Puerta verde, río de ramas Casa de sombras, luz sin llamas Mendert conocía aquella canción, se la había leído uno de los ancianos escribas que el rey tenía trabajando en esta empresa secreta. La primera vez que la había escuchado, una sensación de oscuridad y pena lo habían invadido. Era el pedazo de información más importante que habían rescatado, quien sabe de qué taberna pérdida en que ciudad lejana. Pero así había sido todo. Desde hace años que el rey estaba obsesionado con esta búsqueda y en este último tiempo su obsesión había pasado de un entretenimiento personal a un asunto de estado. Ahora caía sobre el capitán encabezar la búsqueda. En la otra punta del mapa Aled acariciaba la gastada piedra de su puesto de vigilancia en la Puerta Septentrional del reino de Ederya. Infinitas horas se acumulaban somnolientas en días vacíos. Sólo la imaginación y los sueños de gloria lograban sacar al muchacho de aquella tortuosa rutina. El momento en que sus vidas cambiarían para siempre se acercaba galopando como un caballo oculto en la oscuridad de la noche. Ya podían oír sus cascos repiqueteando en su interior con la ansiedad del que sabe que el mundo esta por sacudirse hasta sus cimientos.
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