JOSEPHINE
Caminé lentamente hacia el interior de la sala con la respiración contenida. En todos los años en los que había trabajado aquí, nunca me había pasado esto. Me acerqué a una estatua a tamaño real de un fósil cuando una rata salió corriendo por la habitación hasta que la perdí de vista.
–Tengo que avisar a Manu de que hay una plaga de ratas. –dije más tranquila.
Al girarme me encontré con el rostro de un chico que no conocía, grité y él también gritó. Del susto y por instinto le di un puñetazo en la cara con todas mis fuerzas, haciendo que él cayera al suelo tapándose la cara.
–¿¡Quién demonios eres tú!? –grité histérica y nerviosa. –¿Cómo has entrado?
Él gimió adolorido y se sujetaba la cara, poco a poco se fue levantando hasta mirarme adolorido. Su ojo pronto tendría un morado por el golpe que le di.
–Soy el hijo de Manu, él me ha mandado para decirte que quiere hablar contigo mañana por la mañana. –respondió tocándose la cara, justo donde le había golpeado.
Empalidecí al saber que era hijo de Manu, mi jefe. Si él le decía que le había golpeado seguramente me despediría, no podía permitir que eso ocurriera. Bajamos al piso principal y de la nevera de las oficinas le saqué una bolsa de hielo para que se lo aplicara en su rostro.
–De acuerdo, gracias. Por favor, no se lo digas a Manu. Necesito empleo. –dije algo nerviosa.
–No se lo diré, tranquila.
Lo miré con desconfianza, estaba segura de que algo iba a querer de mí.
–Además, estás muy buena. No se lo digo si vienes a cenar conmigo. –sonrió con arrogancia.
–No, gracias. Además tengo novia. –él frunció el ceño y me miró con desagrado.
–Lo vuestro está mal, siempre debe ser hombre y mujer, lo que tenéis es antinatural.
–Tú sí que eres antinatural, vete a tu casa antes de que te golpee otra vez. –dije seria y de brazos cruzados. Él rio con desgana y se levantó de la silla.
–Mi padre se enterará de esto, y adiós a tu trabajo.
Se marchó tirando la bolsa de hielo al suelo y cerrando la puerta de golpe, el ruido resonó por todo el museo y agradecí que estuviera sola. Recogí la bolsa del suelo y la volví a guardar en el congelador, después continúe vigilando por el resto de la noche todo el museo hasta que amaneció y otro compañero vino a relevar.
–Gracias por tu trabajo, Jo. –me sonrió mientras le entregaba las llaves de todas las salas.
–De nada, siempre es un placer. Buena suerte hoy.
–Gracias, descansa.
Antes de marcharme me pasé por el despacho de mi jefe, vi al chico de anoche salir del despacho de su padre y me miró con rabia. Suspiré y llamé a la puerta, escuché la voz de Manu dando permiso para pasar, me armé de valor y entré.
Manu al verme me sonrió y pidió que me sentara en la silla de enfrente de él. Entrelacé mis manos y comencé a jugar con mis dedos, siempre hacía eso cuando estaba nerviosa, además de cruzar las piernas.
–No estés nerviosa, Jo, no estás aquí por nada malo. –me dijo con una sonrisa al notar mi comportamiento.
–Pero, ¿su hijo no le contó lo de anoche?
–Claro que me lo ha contado. Y me parece muy bien que le hayas amenazado de esa forma. No sé qué hacer con él, es un adolescente hormonado y no para de hacer lo mismo que te hizo a ti anoche, a cada chica guapa que ve por la calle.
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¿Estamos perdidos?
Genç KurguRoma Hopkins es la chica rara del instituto, a ella le encanta pasar tiempo sola leyendo libros de supervivencia y armas. Es una chica solitaria por lo que no tiene muchos amigos, algo que no parece importarle. El instituto decide hacer un viaje de...