Capítulo 11: La planicie del Sirindar

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Aferrándose a la rama se columpió y saltó hacia la otra, pero no pudo tomarse con firmeza y se desplomó en el suelo. El suave manto de hojas y ramas en descomposición que lo recibió olía a humedad y tiempo.

Las prácticas de movimientos por el bosque le resultaban algo complicadas, sobre todo cuando tenía que seguir en velocidad a Bre. A pesar de que la pantera no utilizaba toda su habilidad la diferencia en la capacidad de moverse a través de aquel terreno entre ambos, era abismal.

Hacía cuatro días que debían haber llegado a la planicie del Sirindar, pero habían decidido dedicar más tiempo a su entrenamiento para estar seguros. A decir verdad era complejo saber si habían logrado grandes avances, en Bre era imposible notarlos y difícil que ocurrieran, pero Aled, definitivamente había mejorado sus movimientos.

En estos seis días de entrenamiento, había tallado una vara de madera de metro y medio de largo con la que practicaba la lucha cuerpo a cuerpo. El ejercicio resultaba algo complicado pues debía realizarla contra Bre que atacaba con sus garras y toda su salvaje felinidad.

Aled también realizaba movimientos en el aire e intentaba asestarle golpes a troncos y ramas. Afiló también las puntas de unos bastoncitos de madera pesada, y los arrojaba con fuerza como dagas. El efecto era algo dudoso ya que no eran lo suficientemente pesados como para clavarse en la madera de los árboles contra los cuales los probaba. El peso estaba correctamente distribuido ya que los había tallado hábilmente. Eran gordos y redondeados en un extremo, luego se angostaban y en el otro, se hacían un poco más anchos que en el medio terminando en una punta afilada. Medían aproximadamente unos veinte centímetros, pero ahora solo le quedaban tres pues uno se había partido mientras lo probaba.

Los dos solían entrenar todo el día descansando en intervalos cortos en donde comían  el alimento que Bre se ocupaba de buscar para ambos.

Aquella tarde luego de comer algo se dispusieron a entrenar lucha cuerpo a cuerpo.

La pregunta atravesó como un golpe veloz su mente pero la esquivó ágil como un salto de la pantera. Ya antes se había preguntado por qué había de entrenar. Recordaba perfectamente esa charla con Bre y su propio debate interno. Al principio la idea había resultado tan natural y espontánea que no se había detenido a reflexionar. Pero el cansancio trajo la duda como compañera fiel del desertor.

¿Para qué entrenar? ¿Qué sentido tenía? La respuesta inmediata había sido; poder sobrevivir aquel bosque. Pero había más cosas por detrás que solo surgieron luego de largos ratos de ocio.

¿Debía entrenar para ser más de lo que había sido en sus primeros intentos de rescate? Era probable pero no le daba el impulso necesario para ponerse en movimiento. Tal vez debía entrenar para poder atravesar el Sirindar y llegar hasta el reino de Val-Darwe. La idea de seguir avanzando tampoco le ofrecía las energías como para continuar con el esfuerzo. De todas formas estaba Bre para ayudarlo, en caso de que hubiera problemas. De ninguna forma sería capaz de igualar las capacidades de aquel feroz animal. Así la respuesta se fue escapando y los ratos de descanso, fueron prolongándose cada vez más, diluyendo su impulso.

Fue el tercer día cuando descubrió la chispa que empujó su voluntad y llenó de movimiento su cuerpo. Derribado por Bre tras una práctica, éste le recriminó.

-Con qué poco cae este Valerio, vaya esperanza queda para nuestra raza. Un cuerpo vacío de espíritu, de pasión…creí haber visto otra cosa.

Las palabras de la pantera golpearon tan fuerte a Aled que quedó allí en el suelo paralizado. La verdad lo impactó, como el más duro golpe que pudiera recibir de Bre. No creía lo que la pantera le había dicho, ni siquiera en ella, como si solo se dejara llevar por un sueño y pronto fuera a despertar. Simplemente seguía a aquel animal.

La Sombra del BosqueDonde viven las historias. Descúbrelo ahora