En cubierta

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¡No! – Valentina se incorpora con rapidez para cernirse sobre Juliana quien contiene la respiración y las lágrimas. La chica examina con detenimiento hasta encontrar una herida, misma que presiona con fuerza - ¡No te muevas!

Creo que no es tan grave... -

¡Cómo diablos no va a ser grave! – grita Valentina - ¡El imbécil te apuñaló! ¡Estás sangrando!

Yo solo digo – masculla juliana con los dientes apretados – ya estaría muerta si le hubiera dado a algo importante...

¡No me importa! ¡Hay que hacer presión y...! -La chica se interrumpe de pronto, Juliana no tiene que preguntar la razón, pues unos segundos más tarde el agua vuelve a alcanzarlas, como si el mar estuviese determinado a atraparlas a toda costa - ¡Maldición!

No falta mucho, estamos casi en la cubierta – apunta Juliana con voz contenida – tenemos que subir... - Valentina parece meditarlo mientras la ayuda incorporarse para sentarse – Val...

Sólo un momento – dice esta, mientras se arranca una parte de su manga que usa para cubrir la herida de la chica – mantén eso allí, hay que seguir presionando – Juliana así lo hace mientras ella se quita la cinta del vestido y la usa para atarlo alrededor de su cintura, haciendo un precario vendaje cuya presión le resulta un poco incómoda – eso es mejor que nada...

Vamos - urge Juliana mientras intenta levantarse.

Aquí, apóyate en mí – le indica y ésta así lo hace.

Te juro que no estoy tan mal – promete mientras suben las escaleras – solo... ya sabes, escapar de un barco que se hunde puede ser bastante demandante.

Demandante – masculla Valentina – por supuesto, deja de hablar, tenemos que alcanzar a Alirio – Juliana asiente sin más y unos segundos más tarde llegan finalmente a la cubierta del barco, justo a la altura del puente de mando, pero hacerlo no representa un alivio cuando se dan cuenta de que la proa se encuentra ya sumergida y el agua amenaza con alcanzar la zona de timones.

Eso no puede ser bueno – suspira Juliana

¿Tu crees? – gruñe Valentina – necesitamos encontrar a Alirio... - las dos se acercan a uno de los barandales y se asoman a tiempo de ver a lo largo del casco como las grúas hacen descender algunos botes al agua, otros más se encuentran ya varios metros lejos. Mientras Valentina intenta forzar la vista en busca de su mayordomo Juliana se revisa el costado, parece que la herida ya no sangra de forma abundante, pero eso no quiere decir que no duela horrores. Aun así, se rehúsa a mostrar signos de dolor, es lo menos que necesitan ahora.

Deberíamos nadar hacia uno de esos – propone Juliana – saltamos, nadamos y que nos suban.

¿Estás loca? – inquiere Val – el agua está helada, además estás herida... y necesitamos un par de salvavidas, lo mejor es buscar el bote que custodia Alirio, o abordar uno aquí. Ven, no sueltes mi mano... - las palabras de la chica se ven interrumpidas por un fuego artificial que es lanzado desde el barco y cuya luz parece iluminar la oscuridad que lo engulle todo hasta donde se pierde la vista.

No creo que Alirio siga por aquí – apostilla Juliana mientras ambas corretean por la cubierta. Valentina se estira cuan alta es buscando a su mayordomo, pero allá donde mire, no ve más que desastre, tumultos, oficiales organizando quien sube a los botes y lanzándolos tan pronto como están medianamente listos.

Entonces busquemos otro bote – dice. Pero aquello es más fácil decirlo que hacerlo; una ola de caos inunda la cubierta con más rapidez que el agua salada, por doquiera hay correteos, lamentos, gritos aderezados con la música clásica que se funde con lo demás para crear una sinfonía totalmente extraña. Las chicas intercambian una mirada antes de dirigirse a donde parece un bote está por zarpar, sin embargo, se detienen al escuchar un par de disparos.

Cinco díasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora