Epilogo

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Años desp
ués...

Era una mañana tranquila cuando abrió el periódico y leyó el titular: "Confirmado el descubrimiento de los restos del Titanic a 4000 metros de profundidad al sur de Terranova" leer el nombre luego de todo el tiempo trascurrido hizo que sus manos temblaran tanto que a penas pudo continuar leyendo, la nota seguía con una breve remembranza del viaje y de la subsecuente tragedia, hablaban de las infructuosos esfuerzos previos para encontrarlo, de la situación del tesoro de cabina, daba detalles de cómo una conferencia de prensa a llevarse a cabo 10 días después ahondaría en qué procedería con lo que ahora denominaban "operación White star", no hablaban por supuesto de los cuerpos encontrados (si es que después de tanto tiempo aún quedaba algo) ni de aquellas niñas de 18 y 22 años que a bordo se conocieron y enamoraron, pero Juliana sí que pensó en ellas y en lo que vino después: pensó en su regreso a Europa, la forma en la que viajaron sin rumbo por allí y por allá recorriendo el viejo continente hasta la llegada de la guerra, de la que huyeron explorando ahora Latinoamérica, pensó en los bueno y malos momentos vividos, a través de los kilómetros, las playas turquesas del caribe y la nieve blanca de Canadá, cómo aprendieron a moverse en auto, en avión y a vencer su miedo a los barcos. Recordó también las ideas disparatadas: hay que vestirnos así, hay que ir allá y el momento de sentar cabeza siendo ya, mujeres maduras: un negocio en la costura para Juliana y uno en la librería para Val, luego la alocada idea de adoptar un niño, uno de los muchos huérfanos de guerra que sin apenas recordar padres o historia en algún punto comenzó a llamarlas mamá. Toda su historia, la contada y la secreta discurrió como un rio que fue a parar allí, a una pequeña casita a las orillas de Madrid, a dónde sus nietos iban a visitarlas de cuando en cuando.

El tiempo había pasado inmisericorde y no, tal vez ya no eran las niñas enamoradas que se besaron en aquel barco de los sueños hacía setenta y tres años ya, pero eran las mujeres de casi un siglo de edad, que seguían sintiendo exactamente lo mismo que entonces cuando sus manos se entrelazaban.

Juliana entró caminando con cierta dificultad al cuarto dónde Valentina leía tranquilamente y levantó el periódico para llamar su atención, la mujer se acomodó los lentes para mirarla.

¿Pasó algo interesante? –

Encontraron los restos del Titanic – respondió Juliana. Val la miró y por espacio de unos segundos se permitió perderse en sus pensamientos: en Mateo, en Guille, en su padre quién no sobrevivió una década más allá del naufragio, en su esposo quién por lo que supo, volvió a casarse, en su hermana y el imperio que consolidó luego de lo sucedido, en Chivis, en Alirio... pensó también en sus vestidos y sus demás pertenencias, reclamadas por el mar, hechas uno con él igual que el barco mismo y finalmente en Juliana, la mujer que sostenía el periódico, la que siempre lo leía no importando dónde estuvieran, gusto que había heredado a su único hijo pero que Val nunca logró compartir, pensó en cómo habían pasado más de siete décadas juntas y sonrió al darse cuenta de que lo haría todo otra vez, sin siquiera detenerse a pensarlo.

Era increíble darse cuenta lo mucho que esos cinco días en el barco más grande del mundo habían cambiado su vida, era increíble que le hubiera tomado solamente cinco días enamorarse para siempre.

Ya era hora – dijo sin más.

Ambas compartieron una sonrisa.

FIN

Cinco díasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora