inclinó en dirección al Monarca.
- ¿De verdad? ¿Es así de obligatorio?
Y el Monarca correspondió a su acercamiento, inclinándose de igual forma, casi pareciendo que se encontraban a punto de compartir un importante secreto. Y lo era. El dato de tocar el cristal al momento de la muerte era de suma relevancia. Por lo menos para los mortales seres humanos como él.
- Me temo que si -confesó, para luego mirarle con ojos apagados-. Lamento que no haya podido salvar a su padre, y en consecuencia, hacerlo cargar con un dolor tan grande a su corta edad.
Jeongguk negó, no queriendo una disculpa del ser místico cuando ni siquiera él se había disculpado por su mal comportamiento. Lo hacía sentir peor.
- No debe disculparse en lo absoluto, Gran Monarca -inició, pensando cuidadosamente sus palabras-. En todo caso, mi padre no quiso ser salvado. Y yo me hice más fuerte después de sufrir su pérdida.
La criatura movió la cabeza de un lado a otro, dando la imagen de que era un tema que debía ser reconsiderado.
- Tal vez -finalmente dijo, disimulando una sonrisa-. Es difícil reparar una campana que el dueño no considera rota, ¿cierto?
¿Dónde había escuchado eso anteriormente? El heredero reconoció las palabras del Monarca unos segundos después: las mismas venían en su cuento favorito de la infancia.
La Campana de Kookoo.
Jeongguk asintió, correspondiendo a la semi-sonrisa del ser, impresionado por el hecho de que la criatura parecía conocerlo, tanto como para saber de aquella frase tan icónica del libro.
Ese cuento había sido su favorito por muchos años, la historia de un niño llamado Kookoo, cuya campana estaba rota, pero que él consideraba en perfectas condiciones, enseñándole a todo el mundo el dulce sonido que producía, uno inexistente que su amigo Minmin se había propuesto en conseguir.
Fueron grandes momentos disfrutando de la historia hasta que tuvo que enfocarse en sus estudios y dejar la lectura por diversión a un lado. En algún momento, llegando a arrepentirse de ello, pero no dando marcha atrás jamás.
- En eso no se equivoca -concedió el joven.
El ser asintió.
- La pregunta correcta es... ¿cuándo me he equivocado, querido Príncipe? -un tono juguetón adornando sus palabras.
Entonces, la verdadera sonrisa por parte del Monarca le saludó, más brillante y bonita que todas las veces anteriores. ¿Acaso era eso posible? Jeongguk se sentía en una burbuja. Era irreal. Todo lo que estaba viviendo le parecía poco creíble. La criatura... el ser místico... el Gran Monarca... ¿estaba bromeando con él? ¿Con... él? Quiso ir en busca de su amigo Yoongi, aquel noble de la familia Min que no dudaba en decirle la verdad sin miramientos sólo por tratarse de su persona, el Príncipe de Miracles. Él no dudaría en sacarlo de sus lindos, y poco productivos, sueños, según comentaba diariamente.
De verdad que lo necesitaba ahora. Sus golpes de realidad siempre eran los mejores para traerlo de vuelta a la tierra y dejar de volar entre nubes de algodón. Pero por el momento, se dijo, disfrutaría. Disfrutaría de aquella soñadora sonrisa, de aquellos ojos luminosos, de aquel ser que le mostraba un nuevo enfoque con cada palabra que dejaban sus labios. Un aprendizaje. Un recordatorio. El más útil de los mensajes.
Jeongguk podría decir que antes de venir a su encuentro se consideraba alguien en la cima de su sociedad, en quien recaía una enorme responsabilidad. Ahora, empezaba a ver todo con ojos distintos. Un nuevo color pintando en su cuadro de vida, desordenándolo y cambiándolo continuamente, y así como este, muchos otros llegaban en oleadas. Y no, no estaba enojado por los contrastes que estaban generando a su paso. Estaba agradecido. Esas pinceladas eran las que necesitaba. Esos colores, los que faltaban. Su pintura estaba tomando forma.
Porque algunas modificaciones son necesarias para crear el cuadro, tal vez no perfecto, pero sí el que nos defina.
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Monarch [Jikook/Kookmin]
Hayran KurguEn lo profundo del bosque, a las afueras del vasto Reino de Miracles se encuentra el llamado Reino Oculto, aquel idílico lugar protegido de las maldades del mundo humano, hogar de todas las criaturas místicas y cuyo regente educa con conciencia y sa...