D Í A 10

114 14 1
                                    

"Sólo se mirarte de una manera: con mucho fuego en mis pupilas, con el deseo de quien descubre por primera vez el significado de la palabra pasión, y con la entrega de la palabra amor elevada a la máxima potencia."

-Luis G.

La melodía que producían los violines de manera lúgubre me pone la piel a una extrema textura rigida. Me siento paralizado, prisionero a tantos sentimientos.
El cuarto es perfectamente obscuro y cómodo para mi, me gusta ser y estar... Justo ahora.

-¡Ya es hora imbécil!
-¿Podrían dejarme en paz, un par de segundos?

Observo sin poner buena cara a mis intrusos y suspiro.

-No, hoy tienes colegio, resignate. - finaliza Ren de manera no amable.
-Bien.
-¿Tuviste algún problema con Emilio?
-No- digo tajante, ¿sirve de algo admitir que me destruyó la cena de ayer?  Estaba malumorado.
-Está esperándote recargado en la camioneta blanca.

Me levanto de golpe sintiendo debajo de mis pies la suavidad de la alfombra, respiro de forma mecánica con el único propósito de guardar muy al fondo mi amargura y odio, lo que logra pasar sin ningún problema cuando veo a Emilio frotando sus manos para guardar calor.
La idea fugaz de la necesidad de vernos me regresa el alma al cuerpo, lo veo por el cristal de mi habitación, tiene la mirada más desesperada que he visto y vaya que tengo de donde comparar.

-Dile que entre Ren, voy a darme el baño.
-No tardes- amenaza con sus ojos enormes.
-Ya salte, voy a bañarme.

Apagué la música y abrí el resto de las ventas, el incienso esta terminando de consumirse; el intenso, y exagerado aroma inunda la habitación con humo, coloco mi vista en la ropa que me pondré hoy.
Mi cerebro conecta y recuerdo que tengo muchas cosas que hacer, cosas que no se me pueden olvidar.

16 minutos después estoy fuera de la ducha, con una toalla que cubre de mi cintura para abajo sujetada de un intento mal hecho de moño. He olvidado mi loción de afeitar, así que me dirigí enseguida al cajón donde guardo las provisiones, por el espejo veo a un chico sentado en mi cama.

-¿Emilio?- me doy vuelta de manera brusca y torpe.
-Hola- sonríe, para pasar sus ojos de manera descarada por mi piel pálida y creo yo sin forma alguna.
-¿Qué haces aquí?- me aclaro la garganta y las ideas.
-¿Dormiste bien?- prestaba atención en mis movimientos. Terminé de sacar la colonia y asiento.
-Todo bien, Emilio.

El alivio que sintió en mis palabras trasparento en sus ojos, se levantó dejando un hueco en el colchón alojando nervios en mi interior, dio un paso grande y seguro hacia mi y me agarro la cara en sus frías manos.
Me planta un beso, bonito y cálido, saborea la menta de mi boca y los nervios aumentan más.
-Me pelee con Romina, anoche.
-¿Por?- lo miro dudoso, se incorpora para darme un nuevo beso, pero pongo mi palma derecha en su pecho y lo empujo con suavidad. -¿Fue por lo de ayer? ¿Por mi culpa?
-No es tu culpa, Romina debe entender que no es su decisión esto, yo te quiero en mi vida ¿Qué tiene eso de malo?

Me quedo de pie con los brazos cruzados, esa red que siempre se teje en mi cabeza termina haciendo malas jugadas, su mirada de Emi baja sin detenerse y ahora entiendo que no estoy vestido, las llemas de sus dedos pasean dejando la radiación calorica en mi. Se me ponen los vellos de punta.

-De verdad me gustas Joaco.
-Y tú a mi- apenas escucho mi confesión quiero morir.
-Chicos van a tomar...- Diego me mira con la boca abierta y pasea su mirada curiosa por todo mi cuerpo, ¡oficialmente es el día más incómodo de mi vida! Luego mira a Emilio y una sonrisa reprimida en un montón de gestos se pone en su cara.- no quería interrumpir.

26 días...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora