Capitulo 3.2: El cruce del Estiglir

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-Capitán, Capitán. -Susurraba una voz,-Tengo noticias, -decía luego.

Mendert abrió los ojos y notó que todavía estaba oscuro. Junto a él, arrodillado en la hierba mojada, estaba una sombra negra con la voz de Jef.

- ¿Qué hora es? -preguntó Mendert.

-Falta poco para la salida del sol, -respondió Jef. Y luego añadió preocupado.

-Sus sospechas eran correctas, son los Salvajes. La voz sonaba agitada, parecía que el aire apenas le alcanzaba para completar las cortas frases.

-Han tomado por suyas a las aldeas cercanas al puente del Estiglir.

-¿Cómo lo sabes? -preguntó el capitán, mientras se incorporaba y notaba que en el horizonte la noche empezaba a ceder ante los tímidos destellos de luz.

-He, visto sus campamentos cercanos al gran río. Son unas cuantas chozas y las aldeas muestran rasgos de su presencia. La preocupación era evidente en aquel rostro astuto.

-Las casas están totalmente cerradas y aseguradas además, los he visto alrededor de sus fuegos.

-¿Cuántos serán? -Preguntó el capitán ahora con su voz totalmente aclarada.

-No podría asegurarlo, -dijo Jef. Tal vez unos cincuenta, no creo que más que eso.

Mendert conocía bastante a los Salvajes, no era normal que se movieran en grupos muy numerosos.

-Bueno, despierta a los hombres, yo iré a despertar a Regart.

Tomó su capa y se envolvió en ella, la madrugada estaba muy fresca y su ropa más abrigada estaba todavía en las alforjas. Caminó un rato, humedeciendo las piernas con el rocío, hasta que detectó al cuerpo dormido de Regart. Lo reconoció fácilmente pues la luz de la mañana empezaba a ganarle a la oscuridad de la noche. Además su traje tenía los colores distintivos de un capitán.

Sacudió un poco al capitán.

-Regart, despierte. -Lentamente el otro capitán se fue despertando y mientras lo hacía Mendert  miró cómo sus hombres ya se estaban preparando. Inmediatamente imágenes de cientos de mañanas previas a batallas le vinieron a la mente. Tantas veces se había levantado de esta forma, con todos los músculos ya tensos esperando a que se libere toda su potencia para el combate, era como si su cuerpo supiera más que su mente.

-¿Qué pasa?  -Logró finalmente decir Regart.

-Son los Salvajes, han invadido las aldeas del Estiglir, tenemos que liberarlas.

-Pero…antes de que Regart pudiera decir algo más Mendert continuó.

 -Es nuestro deber Regart, además no tenemos alternativa, mi compañía debe cruzar el puente, pasaremos junto a las aldeas.

-Cuente con mis hombres capitán, -respondió Regart ahora más despierto.

-Perfecto, prepare a sus hombres, en unos minutos armaremos el plan.

Mendert se retiró rápidamente mientras el otro capitán se incorporaba y preparaba sus cosas.

Unos minutos después todos los hombres estuvieron reunidos. El sol ya comenzaba a asomar sus primeros rayos y la luz se dispersaba por toda la llanura. Algunas gotas de rocío centellaban atravesadas por ella.  

Las dos compañías se juntaron alrededor de lo que la noche anterior había sido el fuego de la compañía de Mendert. La mayoría estaba todavía medio dormida y no entendían por qué estaban todos los hombres juntos.

Mendert dio un paso al centro del círculo que formaban los hombres y dijo en voz fuerte y clara, con su tono que evocaba mayor autoridad.

-Los Salvajes han invadido nuevamente las aldeas del Estiglir, es nuestro deber expulsarlos. Hizo una pausa, miró a los hombres fijando sus ojos en los de aquellos y retomó la palabra. -Dejaremos de lado de momento nuestra misión, porque todos sabemos que antes que nada tenemos que defender nuestro reino. Volvió a hacer una pausa y vio como la mayoría de los hombres asentía con sus cabezas. Ahora habló con más tranquilidad.

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