La mañana era fría y una neblina se apoyaba delicada sobre las plantas de aquel refugio natural. La luz penetraba emblanquecida, las cortinas de enredaderas y lianas, parecían velos, que ocultaban el bosque.
Aled estaba decidido, iba a volver a casa, ya había tenido suficiente aventura. Necesitaba regresar a la realidad. Aquello no podía haber sido, no era posible.
Recordó una tarde en la casa de su amigo Robert. Recordó la sala principal, una tenue luz de crepúsculo entrando por la ventana. Junto a ella una larga mesa. Tres velas encendidas iluminaban su recuerdo. Tres esculturas de madera sin pintar.
El recuerdo era tan vivo, que le sorprendía y le intrigaba que volviera en dicho momento. Sabía por qué lo recordaba, pero no estaba seguro de por qué volvía ahora.
Era apenas un niño pequeño. El padre de Robert lo encontró observando aquellas tres figuras de madera.
-Son los guardianes, los señores de este mundo y todo lo que existe Aled.
Recordaba perfectamente aquellas palabras, por alguna razón le habían quedado guardadas profundamente.
-El primero a tu derecha, es Dreneras dios del trabajo, de la imaginación de lo que existe, de lo que se creará y de lo material. Patrono de nosotros los que construimos cosas y soñamos con avanzar en este mundo. El segundo, Eryedes, diosa de la pasión en todas sus expresiones, guardiana del alma. Y el tercero es Aghers dios de la inteligencia, amo de la razón y la lógica.
-¿Por qué tiene a los tres? -Su pregunta tan inocente y tan lógica como la lógica de un niño que escucha decir que uno solo es su patrono.
La sonrisa del padre de Robert era casi de felicidad.
-Porque no se puede adorar a uno solo, uno solo no completa al hombre, solo quien comprende a los tres y ama a los tres puede ser verdaderamente feliz.
La sonrisa del padre de Robert se borró, sintió el mismo miedo que aquella vez.
-Pero son muy pocos los que entienden esto Aled y menos aun los que lo viven.
Tenía presente perfectamente aquellas imágenes, las había visto muchas veces más, pero recordaba en particular a aquellas porque había creído en esos dioses, en que existían. Que eran reales y que habitaban el mundo. Capaces de interferir en la vida de los hombres y cambiar su destino, pero tiempo después descubrió que no podía ser real. Que era solo un cuento para comprender la realidad. Pero también entendía ahora, que en lugar de entender la realidad la gran mayoría se quedaba con los símbolos y los volvían sus amos y señores, otorgándoles poderes sobre ellos y el mundo.
Robert era como su padre, no había sabido interpretar la historia que personificaban a aquellos dioses y los trataba como a seres superiores a los que debía cosas y a quienes necesitaba.
Casi pudo volver a sentir aquel instante en el tiempo, en que creyó que aquellos seres mágicos existían. Instante que fueron tal vez años. Pero ahora ya no, y estaba convencido. Le había tomado un largo tiempo y no podía permitir que el encuentro extraño con la pantera parlante… No podía permitir que aquellos seres cobraran vida. Sentía que si aceptaba lo que la pantera decía, los tres dioses cobrarían vida y el mundo sería un lugar al que ya no comprendiera.
Tenía que aprovechar ahora que era libre de decidir qué hacer, quién sabe qué otras penurias le esperarían si no escapaba ahora que tenía la oportunidad. Todavía resonaban en su mente todas aquellas cosas que Bre-Undarte le había contado. Por un lado eran totalmente increíbles e irracionales, pero había que reconocer, que contadas por la voz de una pantera negra, con la capacidad de ser una sombra, cobraban cierta lógica.
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La Sombra del Bosque
FantasíaPuerta verde, río de ramas Casa de sombras, luz sin llamas Mendert conocía aquella canción, se la había leído uno de los ancianos escribas que el rey tenía trabajando en esta empresa secreta. La primera vez que la había escuchado, una sensación de...