D Í A 10

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"Si por besarte después tuviera que ir al infierno, lo haría. Así después podría presumir a los demonios de haber estado en el paraíso sin nunca entrar."

-Shakespeare.

-¿Dónde estamos?- la sorpresa de su voz me parece una declaración de pánico, puede que no haya esperado viajar tanto tiempo a una cabaña, quizá pensaba en algo más casual, como un hotel o una casa vieja, polvienta y abandonada. 
-Es una cabaña a la que suelo venir muy seguido cuando...

El corazón me pega en las costillas de manera exegerada, me roba hasta el aliento y me siento mareado.

-Cuando tienes malos recuerdos ¿no es así?
-Sí- susurro... Ocultando la verdadera razón., Su mano se restriega en mi hombro con gentileza, y me calma el huracán.
-No importa Joaco, ahora la vida tiene que sufrir cambios. Cambios buenos, o quizá malos, pero no importa, porque tú seguirás brillando.

Mis ojos se llenan de escandalosa agua salada que no me permite verle bien. Tengo que cerrar con fuerza los ojos y siento una lágrima recorrer mi mejilla, hace un recorrido perfectamente uniforme hasta que cae a mi chamarra.

Su pulgar me limpia el trazo de la siguiente gota proveniente de mi ojo izquierdo.

-Todo va a estar bien.
-Es lo que espero.

Sonrió esperanzado, sólo me queda esperar el paso del tiempo a mi favor.

Prendo el televisor y hay una comedia que me encanta.

-¿Quieres ver la televisión?- ladeo la cabeza para observar detalladamente el placer que le corre por las venas, traga saliva de manera escandalosa y asiente con pausas marcadas.

-Yo creí que...

Le levanto una ceja y una sonrisa divertida me hace una mala jugada.

-¿Qué íbamos a dormir ya?

Su nerviosismo cada vez es más perceptible, le sudan las manos que discretamente se limpia en su ropa planchando las arrugas marcadas.

-vamos, veamos un momento la televisión, nos acostamos y tomamos calor...- sus ojos anuncian brillosos lo alucinante que parece éste momento.- es una noche fría.- concluyo.

Me quito la ropa prenda a prenda de una manera absurdamente lenta, muy exagerada.
Cuando giro mi cuerpo dándole la espalda, siento sus manos acariciar mi anatomía, me mira con ese intenso fuego que enciende sus ojos, ese brillo por el cual pagaría una cantidad estrafalaria para poder conservarlo en mi cajón favorito.

-No necesitamos reglas, sólo una, hasta el amanecer necesito sentir tu cuerpo junto al mío.

La voz de mi castaño es segura y ronca, me da la vuelta para que pueda ver como se quita la playera blanca que cubría sus trabajados brazos, con ese bronceado poco familiar, me deja ver la bonita vista al desabrochar sus vaqueros, el recorrido de mi lengua en mis labios me produce cosquillas cuando rozan con mis dientes.

Me besa de una manera nueva, tan intensa que me parece incómodo usar tela tan apretada. Muerde mis labios para despegarse y observarme con detalle.
Sus boca se aprieta en una mueca chistosa, creo que acomoda alguna frase que pudiéramos citar en una imagen, pero aquí solo existía el silencio; carraspeo la garganta para llamar su atención y entonces me doy cuenta.

26 días...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora