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Heimdall estaba seguro de no poder deshacerse pronto de esta incómoda situación. Loki aún conservaba sus libros, su identificación extrañamente faltaba de su billetera vacía y él no podía recordar a ciencia cierta si la llevaba encima al momento de ser asaltado.

- Ya terminamos aquí, te llevaré a tu casa.

El pelinegro se turbó ante la sugerencia.

- ¿Por qué se preocupa tanto por mí y cómo sabe donde vivo?

- Dejaste una vez tu dirección en la librería para que te enviemos un ejemplar de "El fin de los mundos".

- ¿Tiene memoria...?

- Eidetica, si.

- Iba a decir "de elefante" pero no hace falta que me lleve. Puedo solo. ¿Dónde están mis libros?

- Los tengo yo, ya te lo dije.

- ¿Usted como se llama, perdón?

- Heimdall...

- Heimdall, soy perfectamente capaz de tomar mis libros y llegar a mi casa solo.

- ¿Y cómo le harás, a ver? No tienes dinero para tomar un taxi. No recuerdas ni siquiera mi nombre, no sabrás indicar a nadie donde vives, en tu estado actual te vas a perder de nuevo antes de encontrarte. Al menos dime que tienes tus llaves encima... ¿no las tienes, verdad... genio?

Loki suspiró, frustrado. Después de buscar en sus bolsillos, tuvo que darle la razón. No tenía idea de donde podrían estar, pudieron haberse caido en cualquier parte, en la calle, en la librería, incluso camino al hospital mientras iba recostado en la ambulancia. ¿Por qué rayos lo habían llevado? Ya no estaba muy seguro de nada.

- No hay necesidad de reclamos, ¿por qué debería recordar tu nombre, de todas formas? Se nota que eres muy grosero.

- Eso no fue lo que dijiste anoche.

- ¿Cómo dice?

- Nada, solo fue una broma.

Loki se reanimó ante una remembranza.

- Ese cinismo, yo... tengo una hermana, ella... tiene teléfono.

Eso daba otro tinte a la cuestión, Heimdall se apresuró en sacar su celular contagiado por el entusiasmo del otro pero ni bien lo vio achicando los ojos haciendo fuerza con la cara para recordar, se desanimó. Loki lo intentó con creces pero no pudo recordarlo, marcó una veintena de veces en el celular errando una y otra vez, despertando a varias personas de su merecido descanso.

045366
053546
045336

- Sé que se llama Helga.

Al final, Heimdall ya estaba muy cansado y moría de hambre, lo miró como sopesandolo ¿qué comería un hombrecito como él? Decidió llevarlo hasta su casa, seguro después de un sueño reparador recordaría todo. Loki no estaba muy seguro, su propuesta sabía a trampa bien elaborada, pero igualmente lo siguió. No tenía más esperanzas de recuperar su vida quedándose deambulando alrededor del hospital. Tomaron un taxi en la entrada y antes que se dieran cuenta y comenzaran a discutir sobre el seguro sobre los libros victimas de maltrato ya estaban frente al departamento de Heimdall, muy cerca del centro.

- Que lugar más espantoso, esto ocurre cuando los propietarios se vuelven usureros, apuesto que compartes el mismo baño con todos los de tu piso.

...........

- Come algo o te achicaras más de lo que ya estás. Esta pizza es lo suficientemente elegante para ti.

Loki ignoró las burlas de su anfitrión, estaba ocupado trazando números sobre una hoja perdiéndose entre las cifras exorbitantes, tratando de dar con el verdadero. Esos códigos según Heimdall ni siquiera correspondían a la zona donde vivían. Se mantuvo malhumorado el tiempo suficiente para sacar de quicio a Loki.

- Eres tan desesperante, no sé ni como te aguantas.

- Soy tu espejo, todo lo que dices en ti me reflejo.

- Te portas como niño pero tienes talante de viejo, tú mil al infinito.

Ahora sí comenzaba a sonar como el antiguo Loki.

- Voy a publicar un anuncio en la página de mi librería "se busca hermana de este irritante sujeto, se ofrece recompensa", pondré una foto tuya, la imprimiré y colocaré pegatinas en toda la ciudad.

..............

- Hola, estoy intentando comunicarme con Helga Laufeydottir, ¿es éste su numero?

La mujer del otro lado respondió afirmativamente. Al fin, Loki lo había conseguido. Heimdall se presentó y comenzó a narrar lo sucedido sin escatimar en detalles, el asalto contra Loki, el golpe en su cabeza, los puntos, la falta de memoria, la pérdida de sus llaves. Le sorprendió la rapidez con la que su interlocutora salió de su casa, manejando intentando dar con su ubicación. ¿Quién lo hubiera dicho? Su hermana lo amaba.

.........

Hela tardó una hora pero llegó al fin, con los pelos en punta y unas ojeras más grandes que su propia cara, en una bata rosa con flores negras. Al verla, Loki la reconoció enseguida y sin poder ocultar su aflicción, lo primero que le gritó fue:

- ¡Mi bata! ¡Si la tenías tú!

- Hela Thanosdottir, muchas gracias por llamar. Mi hermanito es un caso especial, el consentido de la familia. No imagina lo que se hubiera armado de no conocer bien su paradero.

Heimdall sintió un enorme alivio, se alejó un momento para buscar el abrigo de Loki, lo tomó con algo de brusquedad y se lo arrojó casi a la cara.

- ¿Soy el consentido? ¿Por qué no me siento así?

- Lo eres, tonto, solo que nunca te dejas mimar. Vamos, te llevo a mi casa.

Ella lo ayudó a ponerse el abrigo y hasta sujetó la capucha para que no entrara frío en sus orejas. Loki se miró las mangas, apenas eran visibles las puntas de sus largos dedos y se observó también al espejo frente a la puerta, parecía una caricatura de sí mismo. Luego se quedó atento a Heimdall que lo miraba a su vez con una sonrisa de oreja a oreja.

- ¿No vas a venir con nosotros?

- ¿Por qué lo haría?

- No sé, ¿quién eres? ¿te conozco?

Esto debía ser una broma, ahora solo faltaba que preguntara por los malditos libros y ya se podría ir todo al carajo. Heimdall miró a Hela como rogandole que apurara la devolución.

- Vamos, Loki, te llevaré a casa para que descanses. Mañana estarás mejor.

- Pero... el morenazo.

- ¿Qué ocurre con él?

- No sé, Hela, siento que debo invitarlo, él trajo mis libros... debe ser el dependiente de ese tacaño de Heimdall.

Heimdall se recargó sobre la mesada de su cocina, eran ya las cinco de la mañana y no había dormido nada por la novedad de tener un amnesico con aires de grandeza, huesped en su casa. Cuando se fuera, quizá llamara a su empleada y le diera el día libre. Ya no estaba de humor para atender a otros paranoicos como él.

Loki se acercó a él una última vez, tropezando con los muebles como si no fuera capaz de coordinar bien los pasos, Heimdall lo imaginó que para despedirse con un apretón de manos como viejos camaradas. Se dispuso a corresponder el saludo pero antes de darse cuenta, Loki ya lo tenía sujeto del rostro con ambas manos y lo estaba besando con efusividad. Heimdall se dejó hacer, confundido con el peculiar giro de eventos. Se quedó casi sin aire, avergonzado de que Hela los viera y pensara que... ellos tuvieran que... no.

Loki lo soltó al fin y sonrió como si su difusa memoria estuviera regresando a trazos, abrazó más sus libros y siguió a su hermana como si no tuviera la más pálida idea de quién era y qué debía hacer.

Entre dos mundosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora