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Eran las ocho cuando el timbre al fin sonó anunciandolos y bajó a recibirlos. Hela y Loki entraron raudamente como por su casa hablando hasta por los codos pero Thor tardó más, se golpeó contra una silla que Heimdall había cambiado de lugar y estuvo mucho rato sin saber que hacer con las manos, como si desconociera el ritual.

Hela y Loki se rieron de él y volvieron a husmear, esta vez sobrios, la casa de Heimdall.

- Está más iluminada de lo que recuerdo.

- Estabas pasada de copas la segunda vez.

- Estábamos y tú amnésico la primera.

- No puedo creer que ya estuvimos tres veces aquí. Eso te convierte en una amistad, Heimdall.

- Nosotros no somos amigos de nadie.

- De nadie.

Se metieron a la habitación que ocupara Thor. Heimdall había vuelto a colocar sus herramientas allí, ordenandolas con cuidado y en un cuarto contiguo a la cocina, había archivado sus lecturas, revistas viejas de literatura y una gran variedad de libros antiguos. Que pena que no dispusiera de una amplia biblioteca, Loki tendría que achicarse para entrar después a husmear.

La comida resultó abundante igual que el apetito de los hermanos que no se detenían en elogios ante la presentación de los platos.

Heimdall se apresuró en confirmar que lo había preparado él solo, acostumbrado como estaba oir a Thor adjudicarse todo y estuvo atento a los requerimientos de Laufeyson, por si la carne necesitaba más sal o su copa se vaciaba.

- ¿No te gusta esto?- intentaba parecer amable aunque de hecho sentiase generoso. Quería impresionarlo a costa de los infructuosos intentos de Thor por levantar incluso los platos. Al rubio no le gustaba ayudar, solo mataba el tiempo tecleando en su celular inexpresivo ante la súbita marea de halagos hacia el anfitrión.

- Siento que somos parásitos, Hela, no trajimos nada.

- A Heimdall no le importa ¿no, Heimdall?

A Heimdall no le importaba. Él solo quería hablar y escuchar su voz, como aquella vez en el taxi, oirlo decir cualquier cosa. Lo mucho que amaba entrar a su librería y olvidarse del mundo fuera o la forma en que elegía ordenar sus libros, por qué por colores o por tamaño, no. Por qué por genero, sí.

Hela lo observó, los observó paciente mientras devoraba sus papas y se bajaba una botella de vino casi sola. Loki sonreía ante los halagos que Heimdall depositaba sobre sus elecciones. Desde la primera vez hacia cinco años hasta la última, cada centavo invertido en adquirir más obras. A ambos les gustaba hablar sobre ello y esta era la primera vez que el moreno consentía el buen gusto del profesor.

- Aún esas ganadoras de premios que me dan náuseas, siempre elegiste las más pasables.

Heimdall permitió que Loki corriera unos libros del escritorio y su inmaculado desorden y analizara sus portadas mientras atendía la conversación de Hela.  Nadie nunca había metido su mano allí, era justo que fuera Laufeyson el primero.

No parecía año nuevo en lo absoluto, solo una conversación animada entre tres personas. Entre tres personas y sin ningún Thor.

Después de revolverlo todo, volvió a sentarse en la mesa. Thor cabeceaba sin saber que decir. En verdad Heimdall no le estaba dando oportunidad de cambiar de tema y eso a Hela le gustaba.

- Me extraña que nunca pensaras en tener tu propia librería.

Loki echó su cabeza atrás dejando correr su enredadera como una cascada elegante. ¿Por qué se dejaba el pelo así? Heimdall siempre había creído que por pulcra coquetería, lo cuidaba con esmero pero lo mantenía sujeto con coleta para dar clases.

Entre dos mundosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora