EDWARD
Aquella mañana Violeta y Greg se habían ido a revisar las trampas y a colocar dos más, Flora se marchó al río para recoger agua en las botellas y me dejaron con Roma vigilando el campamento. Estaba sentado viendo cómo la chica se arreglaba su pelo castaño ondulado, luego me miró con sus ojos marrones y se ató el pelo en una coleta.
Roma vestía con un pantalón vaquero corto, zapatillas de deporte algo malgastadas y una camisa blanca con una estrella rosa en medio. También tenía una chaqueta de chándal pero la usábamos para llevar cosas.
–Oye, creo que debemos hablar sobre nosotros. –le dije una vez se acercó. Ella me miró con indiferencia y apartó la mirada, eso me dolió y sabía que era por mi culpa.
–No hay nada que hablar, tú decidiste tu camino y yo el mío.
–Lo sé, pero quiero empezar de nuevo. Quiero volver a ser tu amigo, Roma. –le pedí casi suplicando.
–Me lo pensaré.
Luego de decirme aquello ella se marchó al bosque para buscar leña para la noche. Me quedé pensando en lo tonto que había sido al hacerle aquello, Roma era una persona fantástica y no merecía haberla tratado así, espero que por lo menos pueda recompensar mis errores aquí en la isla.
–Hola, hemos vuelto. –anunció Violeta con una sonrisa. Detrás de ella venía Greg un tanto pálido, y en sus manos un conejo. –Hemos capturado dos conejos.
–Eso es genial. ¿Pero qué le pasa a él? –le señalé algo desconcertado.
–Sangre, había mucha sangre... –susurraba Greg con la mirada perdida.
–Uno de los conejos estaba muerto en la trampa, pero el otro lo ha tenido que matar. –me explicó dejando ambos animales en la mesa de piedra que habíamos hecho. –Y creo que se ha traumado de por vida.
–Ya veo. Roma está buscando leña y Flora ha ido a rellenar las botellas vacías. -–es informé.
Estuvimos hablando sobre algunas aficiones que teníamos cuando estábamos en la ciudad, al rato regresaron Flora y Roma juntas, al parecer se habían encontrado en mitad del camino. Roma felicitó a ambos por haber capturado a los dos conejos, luego preguntó quién se atrevía esta vez a despellejar el conejo.
–No lo va a hacer Violeta, tiene que ser uno de los que no lo han hecho.–dijo mirándonos a Flora, Greg y a mí.
–¿Por qué no lo puede hacer ella de nuevo? –preguntó Greg algo reacio a hacerlo.
–Porque si yo faltara o nos separemos por algo, tendrías que saber hacerlo vosotros mismos. –nos explicó Roma. Y en verdad tenía razón en lo que nos decía.
–Yo lo haré. –dije y ella asintió conforme.
Cogí el cuchillo que Roma había hecho con las tijeras de podar y comenzó a explicarme paso a paso cómo había que hacerlo. Los demás se habían marchado un poco lejos a excepción de Violeta, ella al haberlo hecho antes ya no le tenía tanto asco.
–Bien hecho, Eddy. –sonreí al escuchar el apodo que me decía años atrás. –Ahora será mejor cocinarlo.
Fuimos siguiendo las órdenes de ella para así aprender a cocinar en estas situaciones cómo estas, la verdad es que era muy buena profesora y de vez en cuando nos contaba alguna anécdota de su padre con ella cuando era más pequeña. Estábamos cocinando cuando Flora chilló al ver pasar cerca de ella una abeja, Roma siguió al insecto con la mirada y se quedó algo pensativa.
–Que miedo, creí que me picaría. –me dijo Flora abrazándome.
–Buen trabajo, Flora. Has descubierto que hay abejas en la isla. – le sonrió Roma, todos la miramos confundidos al no saber qué quería decir. –Si hay abejas por aquí significa que hay un panal, podemos ir a recolectar miel.
ESTÁS LEYENDO
¿Estamos perdidos?
Teen FictionRoma Hopkins es la chica rara del instituto, a ella le encanta pasar tiempo sola leyendo libros de supervivencia y armas. Es una chica solitaria por lo que no tiene muchos amigos, algo que no parece importarle. El instituto decide hacer un viaje de...