1

624 53 13
                                    

Debía admitir que a pesar de la arrogancia del propietario de creerse conocedor suficiente de literatura para humillarlo a él, esta era la librería mejor surtida de la ciudad. Un solo vistazo al frente del negocio le provocaba un sinfín de orgasmos. Cada vez que entraba, empero, la mirada fría del dueño le producía repelús.

- ¿Por qué Librerías Heimdall? Solo tienes una, presumido.

Era su forma peculiar de saludo, pasaba de largo frente al moreno (sus ojos dorados cada vez más incandescentes) y subía las escaleras. En la planta alta lo esperaban su amada novela histórica, su realismo mágico y su gótico inglés.

Se internaba y analizaba las ofertas por horas. Las primeras veces Heimdall se había mostrado con recelo de verlo cavilar indeciso entre los estantes llevando media docena de libros en cada mano apoyados contra sí pero luego aceptó con mal humor su indecisión. Era un cliente complicado de entender pero era el mejor, se había hecho acreedor de un cupón de descuentos que había rechazado porque no aceptaba pagar menos por un libro valioso. Heimdall lo detestaba secretamente, su afición por los libros parecía mayor que la suya y eso era inaceptable.

- Loki Laufeyson, tu tarjeta ha sido rechazada.

- Mejor, detesto a los buitres del Banco. Hoy pagaré en efectivo.

Heimdall vivía a dos calles de la librería en un departamento sencillo con una vista alucinante a un callejón cerrado repleto de mugre. No tenía muchos amigos, solo uno muy cercano con un trabajo realmente espeluznante como profesor de una escuela secundaria, centro de caos juvenil, a quien veía muy de vez en vez.

Esa tarde, su cliente menos favorito pero más consagrado había elegido solo cuatro libros que esperaba terminar de leer en dos semanas. Encargó a Heimdall que le consiguiera "Las memorias de Selvig" y "La historia oscura detrás del suero del supersoldado" y se marchó muy satisfecho de la atención, no sin antes dejar un comentario agresivo al vendedor.

- Con todos los avances que ha logrado el hombre en su constante transformación aún no han podido descubrir como humanizarte, Heimdall. En serio, cambia esa cara, por dios, ya hasta me das miedo.

Media hora después, Heimdall vació la caja, se despidió de su empleada, del guardia del centro comercial y salió. Esa noche, decidió pasar a comprar un emparedado en Volsstag y leer en línea los nuevos cuentos de Danielle Sharpe, estaba pensando que como fuera le haría una crítica destructiva para instarla a que visite la librería a interpelarlo y de paso, firmar autografos.

Encontró en una esquina perdida a Loki sentado a duras penas con un corte en la frente y las manos salpicadas de sangre mirando los libros desperdigados en el suelo sin atreverse a tocarlos. Victima de un atraco como muchos otros antes que él, ese tramo de la calle Muspelheim era un aguantadero de ratas y ladrones de poca monta.

No le habían podido robar nada, su billetera estaba vacía después de hacer sus compras y no llevaba celular. Heimdall aplicó sus conocimientos sobre primeros auxilios e intentó palpar alguna herida en sus piernas, brazos o vientre, haciendole preguntas para confirmar su nivel de consciencia. Loki no respondió a ninguna de ellas porque no quería participar en un circo pseudomedico de cuarta categoría y ya de por si, estaba muy molesto con que Heimdall estuviera manoseandolo con esa excusa. Además su interés estaba puesto en otro lado.

- Esos hijos de puta... ¡estropearon mis libros, Heimdall!

Entre dos mundosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora