La mañana siguiente Mendert se levantó temprano, en su mente todavía oía las palabras del rey. Deseando que fueran un sueño, se puso de pie en su modesta habitación y se mojó la cara con el agua de la tinaja.
Podía sentir cómo lentamente el peso de la nueva misión iba apoyándose sobre sus hombros. Se abrochó el cinturón acomodando la espada y abandonó la habitación.
Se reunió junto a sus hombres en el salón común del castillete de la guardia sur. Sus diez mejores hombres, los elegidos para acompañarlo en esta misión. Hombres en los que podía confiar su vida, hombres que sabía lo obedecerían casi con sus ojos vendados.
En el estrecho salón una mesa larga de madera robusta ocupaba casi todo el centro y unos bancos del mismo largo la escoltaban a sus costados. Una silla en la cabecera y detrás de ella una chimenea apagada eran los únicos precarios adornos.
El olor de cientos de comidas y el humo eran parte de aquel lugar tanto como los que allí se encontraban.
Los hombres hablaban como de costumbre de sus últimas borracheras y peleas, mientras disfrutaban de la comida. Mendert permanecía callado, solamente contestaba si alguien le preguntaba algo. Imaginaba cuántas comidas habían pasado ya en esa sala, esperando una batalla. Esta era diferente, en esta ocasión sería difícil transmitirle a los hombres la confianza y el coraje necesarios, pues ni siquiera él estaba seguro a lo que se enfrentarían. Ni siquiera él estaba convencido de aquella misión.
Cuando lo creyó oportuno se levantó de la silla de la cabecera, tomó su vaso y bebió el vino que quedaba en él.
Alzando una mano el murmullo de los presentes cesó de inmediato.
-El plan es el siguiente, -las miradas se posaron en él con atención. Como de costumbre Mendert había pensado con bastante nivel de detalle cómo y qué le diría a sus hombres.
-Cabalgaremos hasta los límites del reino, eso nos tomará aproximadamente seis días. Desde allí tenemos poco más de una semana de cabalgata hasta el puente de Owterville, donde nos reaprovisionaremos. Los hombres del capitán estaban acostumbrados a dejarlo dar la explicación por entero y luego hacer las preguntas. La gran mayoría de las veces había pensado tan minuciosamente el plan, que no había qué añadirle ni preguntarle.
-En el camino pasaremos cerca de la cuidad del Paso Eterno, pero la evitaremos.
Esta ciudad no pertenecía a ninguno de los tres grandes reinos entre las Eternas y el Mar. Se ubicaba en los valles del viento, que nacían al pie de la parte más baja de la cordillera de las Eternas, el único lugar por el que era posible atravesarlas y donde las grandes masas de aire cruzaban también la cordillera. La ciudad solía, por esta razón, estar cubierta de nubes. Por lo que algunos la llamaban la ciudad en las nubes o su nombre más común Nuburia.
-Una vez que hayamos llegado a Owterville nos presentaremos como comitiva de mensaje, con destino el palacio de Dun Ederglast. Luego, en lugar de seguir camino hacia la capital, nos desviaremos y antes de llegar a la puerta septentrional nos internaremos en el bosque de Farswood.
Los hombres del capitán lanzaban miradas de sorpresa e intriga, Mendert las ignoró por el momento.
-Una vez en él nos mudaremos de ropas y caminaremos en dirección a Woodstown. Mientras decía esto iba señalándolo todo en un mapa que tenía desenrollado sobre la mesa. Los demás hombres no podían ver precisamente lo que señalaba pero todos habían pasado al menos una vez por aquellos lugares. Por lo menos hasta los alrededores de Farswood.
-¿Entendido? En esta parte su planificación empezaba ya a desdibujarse y temía que lo notaran.
Ninguno respondió nada. Mendert no esperaba un sí, al unísono, pero podía ver la desconfianza en sus rostros.
-No, no está todo entendido capitán, hasta ahora nos ha dicho simplemente el camino, no nuestra tarea.
Mendert respondió calmado esta pregunta y se valió de ella para remarcar su autoridad y confianza.
-Por ahora nuestra misión es llegar hasta Farswood sin levantar sospechas, lo demás se los contaré en el camino, está claro Fernad ¿hay alguna otra duda?
Otro de los hombres, sentado en el extremo más alejado a Mendert, con una cabellera gris, una barba enmarañada del mismo color y unos ojos celestes gastados por los años, dijo, con una voz suave y penetrante.
-Sí, una Mendert: ¿Bajo órdenes de quién estamos llevando a cabo esto? porque ha habido rumores de interferencias en la toma de decisiones, últimamente.
Las miradas parecieron tensarse entre ambos, pero Mendert volvió a responder con calma.
-Órdenes directas del rey, me lo ha dicho personalmente ayer por la tarde. Y me gustaría que cuando tengamos más tiempo me cuentes lo que sabes de esas interferencias, Galadas.
-Con gusto -respondió, manteniendo su tono pausado y penetrante. -Si quieres ahora mismo le contaré lo que sé.
-No, -respondió Mendert, -tenemos muchas cosas que preparar. Y dirigiendo su vista hacia otro hombre dijo:
-Jef, tú te ocuparás de las provisiones, calcula para dos semanas más o menos.
-Partimos esta tarde antes de que se ponga el sol. Echó una mirada general, esperando alguna pregunta. Luego caminó hacia la puerta, mientras los demás comenzaban a ponerse de pie.
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La Sombra del Bosque
FantasíaPuerta verde, río de ramas Casa de sombras, luz sin llamas Mendert conocía aquella canción, se la había leído uno de los ancianos escribas que el rey tenía trabajando en esta empresa secreta. La primera vez que la había escuchado, una sensación de...