ROMA
Aunque nos hemos quedado varados desde hace ya unas semanas, no hay señales de que vengan a rescatarnos pronto. Reuní a mis amigos, ahora Edward había cedido y se unió a nosotros, y les empecé a explicar lo que estaba pensando.
–Como esto parece que va para largo, he decidido explorar la isla. –dije cruzándome de brazos.
–¿Cuándo? –preguntó Edward.
–Ahora mismo. –respondí sin dudar.
–¿Eh? –pronunciaron al unísono, y con rostros desconcertados.
–Fuentes de agua, pesca y plantas... –comencé a decir. –Quiero saber si hay un mejor lugar para acampar. Y tal vez prepararnos para el otoño y el invierno.
–¿Aunque aún falta tanto? –preguntó Greg sorprendido.
–Por último, considerando los riesgos, quiero que alguien me acompañe. –les avisé mirándolos a los cuatro.
–En ese caso, te acompaño. –levantó la mano Greg.
–Yo también quiero ir. –Violeta también levantó la mano, mirando de reojo y algo seria al chico de tez morena.
–Solo necesito a uno. –dije algo sorprendida por ambos arrebatos de querer venir conmigo. –Debe haber más de una persona en el campamento.
–En ese caso... –comenzó a preguntar Greg, levantándose y me señaló con su dedo índice. –¿Quién es más confiable, Violeta o yo?
–¿Qué? –hice una mueca, al ver cómo ambos peleaban por venir conmigo.
–Si no hay más remedio. –habló Flora levantándose. –Te tendré que acompañar yo.
–¿Eh? -Greg la miró algo confuso.
–¿De dónde sacas tanta confianza? –preguntó Violeta.
–¡Dinos, Roma! -dijeron los tres al unísono. –¿A quién eliges?
–Eh... –no sabía cómo reaccionar a esta situación.
–Eres muy popular, Roma. –Edward parecía divertido con la situación.
FLORA
Guardamos en la chaqueta de Roma una cuerda, dos botellas de agua, uno de los cuchillos que hicimos y una caracola deshidratada. Mi compañera ató bien su chaqueta con un nudo, y la colocó sobre su espalda cómo si fuera una mochila.
–Nos vemos. –dije emocionada.
–Sí, adiós.
Violeta y Greg parecían deprimidos y nos despidieron con desgana, mientras que Ed nos saludó con la mano. Comenzamos a caminar por la arena para buscar algo que nos ayudara, y para saber cómo era la isla.
–Mira, coronas de playa. –dijo Roma, cogiendo unas pocas y me entregó unas cuantas. –Se pueden comer crudas. Como es verano, están un poco duras y fibrosas.
–Pero están crujientes y saben bien. –opiné al comer unas cuantas de sus hojas.
–Suelen crecer por todo el mundo.
Al atardecer caminábamos sobre unas rocas que sobresalen, Roma me dio la mano alguna vez para evitar tropezarme y caer al agua. Cuando llegamos a tierra firme encontramos un muelle hecho de piedra, pero estaba algo abandonado.
–Está abandonado desde hace mucho tiempo. –me dijo viendo las piedras de las que estaba hecho.
–Pero puede haber alguna casa por aquí cerca, ¿no? Si se utiliza puede que construyan una casa para cuando vinieran.
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¿Estamos perdidos?
Novela JuvenilRoma Hopkins es la chica rara del instituto, a ella le encanta pasar tiempo sola leyendo libros de supervivencia y armas. Es una chica solitaria por lo que no tiene muchos amigos, algo que no parece importarle. El instituto decide hacer un viaje de...