* * *
Aled no estaba seguro de si veía algo o no, pero de lo que no dudaba era de los gritos que había escuchado. –Por lo menos dos gritos, pensaba, -y además aquellos sonidos de caballos galopando.
Algo muy extraño estaba pasando allí, debería ir a investigar, pensaba. Esta no era realmente su tarea, pero la necesidad de hacer algo más importante, presionaba siempre a Aled.
Cuando estaba a punto de salir de su puesto para comenzar la caminata, vio como una pequeñísima luz se encendía en la dirección donde sospechaba ver algo y de donde habían provenido los ruidos.
Se paralizó. Ahora sí estaba seguro, alguien andaba alli, y saber eso era peor aún.
-Allí hay alguien y ha pasado algo extraño. En aquel instante el coraje inicial de salir a investigar se le esfumó por completo. Luego de unos instantes recapacitó.
-Esta es mi oportunidad de hacer algo importante, algo que valga la pena. Recordó las palabras que le había dicho a Ted. Sin pensarlo más descendió por la escalera y se puso a caminar en dirección a la pequeña luz.
La noche estaba tan oscura que a Aled le costaba ver sus propios pies. La luna se había ocultado tras unas pequeñas nubes, suficientes para tapar su poca luz. A medida que caminaba se daba cuenta de lo impudente que estaba siendo y de lo ridículo que era su puesto de guardia ¿Qué podía hacer? él, un muchacho que apenas sabía pelear por haber practicado con palos con su hermano. A pesar de que Aled nunca lo admitiera, jamás había sostenido un espada real en sus manos. Tampoco llevaba un arco, sí sabía disparar con uno, pero no era un gran tirador.
La situación lo desconcertaba, ¿quién podía andar a estas horas de la noche y por qué aquel alboroto? La curiosidad y el hartazgo de los días vacíos era lo que lo empujaba a pesar del miedo.
-No, no se puede tratar de un robo, pensaba. –Debe tratarse de algún otro tipo de pleito, tal vez un duelo, o algo por el estilo.
Los pies se le habían humedecido por completo, a causa del rocío. El frío comenzaba a apoderarse de él, ni siquiera llevaba abrigo pues, nunca había imaginado que pasaría toda la noche haciendo guardia.
Aled calculaba que ya había recorrido la distancia a la que había visto aquella luz, donde suponía se habían desarrollado los hechos. Una parte de él no deseaba encontrar nada en aquel sitio. Comenzaba a pensar en regresar.
Para ese entonces las nubes que tapaban a la pequeña luna, se habían corrido y la diferencia era considerable. No lograba ver colores pero si distinguía claramente siluetas y contornos.
No encontró nada extraño en aquel lugar. Todo parecía tranquilo, como si nunca hubiera ocurrido nada, todo estaba en perfecta quietud y silencio.
Unos escalofríos que le endurecían los músculos y le humedecían los ojos lo atravesaban mientras escudriñaba con la vista. Trataba ver en todas las direcciones al mismo tiempo.
A unos doscientos metros de ahí corría el arroyo Heil. Aled decidió que caminaría hasta el puente para ver si divisaba algo. Era una meta simple que se animaba a cumplir y por alguna extraña razón parecía hacerlo sentir mejor consigo mismo.
Tras cinco minutos de caminata, se topó con el arroyo. En aquella pradera iluminado por la luz de la luna el pequeño arroyo tenía cierta magia, pero Aled estaba preocupado pensando en qué pasaría si se topaba con los causantes de aquel alboroto, como para apreciarlo.
Finalmente dio con el puente. Era muy sencillo más que un puente parecía una pasarela que se hubiera apoyado sobre aquel arroyo, pues el único requisito era que fuera lo suficientemente ancho como para que pase un carro. El arroyo tenía en esta parte
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La Sombra del Bosque
Viễn tưởngPuerta verde, río de ramas Casa de sombras, luz sin llamas Mendert conocía aquella canción, se la había leído uno de los ancianos escribas que el rey tenía trabajando en esta empresa secreta. La primera vez que la había escuchado, una sensación de...