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Que pena regresar a la librería de Heimdall después de aquello, debería poder bajar la cabeza, ignorarlo por una vez, esconderse entre los estantes, refugiarse detrás de un par de portadas pero no. Que pena, no podía dejar de pensar en ello mientras se dirigía de nuevo allí. No podía evitarlo, sus pies conocían el camino, él solo debía dejarse guiar.

A Heimdall le había parecido extraño, después de dos semanas, no verlo puntual ese sábado con la ceja arqueada intentando ver el contenido de las nuevas cajas apiladas. Le pareció extraño todo, los clientes habituales, los excepcionales, los estudiantes avanzados, los coleccionistas. Faltaba la escualida figura de Laufeyson paseandose presumido decidiendose entre los clásicos o las nuevas promesas. Solo faltaba él.

Cuando al fin lo vio entrar, Loki pasó por enfrente de él sin decir nada, sin atreverse a girar la cabeza. Tendría que hablarle de todas formas al pagar así que para qué tanto espanto, se rió de lo absurda que se había vuelto la situación y se permitió disfrutar un poco la nueva exploración.

"La fina dama en el balcón", quizá la próxima vez. "La esperanza y espanto de Mr Carlson", probablemente si. "Los cuentos de Bohr", definitivamente sí.

- ¿Cómo está su hermana?- preguntó Heimdall, socarrón. Quería molestarlo un poco mientras hacía las cuentas, seis libros esta vez.

- Está bien.

- ¿Y los libros? ¿Fueron de su disfrute?

- Lo fueron, si.

- Espero que las calles le sean seguras, evite el pasaje Muspelheim esta vez.

- Ajá.

- ¿Algo que me quieras decir?

- Lo siento mucho, ¿okey? Yo no era consciente.

- ¿Lo recuerdas?

- Difusamente, por dios santo, tampoco fue la gran cosa.

¿Qué había sido? Solo un roce de sus labios, no garganta profunda, nada que sobrepasara los límites de lo erótico. Bueno, un poco. Bueno, sí ¿y qué? Hela estaba convencida de que había algo más ahí pero Loki lo negó. ¿Por qué lo había hecho? No es como que hubiera una tensión sexual o algo por el estilo. No, nada de eso.

Quiso dejar el asunto ahí, pagar y marcharse, quizá en dos semanas el tema ya estuviera completamente zanjado y pudiera volver a ser hiriente con él. Ese era el trato que merecía ese presumido después de todo. Caminó por una calle céntrica deteniendose a ver las vidrieras navideñas sintiendo el espiritu de las fiestas florecer en sí y se detuvo por un helado de chocolate, su favorito. Entonces lo recordó.

- ¡Mierda, mis encargos!

Regresó a la tienda apresurado antes que cierre pero no vio a Heimdall en el mostrador. No se iba a marchar sin "Las memorias de Selvig" y "La historia oscura detrás del suero del supersoldado", supuso que aquel se había ausentado para ir al tocador y decidió aprovechar para husmear un poco más entre los estantes. No había consultado las biografías después de todo y era una constante en él tener que mirar absolutamente todo antes de marcharse.

Cuando Loki encuentra un libro su mundo se vuelve un caos de párrafos e ideas inequívocas sobre el amor y la amistad. Su imaginación se desborda y se deja atrapar, los diálogos exigen que su voz interna se transforme impiadosa ante quien lo solicite porque él no puede ser ajeno a la narrativa. El se hunde en la depresión del protagonista o infunde miedo como el héroe de la novela que es.

Que extasis recorrer con las luces nocturnas estos pasillos, se sentía casi fantasmal. Si por él fuera jamás terminaría, sería capaz de acampar contra la voluntad de Heimdall hasta terminar su lectura.

Recordó tardíamente al dueño y regresó en su búsqueda, dandose de cara con la cruel realidad.

Heimdall había cerrado el negocio con él dentro.

................

Acababa de llegar a su casa Heimdall, dolían sus pies de tanto estar parado detrás del mostrador. Su empleada había renunciado dispuesta a cumplir su sueño de convertirse en actriz de telenovelas y ahora debía poner un anuncio para su reemplazo. Heimdall odiaba los cambios pero así lo había dispuesto Darcy.

Una llamada del encargado de seguridad del centro comercial lo sacó de sus lamentos, ¿qué carajos querría?

- Señor Heimdall.

- ¿Qué hubo, Skurge? ¿Por qué me llamas?

- Acabo de terminar mi primera ronda y descubrí un cliente encerrado en su librería.

- No puede ser, ¿es una broma?

- No, señor, no lo es. No parece alarmado, me escribió que no le importaría pasar la noche allí, está leyendo en el mostrador.

- ... No puede ser, sí es una maldita broma. Ya mismo voy para allá.

............

- Tenías que ser, Laufeyson. ¿No perdiste la memoria esta vez, no?

Loki no estaba avergonzado, exigía una disculpa por haber visto interrumpida su lectura y aprovechó para pedirle que le entregara y cobrara los dos libros encargados. Se había demorado buscandolos pero los halló apartados especificamente para él bajo el mostrador. Heimdall quiso regalarselos para evitarse una demora innecesaria pero el pelinegro seguía desconcertado por su excesiva amabilidad. Él no quería regalos, necesitaba desembolsar de sus bolsillos el valor justo por estas preciadas obras de arte.

Ya era la medianoche, si lo dejaba solo en la calle estaba seguro Heimdall que Laufeyson volvería a sufrir un atraco, así que lo acompañó. Llamó un taxi y viajó con él hasta su casa en Nueva Asgard. Volvieron a discutir sobre la garantía de los libros, el valor del papel, los costos de mantener una imprenta y la excelente calidad de la editorial Norns. Terminaron riendose de las obras cliché que Loki no se había arrepentido de comprar y las compararon con sus versiones cinematográficas.

Loki mantuvo la bolsa con sus libros aferrada a sí, estaba sonriendo sin darse cuenta y sin poder refrenarse. Hablar de literatura era lo que más le apasionaba y no tenía con quien más hacerlo que con el insoportable de Heimdall. Era una dicha y una tortura para él tener que reconocerlo.

- Apuesto que tu casa debe estar colmada hasta el techo de libros, un desorden aparente. Desde que te conozco has adquirido una media de veinte libros mensuales.

- En eso te equivocas, me precio de ser muy justo con ellos. Los trato como parte de mi familia.

Sacó su billetera al llegar a su casa y observó la nada dentro, apenas algunos tickets doblados y un billete que no alcanzaba a cubrir ni una cuarta parte del viaje.

- Deja que yo pague, ya gastaste suficiente de tu sueldo hoy.

- Eso no es de tu incumbencia, Heimdall, a veces te pasas.

Se bajó como movido por un resorte agradeciendo al taxista pero no a él y se metió de lleno a su casa. Heimdall observó la fachada, casa americana aparentemente elegante y muy pulcra, con un bonito jardin decorado ridículamente como su dueño.

Hizo que el taxi lo llevara de nuevo al centro, que mas daba. Ahora podría tirarse a la cama y descansar los pies en alto, mirar una pelicula comiendo helado de fresa y echarse a dormir desnudo con el aire a dieciocho grados tal como le gustaba, ahora nadie le impediría ser pero todos sus planes se fueron al carajo nuevamente cuando encontró a su medio hermano Thor sentado en la puerta de su edificio... otra vez.

Entre dos mundosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora