Capítulo 3: La reina de la isla

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GREG

El equipo de rescate todavía no llega. A decir verdad, estoy muy preocupado.

–¡Luce estupendo! –le grité a Roma, estaba sentado bajo la sombra de un árbol viendo como mejoraba el refugio.

–Aún le faltan algunas cosas, todavía queda mucho. –contestó concentrada en lo que hacía.

A decir verdad, solo tenemos agua gracias a ella. Aunque sea agua de lluvia. Se ha vuelto la reina de esta isla...

Roma Hopkins.

El estómago me gruñó, señal de que tenía hambre. Ayer solo comí unas pocas algas ya que las demás se las di a Violeta, y no quería comer cigarras aunque estuviera en esta situación de supervivencia.

–¡Tengo hambre, Roma! -dije haciendo un puchero.

–No hemos avanzado nada desde esta mañana. Y no tardan en tomar descansos. -dijo cansada por nuestra actitud.

–¡Pero quiero comer! –empecé a dar patadas en la arena, cómo modo de frustración.

–¿No te da vergüenza? –preguntó Violeta con algunos palos en sus manos, y mirándome molesta.

–¡No me mires así! –me incorporé de nuevo.

–Nos faltan lianas... –comentó Roma algo pensativa. Se giró y nos miró con su típica expresión neutra. -Iré al bosque un momento.

–¡Te acompaño! –le grité con una sonrisa.

Si voy con ella y encuentro algo de comer le podría preguntar. Soy muy listo. Nos despedimos de Violeta y comenzamos a adentrarnos al bosque, Roma iba la primera e iba observando el entorno. Al rato me fijé de que había una planta que se parecía a una que mi abuela plantaba en su huerto.

–¿Eso es un ñame? –pregunté señalando la planta.

–Se parece, de todos modos debemos mirar bien para asegurarnos. Algunas plantas se parecen pero son venenosas. –me informó.

Cogí las hojas que sobresalen y comencé a tirar con fuerza, estaba bien enterrada y no cedía. Los músculos de los brazos me dolían por el esfuerzo y comencé a sudar, tras un último tirón conseguí sacarla.

–¡Genial! ¡Sí es un ñame! –exclamé emocionado.

–Eso no es un ñame. –me informó seria, y algo preocupada.

–Un tubérculo es un tubérculo. ¿Se podrá comer crudo? –le pregunté sin escucharla.

–Ni se te ocurra. Si no estás seguro de algo, no te lo comas. -me aconsejó.

–¿Es una patata? Sí es una patata, ¿verdad? –hablé en susurros y luego cambié mi voz. –Sí. ¿Lo ves?

–Sí, veo tu estado lamentable. –dijo sincera.

¿Pero qué le pasa? Puede comer bichos pero no una patata.

–Holland, será mejor que te olvides.

–¡No quiero! Es una patata, yo paso de volver a comer bichos. –dije molesto y algo obstinado.

–Si tanto insistes, ¿hacemos un test cutáneo? –propuso al ceder un poco.

–¿Qué es eso?

ROMA

–Un test cutáneo también puede llamarse test de comestibilidad. Si quieres saber si algo desconocido es nocivo sin tener que comerlo, debes cortarlo, apoyarlo contra la piel y ver la reacción. –le expliqué al mismo tiempo que partía el supuesto ñame.

¿Estamos perdidos?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora